Paysandú, Sábado 03 de Octubre de 2015
Opinion | 02 Oct Desde este jueves nuevamente la Unión Europea (UE) y los países integrantes del Mercosur, a excepción de Venezuela, intercambian en Asunción del Paraguay información sobre sus respectivas ofertas en procura de alcanzar un acuerdo de libre comercio entre ambos bloques.
Durante dos jornadas sucesivas se encara una ronda de reuniones preparatorias entre negociadores y se realizará la presentación de las ofertas, de acuerdo a lo informado por el principal representante diplomático de la UE en Paraguay, Alessandro Palmero.
Posteriormente los ministros de Comercio de cada país acordarán el intercambio de las ofertas que se ha previsto para el próximo mes, en un proceso que se ha dilatado por espacio de casi veinte años sin que se haya logrado deponer determinadas barreras proteccionistas y obstáculos de tipo arancelario en defensa de intereses que se manejan en las sombras y que tiene matices entre países de un mismo bloque.
Lo cierto es que más allá de cautos anuncios, algunos moderadamente optimistas y otros no tanto, se llega a esta instancia de Asunción que Palmero ha descripto como “muy complejas desde el punto de vista jurídico y económico”, pero aseguró que la UE también tiene “un interés muy fuerte en la conclusión del acuerdo de libre comercio porque involucra a casi todos los productos que ambos bloques intercambian”.
“Es importante recordar que la inversión de capital fijo de la Unión Europea en Mercosur es superior a lo que tiene en India, China y Rusia juntos”, apuntó.
“El interés económico es enorme y de esto viene la importancia de esta negociación”, sostuvo; aunque los antecedentes que tenemos en el Mercosur no permiten augurar una pronta resolución favorable, por más que esa sea la intención de la mayoría de los participantes.
Pero, ello no quita que para el Mercosur el acuerdo con la UE sea una de sus principales prioridades, según han expresado sus ministerios de Relaciones Exteriores en diferentes ocasiones, y en este sentido los observadores internacionales evalúan que la cumbre Unión Europea y Caribeños (Celac) de junio pasado en Bruselas, Bélgica, hizo resurgir el “entusiasmo” de ambas partes por concretar el acuerdo comercial que se lleva negociando, con varias interrupciones de por medio, desde 1999.
Pero en esto de negociación en bloque, no hay lugar a ninguna duda que el Mercosur ha sido incapaz de suscribir siquiera un acuerdo de libre comercio o preferencial con otro bloque, a la vez de establecer normas restrictivas para sus asociados que impiden establecer negociaciones bilaterales con terceros, lo que obra como una suerte de harakiri colectivo, sobre todo para países como Uruguay, que dependen de la apertura hacia al exterior ante su acotado mercado interno.
Por lo demás, ya es un hecho que la firma del acuerdo de libre comercio entre Australia y China da entrada directa al ingreso sin aranceles al gigante asiático de un competidor directo de productos de base agropecuaria, y encima también en contraestación, mientras se queda sin efecto la preferencia arancelaria con Europa en rubros como los cítricos.
El punto es que en el propio Mercosur hay distintas “velocidades” e intereses, así como gran disparidad en los tamaños de economías y de las propias políticas económicas y situaciones internas. Brasil está sumido en una grave crisis, y con Argentina ante la incertidumbre de elecciones nacionales en pocos días, con una economía prendida con alfileres y en la que difícilmente pueda evitarse una devaluación significativa, es harto difícil conciliar puntos de vista, posturas y perspectivas en el mediano y largo plazo, para empezar.
Pero además, en las negociaciones con terceros tampoco debe perderse de vista que hay áreas en las que los países de la región compiten entre sí, sobre todo en productos primarios, y que las asimetrías se manifiestan claramente en la competitividad.
En este sentido también hay consecuencias distintas: la crisis de Brasil, si bien nos perjudica, por cuanto se han encarecido nuestros productos para nuestros vecinos del norte, ha sido determinante para que el empresariado y el gobierno brasileños hayan cambiado la mirada respecto al Mercosur y vean con buenos ojos la posibilidad de acuerdo entre bloques o de encarar incluso negociaciones bilaterales con terceros.
Pero en el caso de Argentina, su economía es tan intrincada, desbordante de proteccionismos y falta de transparencia, que en realidad nadie sabe cuál es el real valor de las cosas, y tampoco se sabe a ciencia cierta cuál será el rumbo que pueda surgir del nuevo gobierno.
Y con Uruguay y Paraguay con políticas económicas más abierta, --a Venezuela no se lo puede siquiera contar--, es muy difícil conciliar puntos comunes a presentar ante otro bloque que en menor medida, también tiene sus matices y hasta diferencias significativas.
Cuesta poco inferir, por lo tanto, que por más buena voluntad que se ponga, el camino de un acuerdo de libre comercio entre bloques tiene mucho paño para cortar, aunque es de esperar que no se siga deshojando la margarita por mucho más tiempo y se logre por lo menos puntos básicos por donde empezar a transitar para tener el objetivo algo más cerca.
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