Paysandú, Jueves 08 de Octubre de 2015
Opinion | 06 Oct Durante cinco días, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) está celebrando en Charleston (Carolina del Sur, Estados Unidos) su asamblea general. Esta instancia cuenta, entre otros aportes, con la presencia del premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, escritor de justificada reputación y libre pensador que ha merecido, por sus conceptos, cuestionamientos sobre gobernantes de países de todo el espectro político que --lejos de ser una tacha-- le han dado credenciales para expresar lo que piensa sin temor a lo que dirán de sus ideas.
Es decir, como suele suceder, es imposible que todo el mundo esté de acuerdo con uno y siempre hay quienes se expresan en un sentido u otro, según a quién se les pisen los callos y, por supuesto, nadie está a salvo de esta posibilidad.
En el mundo y en el Cono Sur hay gobiernos que distan de ser un modelo de tolerancia democrática. En los años 70 tuvimos varias dictaduras militares --la de nuestro país incluida-- que fueron represoras y conculcaron las libertades más elementales. En el nuevo siglo, han brotado gobiernos “progresistas” o populistas en varias naciones, que si bien han surgido felizmente de las urnas por la expresión ciudadana, a la hora de ejercer el poder, no han vacilado en utilizar instrumentos que habían cuestionado a los gobiernos “neoliberales” y las propias dictaduras, porque esta vez están en el poder “los buenos”, presuntamente por encima del bien y del mal. Como suele suceder en todos los órdenes de la vida, nadie es dueño absoluto de la razón.
Precisamente, al hablar en el foro de la SIP, Vargas Llosa no tuvo pelos en la lengua cuando señaló la “putrefacción total” que padece Venezuela y advirtió que la corrupción es la mayor amenaza para la democracia en América Latina.
Con estas contundentes palabras, Vargas Llosa apeló, en un multitudinario acto, a los gobernantes de la región para que manifiesten una defensa sin ambigüedades de la democracia. El escritor peruano reprobó expresamente la “falta de coraje y neutralidad” de los gobiernos latinoamericanos a la hora de denunciar “dictaduras crecientes” como la venezolana y fomentar la lucha inequívoca contra la corrupción en sus países.
En una conversación que mantuvo con el periodista argentino Andrés Oppenheimer, Vargas Llosa, de 79 años, fue tajante al asegurar que Venezuela es una “putrefacción total” por consecuencia del denominado socialismo del siglo XXI y que se encamina a unas elecciones fraudulentas en los comicios parlamentarios de diciembre.
“Maduro solo puede ganar estas elecciones mediante un fraude monstruoso”, dada su “impopularidad”, la pobreza, corrupción gigantesca, inflación galopante y alta criminalidad en que ha sumido al país sudamericano, acotó. Y sentenció sobre el tema de la corrupción en Venezuela que “los jefes de gobierno venezolano son los jefes de las mafias. Los militares están todos comprados a través del negocio de la mafia”.
Más allá de la pasión y acendrada crítica del Nobel con respecto a los regímenes que han gobernado Venezuela en los últimos años, consideró que examinando la historia de los fracasos de la democracia en Latinoamérica, solo se puede llegar a la conclusión de que la “perseverancia en el error es una característica latinoamericana”, lo que fue recibido con risas por el numeroso público.
Se concentró también en criticar sin ambages al presidente ecuatoriano, Rafael Correa, a quien tildó de “gran demagogo” que ha impulsado leyes represivas que ahogan la libertad de expresión y a los medios de comunicación.
Señaló al narcotráfico como “enemigo peligroso en América Latina de la libertad de expresión”, un fenómeno criminal que “ve en la prensa libre su enemigo” y debe ser derrotado con las herramientas del “coraje y la responsabilidad”. Volvió a situar la lacra de la corrupción como el mal primero que carcome a muchos países y gobiernos de Hispanoamérica y citó, entre otros, el caso de Brasil, un país que “parecía haber despegado y ha frenado y retrocede” con los “inversores sin querer invertir un centavo”, apuntó.
Como señalábamos, a muchos no les van a caer bien las reflexiones de Vargas Llosa que, como todo ser humano, tiene sus luces y sus sombras, pero sin embargo ha sabido ganarse respeto a nivel mundial y sus juicios son tenidos en cuenta ante la contundencia de sus argumentos que, como decíamos, le han generado duros epítetos de los destinatarios, tanto de derecha como de izquierda.
Y no le falta razón respecto a los “tiranuelos” de gobiernos supuestamente progresistas que sin embargo han apelado a la represión y la conculcación de libertades para actuar en nombre del pueblo.
Aún con el aliado formidable de un entorno internacional que revalorizó precios de las materias primas que producen y exportan la mayor parte de los países latinoamericanos y el consecuente ingreso de recursos adicionales que permitieran reciclar riqueza en estos países para atender situaciones sociales muy comprometidas, la realidad indica que, ya con un entorno menos favorable, han reaparecido los viejos problemas que se decía haber superado por los gobiernos progresistas.
Porque precisamente se ha tropezado otra vez con la misma piedra, como sostiene el escritor. Es decir, se ha perseverado en errores históricos, como “patinarse” todos los recursos generados por la época de bonanza en políticas populistas, sin reformas estructurales, sin agregar políticas de desarrollo al crecimiento económico y por lo tanto, quedando nuevamente expuestos tan pronto se cortara o enlenteciera el ingreso de recursos por la bonanza alentada desde el exterior.
Es decir que la historia siempre se repite, con otros protagonistas, en todas las ideologías, porque el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
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