Paysandú, Viernes 16 de Octubre de 2015
Opinion | 10 Oct La movilización, con lectura de proclama incluida, que realizaron en las últimas horas trabajadores sanduceros ante la fábrica local Azucarlito --pero trascendiendo en su alcance toda la zona industrial de la ciudad--, constituye un llamado de atención acerca de un escenario que afrontan la ciudad y el departamento, que es por lo menos delicado, aunque no debería sorprendernos, ante las señales que hemos estado recibiendo.
Es que nos encontramos ante un síntoma más de una tendencia ya notoria, que no es solo un problema de Paysandú, aunque sí es más notable en nuestro medio por su perfil industrial. En este caso tenemos la manifestación más clara a partir de la difícil situación que vive la refinadora sanducera Azucarlito, con una reducción anual de sus ventas que ha alcanzado casi el diez por ciento, de acuerdo a lo manifestado por los trabajadores, por cuanto ha pasado de unas 25.000 a 23.000 toneladas, en cifras redondas, que determina menos horas trabajadas y menos personal zafrero. A ello se agrega el pasaje al Seguro por Desempleo de los trabajadores de Tessamérica (Cotrapay) y conflictos en la planta de Paycueros y AmbBev, con motivaciones diferentes y vinculados a la relación laboral, pero que tienen lugar en un momento particularmente delicado para las empresas.
Yendo por partes, es indudablemente legítima la inquietud de los dependientes de la refinadora sanducera, teniendo en cuenta que no pueden permanecer impasibles cuando ven que lenta pero inexorablemente se ingresa en una pendiente de horas trabajadas y la empresa, como tantas otras, afronta problemas de rentabilidad a los que no se les ve salida en esta coyuntura.
A la vez es sabida la problemática de la exPaylana, una textil que forma parte de las añejas industrias emblemáticas de Paysandú, al igual que la propia Azucarlito, y que debió cerrar sus puertas mientras el gobierno de José Mujica, sin un diagnóstico y análisis serio de viabilidad, por razones político-ideológicas-electorales asistió al emprendimiento con recursos del Fondes para promover la autogestión.
En los casos que nos ocupan, AmBev y Paycueros están en otra situación, por su carácter multinacional, pero también funcionando con dificultades, porque la regla de costos exacerbados se aplica a toda la cadena de producción, y no hay emprendimiento que pueda considerarse como una isla de prosperidad dentro de un país con turbulencias.
En suma, en Paysandú están en juego cientos de puestos de trabajo, que penden de un hilo, y las respuestas tanto coyunturales como de fondo, solo pueden provenir del gobierno nacional, en un enfoque global de la situación pero también con la posibilidad de adoptar medidas específicas para atender determinados aspectos de la problemática local, con medidas que no pueden ser uniformes, teniendo en cuenta las peculiaridades de los respectivos emprendimientos.
Por ejemplo, más allá de los costos del proceso, en el caso de Azucarlito el hecho de que se haya desvirtuado el decreto de importación de azúcar blanco más barato para atender los costos de sectores industriales que son grandes consumidores de esta materia prima, conlleva que se esté volcando azúcar de esta procedencia para su venta al mercado interno, que es el que debe ser atendido por Azucarlito y ALUR, y por lo tanto estamos ante una competencia desleal que obedecería fundamentalmente a la falta de controles de los organismos del Estado. Pero además, de acuerdo a lo que denunciaran los trabajadores de Aeyoría, el decreto regulador de esta importación está mal redactado y habría un resquicio legal cuya consecuencia precisamente es la importación en bolsas mayores a los 25 kilogramos, violentando el espíritu de la norma.
Y en lo que refiere a Cotrapay, lamentablemente, teniendo en cuenta el escenario de la industria textil en el mundo, con competidores de la talla de China y otros países asiáticos, mal que nos pese el camino que parece inevitable es el de la reconversión del emprendimiento sanducero.
A la situaciones puntuales que nos hemos referido, debe tenerse presente que hay ya marcada desocupación en la industria de la construcción, un sector que a la vez es multiplicador de actividad en una serie de emprendimientos de apoyo, por lo que todo lo que se promueva en este sentido es bienvenido para paliar un panorama que dista de ser halagüeño.
Y no se trata de ser tremendistas ni pájaros de mal agüero, sino de ser realistas, porque flaco favor se le haría a Paysandú el hacer como si aquí no pasara nada, y dejar correr las cosas haciéndonos los distraídos para ver si la situación se revierte por sí sola.
Cuanto antes asumamos que estamos en problemas, y actuemos en consecuencia, con altura de miras, con la propuesta antes que el puño cerrado, pero con la firmeza que requiere la hora, mucho mejor, porque es el momento en que se deben deponer diferencias e intereses particulares o sectoriales para remar juntos, antes que al bote se lo lleve la corriente.
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