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Paysandú, Lunes 12 de Octubre de 2015

UNIDAD SANDUCERA ES CENTRO DE REFERENCIA EN EL PAÍS

Unidad local del INR apuesta al mejoramiento y la apropiación de tareas por parte de los reclusos

Locales | 12 Oct “La Unidad de Paysandú pasó a ser un centro de referencia”, expresó el director del área de Coordinación de Unidades de Mínima Seguridad y Confianza del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), maestro Alberto Brusa, en ocasión de una reunión de trabajo llevada a cabo en Paysandú, de la que participaron los responsables de los centros de reclusión de la zona oeste del país. Actualmente, en la Unidad Nº 16 del INR se trabaja en el reacondicionamiento de un espacio para ejecutar el “Protocolo de la vida y atención religiosa en cárceles”, que permitirá a los privados de libertad tener encuentros de culto, sin importar el credo que profesen; así como el mejoramiento (con base en un programa) de la atención médica y física para los reclusos y los casos de urgencia “elaborado por la propia directora licenciada Laura Dutrenit”.
Desde la incorporación del INR a los recintos carcelarios, fueron creados regímenes de “mínima seguridad, mínima y máxima confianza”, organizándose así por zonas. La denominada “zona oeste” está integrada por Paysandú, Río Negro y Salto. “Mercedes no, porque pasó al régimen de unidad de media seguridad cerrada”, dijo Brusa a EL TELEGRAFO.
Asimismo, coincidió en que el grave problema es el egreso de los recintos. “El ingreso y el tiempo que están privados de libertad puede llegar a ser corto, pero el tema es lo que pasa después y por eso tenemos los problemas de reincidencia, muchas veces la duda es cómo se sostiene después”.

PROCESO LENTO EN PAYSANDÚ
La Unidad sanducera cuenta con una población carcelaria de 295 internos, incluidas mujeres. También hay niños, menores de cuatro años, hijos de las reclusas, pero que no forman parte de lo que engloba el término “población carcelaria”. Si bien se está trabajando en la reorganización y su funcionamiento, Brusa aseguró que el proceso es lento. “Se van haciendo cambios que no se notan porque son internos. Se está trabajando en lo que llamamos el economato, es decir organizando. Paysandú es una unidad que ha tenido sus dificultades, igual que Salto, tienen algunos compartimentos similares en incidentes. Hay una característica que es la rivalidad entre barrios, que nos hace bastante daño internamente”.
El director puso énfasis en que a veces los incidentes son más vinculados con problemas con el Poder Judicial. “No saben diferenciar qué es un tema nuestro y cuál no”. Y abogó que ahora, con la presencia del nuevo comando, “se está haciendo mucho más hincapié en el área de tratamiento, el trabajo que hace de alguna manera a los temas más importantes, como el hecho de que no vuelvan a reincidir y que aprendan a resolver los problemas de convivencia. El tema es la edad que tienen, nosotros tenemos más del 60% de la población carcelaria de entre 18 y 25 años. Tratar los temas de adicciones no es fácil en el sentido de las abstinencias, el cuidado que hay que tener y otras cuestiones”, sostuvo.
Respecto a la presencia femenina, que a nivel nacional alcanza el 7% del total de los reclusos, Brusa dijo que generalmente está más vinculada con delitos cometidos en cooperación con su pareja. “Es muy común ver a los dos que están presos por delitos, en su mayoría, por tráfico de drogas, donde el hombre objetivamente arrastra a la mujer”. En cuanto a su inserción, “algunas trabajaban y por ahí no tienen problema en vincularse con actividades, labores o estudio, pero hay otras que no lo hacían ni tenían ninguna actividad, por eso hay veces que el tema viene de afuera. Y nuestro trabajo es ese, básicamente decir a la mañana 'vamos arriba, muchachas, vamos a hacer esta tarea' y comenzar con procesos de acercamiento, de fajina”.

APROPIARSE DE LAS TAREAS
Para poder encarar tareas de remodelación o readecuación en la Unidad, se necesita aguardar “cómo sale el presupuesto 2015-2020”, dijo Brusa. “Lo que sí tenemos es la disposición porque estamos trabajando mucho en el mejoramiento y en algunos casos yo no creo que sea un tema de ampliación, sino de mantenimiento”, aseguró.
“Nosotros estamos en una política de mejoramiento de las condiciones, pero ese tiene que estar hecho por los propios privados de libertad, la primera cosa es que ellos se apropien del lugar. Y se va logrando en cosas que por ahí no se ven, como la limpieza, la eliminación de lo que se llama ranchada, pintar y sobre todo empezar a reacomodar algunas condiciones edilicias, como cuchetas y eso. Ellos lo pueden hacer perfectamente y en esta zona específica estamos combinando qué pueden hacer algunas unidades que se puedan dar a las otras. En estos momentos hay una unidad que le están dando cuchetas que hicieron a otra”, agregó.
Respecto al espacio destinado para el culto, enmarcado en el “Protocolo de la vida y atención religiosa en cárceles”, Brusa enfatizó que será “específicamente para que todas aquellas organizaciones religiosas que quieran acercarse y dar sus servicios puedan hacerlo”. “Lo que nosotros podemos hacer es abrir las posibilidades. En la reunión está presente el subdirector de la unidad de Las Cañitas de Río Negro, Gonzalo Soria, quien además de técnico, es sacerdote”, expresó.
Sobre el protocolo, el director dijo que se elaboró con todas las organizaciones, “tanto la iglesia católica como la metodista, valdense, anglicana, evangélicas, pentecostal, umbandistas, y en base a ello nosotros facilitamos un espacio ecuménico”.
También destacó potenciar las áreas de carpintería y tapicería, “que en un tiempo marchó de muy buena manera”.

CELULARES Y ACCESO A FACEBOOK
El acceso a la tecnología en los centros de reclusión ha sido uno de los temas de debate público; principalmente a raíz del incremento de publicaciones en la red social de Facebook, en que los propios reclusos postean fotografías y mensajes visibles a sus “amigos”. En tal sentido, el maestro Brusa precisó que el tema del acceso a los teléfonos “está para nosotros dentro del programa progresivo regresivo”, por ejemplo, hay lugares como la conocida chacra policial local en que está permitido contar con celulares.
“Primero hay que aclarar que toda unidad debe tener por ley los teléfonos públicos a disposición de los privados de libertad. Los hay en todas las unidades y en los módulos. Claro que se pueden romper o tener tal problema, pero es obligatorio que haya. En segundo lugar, no se prohíben los celulares como tales, sí el grado de progresividad, hay que ganarse el uso del celular. Tenés que tener un buen comportamiento, no tener sanciones, hay un conjunto de cosas que hacen que se tenga derecho a eso”, precisó.
Asimismo, especificó que los celulares no deben tener cámaras, algo difícil en una era en que los modelos smartphones están a la moda y son de fácil adquisición. “No pueden tener celulares que tomen fotos por un tema claro de seguridad, aunque esto no quiere decir que no entren celulares con los que se toman fotos haciendo poses que luego suben a Facebook”. Sabedores de que este tipo de dispositivos están en manos de los reclusos, Brusa aclaró que “luego son retirados en las requisas que hacemos. Incluso, ellos mismos (en algunos casos) han optado por tener celulares de bajo valor porque saben que le son retirados. Se sacan los aparatos pero lo que es muy difícil de obtener es el chip”.
“Yo sostengo que vamos a entrar dentro de un proceso en algún momento, porque es inevitable. Ya tuvimos algunas experiencias y no fueron negativas, por ejemplo, recuerdo que hace unos años en el Centro 2 de Montevideo funcionaba un ciber. El tema es si tenemos capacidad para poner los filtros adecuados. Pero a eso se va a llegar, lo que pasa es que hay que ver cómo nosotros hacemos los filtros; porque es lógico también eso puede servir --como sucedió o sucede en algunas cárceles-- para manejar los negocios turbios desde adentro”. Paradójicamente, puede resultar “más seguro dirigir un grupo criminal desde adentro del penal que desde afuera”, dijo el maestro.

ESCABIO, VIOLENCIA Y FUGAS
Los institutos de rehabilitación o cárceles son centros de disturbios y abusos. Tal es el caso de Paysandú, donde en agosto pasado se registró un desorden que terminó con un recluso lesionado. “Se dio una situación que EL TELEGRAFO registró en que se viven momentos de tensión”, dijo Brusa. Pero ese “es otro tema, se debe trabajar no solamente con los privados de libertad, sino también con el personal, porque de algún lado salen las condiciones para armar el famoso escabio con el que se alcoholizan y que llevan después a problemas”, agregó.
En términos generales “hay un proceso que no se ve, gente que en determinados momentos se ha fugado y ha regresado”.
“Hace muy poco regresó uno por su voluntad, quien se había ido para Brasil. Vino hasta la cárcel y se entregó por su voluntad, como hay otros casos en que la propia familia nos llama y nos dice 'mire, hable con mi hijo' que se fugó y está acá. Yo recuerdo un caso el año pasado en que Coelho (Alfredo, exdirector del recinto carcelario) iba en su auto y de repente vio al fugado. Paró y le dijo 'che, ¿qué hacés?, haceme el favor subite al auto' y lo llevó de vuelta. Con esto no estoy justificando la fuga, pero hay que comprender que no es lo mismo fugarse y cometer un delito que fugarse porque me enteré que tengo una madre enferma o una situación emocional de mi mujer o mi marido. No es tan fácil. Así como hay un caso de un exrecluso que salió en libertad y está trabajando, quien se acercó a pedir que lo dejen estar adentro porque la plata no le alcanza para vivir por sus medios”, indicó Brusa sobre las situaciones en que el INR está inmerso.


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