Paysandú, Lunes 28 de Septiembre de 2015
Opinion | 26 Sep Los reclamos, movilizaciones y medidas de fuerzas de distinto orden, que tienen como una de sus consecuencias y común denominador la pérdida de clases para los estudiantes de Primaria y Secundaria, como si este aspecto fuera accesorio y no central en la problemática, derivaron hace pocas horas en la ocupación por un pequeño grupo de estudiantes y personas ajenas al ámbito estudiantil de la sede del Codicen en Montevideo, y en el posterior desalojo por la Policía.
El punto es que en este episodio se registraron hechos de violencia, pedreas a los efectivos policiales y según los involucrados, una violenta represión de los agentes del orden, pero a la vez se contó con la participación de dirigentes del grupo radical Plenaria, Memoria y Justicia, así como el sindicato del taxi Suatt, los que según actuaron como agitadores.
Hay varios aspectos a tener en cuenta, más allá de que los reclamos por más presupuesto se han desvirtuado desde el primer momento, porque en lo que se ha transformado es únicamente en un reclamo salarial y de privilegios, lo que por supuesto es un derecho gremial.
No es sin embargo un derecho gremial el seguir teniendo a los estudiantes como rehenes, perdiendo clases, como si fueran material desechable. Pero debe evaluarse que estamos ante una película que ya hemos visto en tiempos nefastos para el país, y tiene que ver con la falta de madurez de la forma de reclamo, por un lado, y por otro que se ha reimplantado con vigor la falsa premisa de que quien más grita y reclama es el que tiene la razón de su lado, por encima de la mayoría silenciosa. Así, se siguen desarrollando asambleas interminables que adoptan decisiones con el uno por ciento de los afiliados a un gremio, deciden paros y también ocupaciones que son llevadas adelante por unos pocos, que no son representativos de la voluntad de la mayoría, por más que fueron “democráticamente elegidos” por otras tantas asambleas de similares características.
Por lo demás, se da el caldo de cultivo ideal para los grupos radicales de ultraizquierda, los mismos que promovieron la asonada en la Suprema Corte de Justicia y que están participando de una forma u otra en cuanta medida de fuerza permite que se infiltren y apelen a la violencia. Y si bien son en gran medida responsables de la violencia, también lo son quienes durante casi una semana ocuparon abusivamente una oficina pública, tomándole el pelo a quienes apostaron al diálogo y la negociación para resolver la situación, así como todos aquellos que fogonean este tipo de medidas.
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