Paysandú, Viernes 25 de Septiembre de 2015

¿Y la productividad no importa?

Opinion | 18 Sep La conjunción de factores negativos en la economía del país son un llamado de atención sobre desvíos que vienen desde hace años y que se ponen de manifiesto en sus consecuencias tan pronto el escenario cambia, como se está dando en los últimos meses con mayor énfasis.
El índice de inflación que anualizado orilla los dos dígitos, y el informe que indica una caída en el Producto Bruto Interno del orden del 1,8 por ciento en el segundo trimestre del año, como manifestara el ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, ante directivos de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), dan la pauta de que hay dos factores adversos que aisladamente ya son negativos, y que cuando se dan juntos ponen de relieve que hay causas que deben atacarse cuanto antes para que la enfermedad no se siga agravando.
Así, es notorio que la inflación suele ser una consecuencia de una economía “recalentada”, es decir de crecimiento excesivo de la demanda por encima de las posibilidades de producción o disponibilidad de bienes y servicios, fundamentalmente, y ello hace que la cotización de éstos se incremente significativamente.
Bueno, este factor se ha diluido, y sin embargo nos quedamos con una inflación que está muy por encima de las previsiones, porque nos hemos quedado con los costos exacerbados, con el costo país que agobia a los sectores productivos, y encima con un retroceso de la actividad económica.
Danilo Astori reconoció tras la reunión que mantuvo en la rural del Prado con directivos de ARU que se registró esta contracción en el segundo trimestre, pero a la vez expresó optimismo por cuanto entiende que Uruguay “sigue creciendo por sus fundamentos sólidos” debido a los niveles de inversión pública y privada, nacional y extranjera que se instala en el país. Acotó que “la clave para cumplir con el programa de gobierno y al mismo tiempo ser prudentes, en la situación actual, es crecer”.
Así, sostuvo que se espera un crecimiento del producto de entre 2% y 2,5% en 2015, que calificó de “modesto”, pero que “para las condiciones del país es un muy buen número”. Afirmó que el dato del Producto Bruto Interno “va en línea con la estimación de crecimiento” anual del gobierno.
Por supuesto, de un ministro de Economía no se puede esperar otra cosa que augurar buenos y mejores tiempos, y no solo porque es el responsable de la economía, sino porque cualquier comentario negativo de su parte puede tener repercusiones negativas en el mercado, profundizando la contracción en la economía.
Ello indica que las evaluaciones que se hagan deben tener en cuenta estos componentes para saber dónde estamos parados, separar lo fundamental de lo accesorio, y discernir hasta qué punto las expectativas o pronósticos se sostienen en factores contundentes o son una expresión de deseos.
Y ya que mencionamos factores, tiene razón el secretario de Estado al evaluar que el deterioro de la economía de los países vecinos es una preocupación para Uruguay, para lo cual el Gobierno confirmó las políticas económicas.
Los fundamentos descriptos por Astori están vinculados con los niveles de inversión pública y privada, tanto nacional como extranjera. Esos datos “dan muestra de confianza en el país que se ha sabido diferenciar en este entorno complicado que tenemos, que le permite seguir teniendo la confianza de los inversores”, explicó.
El secretario de Estado añadió que la clave para cumplir con el programa de gobierno y al mismo tiempo ser prudentes, en la situación actual, “es crecer, por eso apuntamos a que el crecimiento en Uruguay va a seguir este año y, naturalmente, durante todo el período que se avecina. El promedio de crecimiento para todo el quinquenio es de 2,7%”, añadió.
En cuanto a las mejoras salariales, aclaró que las pautas en el sector público garantizaron que no habrá pérdidas del poder adquisitivo, mientras que para los trabajadores privados los lineamientos serán flexibles, “para que sea posible defender las conquistas logradas y mantener los puestos de trabajo”.
A la vez consideró que la baja de la inflación sigue siendo una meta del Gobierno y subrayó que todos los instrumentos estarán alineados para llegar en los últimos cuatro meses del año a una desaceleración comparable a la del mismo período del año pasado.
Pero entre metas, expectativas y expresión de deseos se interpone la realidad, que es tozuda, y más temprano que tarde termina por imponerse. Y por mejor intención que se tenga, es decir mantener la inflación controlada, aumentar los salarios y mantener el empleo y crecer, seguramente habrá alguna prenda del apero que quedará por el camino.
Hay un elemento que lamentablemente siempre queda pendiente, que se soslaya, que está ausente en los planteos de la dirigencia sindical, y desde el gobierno no se han enviado todavía señales serias en cuanto a abordar el tema en toda su entidad: es a todas luces una necesidad que el Uruguay aumente la productividad, como una forma genuina de reducir costos, incidiendo por lo tanto positivamente en la competitividad en los productos de exportación, y a la vez contribuyendo a contener la inflación.
No hace mucho dábamos cuenta de que un estudio del Banco Mundial indica que la contribución del capital humano al crecimiento que ha tenido el Uruguay, sobre todo en la última década, ha sido muy baja, lo que se disimulaba en la bonanza pero que son retos pendientes y que resurgen a partir de un escenario internacional que tiende a cambiar.
Estos aspectos sin embargo son perdidos de vista ante las urgencias y los cortoplacismos, y sobre todo los tironeos sectoriales por contar con más recursos, sin importar el costo que eso pueda tener.
Y mientras la productividad no se considere como corresponde, seguiremos postergando las soluciones de fondo, sometidos a los avatares de coyunturas, como una hoja en el viento, porque tal como están planteados los esquemas estructurales no es fácil reducir el costo país para las empresas mediante rebajas de cargas e impuestos con los gastos rígidos que se han ido incorporando por los sucesivos gobiernos.


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