Paysandú, Domingo 20 de Septiembre de 2015
Opinion | 16 Sep “Acá adentro es una bomba, tengo mi otra familia”, escribió en Facebook Michael Alexis Alves desde la cárcel el 11 de setiembre pasado. El joven, que está en el Centro de Rehabilitación “Paysandú”, después de robar y dañar seriamente automóviles Fiat 600 parece encontrarse muy feliz en la cárcel y se siente como en casa, rodeado de su “otra” familia; que no es otra cosa que otros delincuentes, para que quede bien claro.
Cualquier persona es dueña de sentir orgullo por lo que quiera, pero desde el ojo de la sociedad nadie puede tolerar el orgullo por matar, robar, hurtar, destruir propiedad ajena o por cometer cualquier delito. Quien quiera podrá mirarse al espejo y sentirte cual Narciso, aunque no sea por la belleza física. Pero la sociedad sabe y puede distinguir entre quienes merecen el respeto por su orgullo y quienes no, como es el caso claro de los delincuentes.
Los ciudadanos honestos cada vez estamos más acosados por robos y hurtos, por arrebatos y rapiñas. Con algo de impotencia, muchas veces se aprecia cómo quienes cometen esos delitos o no van a un centro de detención o si van, lo hacen por muy poco tiempo. Peor aún, como es el caso que nos ocupa, en lugar de pensar en lo que han hecho, en vez de comprender que han atacado a la sociedad, simplemente exhiben su orgullo de estar en un período (corto) casi de vacaciones, visitando a la “otra” familia. Con beneficios como el acceso a Internet y las redes sociales, donde otros con iguales valores --aunque todavía “sueltos”-- les dan apoyo y los endiosan por lo que han hecho.
Que el sistema judicial uruguayo ha quedado detrás ante el avance al parecer imparable de la delincuencia, apoyada en buena parte por el aumento en el consumo de drogas, no es novedad. Tampoco que no solamente en la cárcel sanducera se “vive bien”, sino que hay otros establecimientos donde aún se está mejor. Ese es el caso de Campanero, en Lavalleja, donde están los presos “VIP”.
Pero eso no resta responsabilidad ni a este procesado ni a los demás que están en el Centro de Rehabilitación “Paysandú”. En tanto los honestos ciudadanos deben correr muchas veces detrás de la liebre tratando de pagar deudas y servicios, y de cubrir las necesidades básicas propias y de la familia, por lo que se puede leer en Facebook --ilustrado con fotos desde adentro--, todo va mejor en la cárcel.
Ni siquiera hay inhibidores de RF, que impidan que los presos usen teléfonos celulares. Si estar en la cárcel es asimilable a un período de vacaciones, algo huele mal, no solo en Dinamarca. No se pretende nada más que se cumpla la ley y la privación de libertad sea efectiva y real. Eso incluye que se corte toda comunicación con el exterior.
Si hasta Figueredo en el cantón de Suiza donde está recluido no solo tiene que cocinarse sino que no puede usar celulares.
Hay que sacarle el detonador a la bomba y terminar con la farra, que no para divertirse la sociedad los ha recluido para que purguen sus delitos.
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