Paysandú, Jueves 08 de Octubre de 2015
Opinion | 03 Oct En esta jornada se celebran los 25 años de la reunificación de las dos alemanias, que fue el paso siguiente y objetivo prioritario tras la caída del muro de Berlín, derribado por el pueblo de la ex Alemania Democrática (comunista), como derivación de la inviabilidad del régimen marxista.
Para comprender el proceso que precedió a este acontecimiento mundial, debe tenerse presente que tras la derrota del nazismo, las potencias aliadas se repartieron Alemania y su capital por zonas de ocupación. Las potencias occidentales, Francia, Gran Bretaña y EE.UU., terminaron fusionando las áreas bajo su control.
Se crearon así al Este la República Democrática Alemana (RDA), bajo la tutela de la URSS y, al oeste, la República Federal de Alemania (RFA) controlada por los EE.UU., Gran Bretaña y Francia, en tanto el sector occidental de Berlín, en manos de EE.UU., Gran Bretaña y Francia, quedó rodeado en medio del territorio de la RDA.
Una consecuencia de esta presencia en medio del régimen comunista fue que miles huyeron del régimen prosoviético para pasarse al lado occidental, y ello llevó a que el gobierno bajo la égida de la ex URSS decidiera construir el 13 de agosto de 1961 el Muro de Berlín, que se convirtió en un símbolo de la división de Europa.
El 9 de noviembre de 1989, finalmente este muro fue derribado provocando el colapso del bloque comunista que culminaría en 1991 con la desintegración de la URSS, lo que dejaría el camino expedito para la reunificación. La mayoría de líderes europeos de la época todavía tenían presentes los antecedentes de la Segunda Guerra Mundial, pero finalmente, la integración de la RDA a la RFA se hizo efectiva el 3 de octubre de 1990, y las dos alemanias fueron una sola, como antes de la guerra.
Por supuesto, no fue un proceso fácil, porque el régimen comunista había devastado la economía, hasta la tan ordenada y metódica como es la idiosincrasia del pueblo alemán, haciéndola inviable, y por lo tanto hubo un duro precio que pagar del lado occidental para absorber e integrar al otro sector, para cumplir con el mandato histórico de la nación germánica.
Hubo que pasar por la privatización de empresas de titularidad pública y reconversión industrial en la Alemania del Este, transferencias financieras hacia la antigua RDA, tanto desde la propia RFA como de fondos de la UE, y teniendo en cuenta la gran disparidad que existía entre las economías de las dos Alemanias, la práctica equiparación del valor de las divisas de ambos países (marco alemán del este con el del oeste).
Pero con el tiempo, Alemania se ha revitalizado, y es sin dudas la primera potencia económica de Europa. Ha quedado como antecedente la enorme diferencia entre la pujanza del nuevo país, con el motor de la ex RFA, y el rezago social y económica que significó la experiencia del régimen colectivista marxista sepultado por la rebelión de las masas, en cuyo nombre se decía actuar, hartas del yugo.
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