Paysandú, Jueves 15 de Octubre de 2015
Opinion | 15 Oct De acuerdo a un informe de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea), en base a estudios técnicos sobre los resultados económicos previstos para la soja y el maíz de la campaña 2015-2016, las expectativas resultan negativas para la mayoría de las zonas productivas aún si se obtienen los rindes históricos de cada región y si se mantienen los precios a cosecha que ofrecen los mercados a término.
Según este documento, los cálculos realizados consideraron planteos productivos en campos arrendados, de acuerdo a valores de alquileres para esta campaña y demuestran que en el 85 por ciento de los departamentos por partidos analizados la producción de maíz y soja sería económicamente inviable porque el promedio zonal se ubica por debajo del rinde para cubrir los costos.
Incluso, si se cosecha soja más allá de una distancia de 117 kilómetros de un puerto sería inviable económicamente, cuando la distancia de umbral de rentabilidad era de unos 300 kilómetros hasta hace unos años.
Aunque Argentina cuenta con tierras de las mejores del mundo para la agricultura, quedan solo algunas zonas muy próximas a los puertos e industrias que son rentables para la producción. El informe concluye que “la agricultura argentina actual enfrenta problemas estructurales. Millones de hectáreas agroclimáticamente aptas para cultivo en muchas provincias, en esta campaña, resultarán inviables económicamente”.
Advierte entre los factores que inciden, que “estamos ante una presión fiscal desmedida, incremento de los gastos directos e indirectos, la política cambiaria y la continuidad de las restricciones comerciales”.
Y estamos hablando de la Argentina, un país con enormes recursos naturales, cuyo mayor obstáculo es la gestión de estos grandes recursos. Y es que nuestros vecinos, entre otros aspectos han incorporado una serie de subsidios que se financian con recursos que se detraen de la producción para sostener políticas económicas voluntaristas. Mientras los valores internacionales de las materias primas estaban por las nubes no hubo dificultades, aunque numerosos productores sojeros se volcaron a invertir en el Uruguay para escapar de la presión fiscal argentina, siendo en nuestro país la base esencial para el “boom” agrícola.
Bueno, este es un escenario en el que debemos poner atención en esta orilla, porque es un ejemplo claro de lo que no debe hacerse para no terminar matando la gallina de los huevos de oro, que es creer que los que trabajan la tierra tienen una inagotable fuente de recursos, y que la riqueza es infinita para sostener a un Estado que demanda más y más dinero, gordo y sin músculo, cada vez con mayor burocracia y menos capacidad de gestión acorde a los requerimientos del país y los sectores reales de la economía.
Una muestra más, también proveniente de nuestros vecinos: en Concordia, la Capital del Citrus, de 28.000 hectáreas dedicadas a la citricultura hoy solo quedan 6.000 productivas. Sin lugar a dudas los números son contundentes, pero adquieren otra dimensión si tenemos en cuenta que la actividad citrícola entrerriana genera aproximadamente unos 11.000 puestos de trabajo, lo que la posiciona como la cadena de valor que más trabajo genera en la provincia, dando la pauta de un impacto social grave.
Voceros de los productores de esta zona indicaron que “la realidad es triste si nos comparamos con Perú, Uruguay o Chile, que están exportando citrus al mundo y copando mercados, o como el caso de Sudáfrica que está transitando ‘el año de oro’” por las extraordinarias ganancias obtenidas por la venta de cítricos y por otro lado “tenemos un mercado interno muy golpeado con un costo de producción elevadísimo. Por ejemplo, un cajón de fruta puesto en el mercado central cuesta $35 sin el costo de producción, al productor en promedio anual le quedan 50 centavos por kilo de fruta dependiendo de la variedad; es decir estamos hablando de rentabilidad cero al punto de no poder afrontar los costos que demanda la cosecha de la misma”.
Pero los negocios con el extranjero son claves para sostener un sector que solo en el Litoral entrerriano cuenta con 2.000 productores y genera 40.000 puestos de trabajo. Este año los envíos han caído fuertemente porque la Argentina persiste con un dólar barato mientras sus principales clientes --especialmente Rusia y la Unión Europea-- devaluaron fuertemente sus monedas.
Como sucede en muchas otras economías regionales, los citricultores argentinos se lamentan por la ausencia de medidas de socorro por el Estado y denuncian que por el contrario, el gobierno insiste en aplicarles una “asfixiante presión tributaria” y hasta se apropia de recursos que no le pertenecen al demorar sin mayores explicaciones la devolución del IVA a las firmas exportadoras.
Bueno, más allá de las distancias en comparaciones, este es por regla general el resultado que se obtiene con políticas que priorizan voluntarismos, presionando con impuestos a la producción agropecuaria por aquello de que “el que tiene campo siempre tiene plata”.
Las elecciones ya próximas en Argentina no favorecen las medidas de fondo que no se adoptaron en su momento, como debió ser, porque lo que se haga --incluyendo desmontar por lo menos algunos de los subsidios y regulaciones proteccionistas, así como adecuar el dólar a la realidad-- va a tener su efecto traumático, como todo remedio, y además, quiérase o no, en alguna forma va a afectar al Uruguay.
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