Paysandú, Lunes 19 de Octubre de 2015
Opinion | 17 Oct La riqueza en Latinoamérica se redujo un 17 por ciento en el año transcurrido entre mediados de 2014 y de 2015, principalmente por la apreciación del dólar frente a la mayoría de monedas de la región, según surge de un estudio del banco suizo Credit Suisse sobre la riqueza en el mundo en 2015.
La institución considera que de una riqueza global de 250.000 billones de dólares; 7,4 billones corresponden a Latinoamérica, es decir 1,5 billones menos que en el período interanual precedente, aunque debe tenerse presente que globalmente la riqueza ha declinado en 12,4 billones de dólares debido a los movimientos cambiarios frente al dólar estadounidense.
De esta manera, la riqueza media en la región se sitúa en 18.500 dólares por adulto, frente a una media global de 52.400, lo que indica que el habitante latinoamericano es “la tercera parte de rico” que el promedio mundial. En tanto la mayor riqueza se concentra en Norteamérica (Estados Unidos y Canadá, vaya novedad), donde la riqueza acumulada por cada adulto asciende a 342.000 dólares, seguido por Europa, con 128.500 dólares.
Pero estos datos no tienen directa relación con la riqueza real de la población, porque se obtienen de la simple división del total de la riqueza de la región sobre la población. Y las situaciones son muy disímiles dentro de un mismo colectivo. Incluso el propio estudio destaca que el 1 por ciento de individuos más ricos poseen la mitad de toda la riqueza doméstica del planeta.
A la vez, entre los ejemplos para la región que ofrece el informe figuran los de Chile y Brasil, dos economías que se destacan en el subcontinente. Los autores del informe comparan la economía chilena con las de Argentina y Brasil y concluyen que el Producto Bruto Interno (PBI) de la primera crece a un ritmo más acelerado (34% superior al argentino y 22% por encima del brasileño), mientras que la inflación es menor.
Pero la constatación más contundente tiene que ver con el “contraste de la riqueza doméstica” entre estos países, pues la de los hogares en Chile es “más del doble” que en Brasil y “cuatro veces más grande” que en Argentina.
Desde el año 2000, la riqueza por persona en Chile ha progresado en un 171 por ciento y está dividida casi en partes iguales entre activos financieros y bienes inmuebles.
Los activos del primer tipo se han expandido gracias a la baja inflación, mercados financieros bien desarrollados y un sólido sistema de pensiones.
En comparación con el resto del mundo, Chile tiene más personas en la franja de 10.000 a 100.000 dólares de riqueza y menos por debajo de 10.000 y por encima de un millón.
Sobre Brasil, el informe destaca que la riqueza doméstica casi se triplicó entre los años 2000 y 2014, pasando de 8.000 dólares por adulto a 23.400 el año pasado.
Sin embargo, la caída de cerca del 30 por ciento del real frente al dólar entre mediados de 2014 y de 2015 redujo el valor de la riqueza por adulto a sólo 17.600 dólares.
Los analistas señalan que, dejando de lado las fluctuaciones del tipo de cambio, la riqueza en realidad subió un 5,9 por ciento en Brasil a lo largo de esos doce meses y aumentó a una media anual de 5,7 por ciento desde 2010.
Brasil también tiene a su vez más población en el rango de 10.000 a 100.000 dólares comparativamente al resto del mundo, lo que no significa que las desigualdades sean menores que el promedio mundial, aclara Credit Suisse.
Esas desigualdades se reflejan en los ingresos, que a su vez son producto de los importantes desniveles en la educación y de la persistente brecha entre la economía formal e informal en los respectivos países, que los posiciona de manera diferente ante los desafíos que se les erige ante los cambios en los parámetros mundiales.
El hecho de que Chile esté mejor ubicado en muy buen nivel en las economías regionales no es un acontecimiento caprichoso, sino que responde a políticas económicas y mejoras estructurales que encaró la nación trasandina, que en buena medida tuvo su punto de apoyo en las medidas adoptadas durante la dictadura del general Augusto Pinochet, que como todo régimen de facto –también los gobiernos democráticos-- no hacen todo mal o todo bien, sino que tienen sus aciertos y errores.
Y la dictadura chilena tuvo entre sus logros un ordenamiento de la economía que sentó los pilares de políticas de Estado que se mantuvieron tanto durante los gobiernos socialistas como los liberales, lo que permitió que sin llegar a la panacea, su economía continúe creciendo en buena forma aún en situaciones regionales o mundiales desfavorables.
En contrapartida, países con gobiernos de todo signo, que llevaron adelante políticas voluntaristas que empezaron por priorizar la distribución de una riqueza que estaba prendida con alfileres, se endeudaron e incrementaron sideralmente el gasto público, por lo que como era de esperar, hoy están empantanados con una situación adversa.
Pero también es cierto que las mediciones como las del banco suizo, que se hacen tomando en cuenta depreciaciones de las respectivas monedas frente al dólar para considerar como eje central esta caída en la riqueza continental no miden en toda su magnitud el grado de vulnerabilidad que tienen estas economías tras la década de bonanza, cuando hubo elevados precios de los commodities que permitieron disimular serios problemas estructurales.
Y este es el punto, que sin buenos precios, además de perderse riqueza puntual por ingresos y cotizaciones de los commodities, la mayoría de estos países, con baja industrialización, tecnología e inversión para procesos, así como niveles educativos que dejan mucho que desear, se quedan sin herramientas para dinamizar sus economías con un grado más o menos incipiente de desarrollo.
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