Paysandú, Viernes 11 de Septiembre de 2015
Opinion | 08 Sep Cada fin de semana las canchas de los distintos departamentos del país reciben a los protagonistas del fútbol infantil. Según datos de la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI) este deporte reúne a más de 60.000 participantes que juegan en un total de 622 clubes de baby fútbol existentes en el país.
En una reciente entrevista divulgada por el portal de Presidencia de la República, el subsecretario nacional de Deporte, Alfredo Etchandy, dijo que el desafío principal de las nuevas autoridades será que una mayor cantidad de niños y niñas se acerquen a los más de 600 clubes de baby fútbol que existen en todo el país. En particular, se refirió al interés en vincular más niñas a este deporte federado ya que de 246.000 personas inscriptas, sólo el 7% son mujeres.
Recientemente, al presentar las nuevas autoridades de ONFI, encabezadas por Luis de Mello como presidente, Etchandy recordó que el fútbol infantil es esencialmente un movimiento social con una base deportiva.
“Sabemos que es una fábrica de jugadores, porque todos los jugadores de fútbol salen de acá, pero es mucho más que eso. Entendemos que gracias al fútbol infantil hay muchos niños de la República que tienen la posibilidad de relacionarse socialmente (...) de aprender el respeto a la autoridad, a las reglas del juego, lo que es luchar juntos por un objetivo común, enseña también lo que es ganar o perder”, dijo.
El deporte, también ha ido profesionalizándose en la medida que desde 2007 para ser entrenador hay que estudiar en el ISEF, cursos de OFI, de ACJ y de la propia ONFI para obtener el título habilitante. Desde la sociedad civil también se apoya esta actividad, a través programas y convenios con empresas públicas y privadas mediante los cuales se proporciona indumentaria deportiva para los niños, así como también el material necesario para la práctica de este deporte.
Lamentablemente, lo que no ha evolucionado mucho son algunas conductas que entran en colisión con los valores que intenta promover el fútbol infantil. Y, desgraciadamente, éstas tienen generalmente como protagonistas a los propios padres que se molestan porque sus hijos no ganan e incurren en falta de control y hechos de violencia verbal o física.
Por eso, entre los objetivos de trabajo de las nuevas autoridades no debería faltar el refuerzo de la concientización respecto a los valores promovidos para que el fútbol infantil sea formativo y recreativo para el niño o niña y no exclusivamente competitivo. Por otra parte, más allá de las esperanzas que cada padre pueda tener respecto a que su hijo sea el próximo Súarez del fútbol uruguayo hay que pensar antes que nada que es un niño en pleno desarrollo de la conformación de las bases de su autoestima y personalidad y que, en la mayoría de los casos lo que quiere es sólo jugar fútbol.
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