Paysandú, Jueves 01 de Octubre de 2015
Opinion | 25 Sep Y ahí van. Hombres, mujeres y niños. Al tranco de caballo, entre amigos, conociendo personas, mirando el paisaje, sintiendo el viento en el rostro, soportando la lluvia, aguantando el calor del sol. Ahí van y son cientos. Marchan hacia la Meseta de Artigas, en una marcha con profundas connotaciones históricas y patrióticas, pero también en una marcha donde tiene importancia simplemente el sentirse bien cabalgando, disfrutando del paisaje, del paseo.
Durante años, los “de la ciudad” criticaron a los participantes, hablando de que eran los que tenían dinero que salían a pasear a caballo, comer y beber, sin importantes nada de Artigas, la patria, la historia. La realidad dista bastante de ese escenario, en primer lugar porque los que realmente “tienen dinero” difícilmente participen de la cabalgata y soporten las condiciones de la marcha y de los lugares adonde se acampa después de cumplidas cada una de las etapas.
Pero además, porque este emprendimiento partió de los hombres y mujeres residentes en el interior del departamento sanducero, que desde el comienzo vieron en el cabalgar juntos durante algunos días una oportunidad, en primer lugar, de reafirmar la cultura del hombre junto al caballo, del hombre en contacto con la naturaleza, del hombre mirando su propio interior.
Después surgió la idea de cabalgar hasta la Meseta y era más que obvio que eso lo iba a vincular con Artigas. Buena cosa sin dudas. Y no menos cierto que para los participantes resulta un honor que la meta, el lugar de llegada, sea su pasaje frente al monumento a Artigas. Porque nadie puede negar que la figura del prócer forma parte de todos.
La fecha fue determinada por la mejor época, desde que el fin de junio (el natalicio) es ciertamente más frío y lluvioso que fines de setiembre, así que se decidió honrar al prócer en conmemoración de su muerte.
Y si se observa con detenimiento, al menos la mitad de los jinetes son jóvenes o niños. Eso no es casual, sino que es producto de una decisión muy clara y concreta, la de hacer coincidir la cabalgata con las vacaciones estudiantiles de Primavera. Eso fue lo que hizo crecer realmente la cantidad de jinetes y le dio claro protagonismo a los jóvenes que ven en la cabalgata una oportunidad para la aventura y la diversión.
De los participantes, la mayoría corresponde ahora a quienes residen en ciudades y no usan el caballo habitualmente. Otro logro, hacer que la ciudad mire al campo y hacer que quienes en ellas vivan se sientan atraídos por cabalgar y por disfrutar esa paz y tranquilidad que acompaña a quienes tienen como medio de transporte habitual al noble animal. Y de paso, que esos participantes conozcan al menos por un rato lo que es trasladarse a lomo de caballo, como lo hace la población rural todos los días.
La cabalgata del Encuentro ha crecido sin pausas y hoy son miles quienes cabalgan los 103 kilómetros. Por la patria, por Artigas, por la aparcería, por los amigos, por la aventura, porque sí. Por lo que sea, ¡a cabalgar!
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