Paysandú, Miércoles 21 de Octubre de 2015
Opinion | 14 Oct En el último fin de semana largo en Argentina, la industria turística recaudó 140 millones de dólares provenientes del mercado interno. Aun cuando las cámaras especializadas advierten que se gasta menos, que se buscan destinos más cercanos y que aquellas ofertas grupales cobran fuerza en desmedro del viaje en el auto familiar, esa cifra y el casi millón de personas que se trasladaron dentro del país no son para nada despreciables.
Cuando comenzó el estilo de feriados largos se pensó, dentro y fuera de fronteras que no era precisamente una buena idea y que iba a impactar negativamente en la productividad general.
No obstante, ha quedado claro que el impulso que se le ha dado al turismo interno es ni más ni menos que soporte para recibir posteriormente al turismo externo, porque la enorme inversión que implica el turismo no puede sustentarse si no se establecen políticas que mejoren su potencial y que generen ocupación y uso de todos los servicios que provee.
Mirar al otro lado del río y ver a Colón, una ciudad hermana, bastante más cercana que algunas en nuestro propio país, es ver una realidad deseable pero por ahora inalcanzable. Es como asomarse a la vidriera de un negocio al que no se puede ingresar.
No es casualidad que Colón y otras ciudades de su departamento, caso de San José, sean de tanto atractivo; no solamente se debe a que están a pocas horas de Buenos Aires. Hay claramente una política que baja desde lo gubernamental y se expande por los inversores privados, en realidad prácticamente todos los habitantes de la ciudad.
Lejos han quedado aquellas temporadas en que los colonenses pasaban el verano en una carpa en el fondo de sus viviendas porque alquilaban estas a los turistas. Poco a poco han ido construyendo una envidiable infraestructura desde hoteles a casas y apartamentos particulares que hoy permite recibir a miles de turistas sin que la ciudad colapse.
Y si los hospedajes funcionan a pleno, también lo hacen los restaurantes, los paseos guiados, los comercios de todo tipo. Todos se benefician de que entre todos se potencian. El éxito turístico de Colón no se basa en grandes atractivos naturales o en enormes estructuras, se basa simple y sencillamente en pensar en común en un objetivo común: todo Colón piensa y respira turismo.
Paysandú, a apenas kilómetros, sigue sin poder unirse al engranaje y participar de esa explosión de turismo que precisamente necesita de nuevas propuestas. Nada bueno sería que las mismas provengan de departamentos vecinos. Pero no hay que seguir durmiendo la siesta y luego despertar malhumorados.
Si está probado que una política de expansión turística apoyada en una fuerte inversión de toda la comunidad da excelentes resultados, ¿hasta cuándo seguiremos mirando la vidriera?
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