Paysandú, Domingo 25 de Octubre de 2015
Opinion | 25 Oct El 1º de diciembre de 1864 el general Venancio Flores acampó con su ejército en el arroyo Sacra, a la vista de Paysandú. El lugar ofrecía una ubicación estratégica pero también buenas condiciones de habitabilidad, agua, sombra, leña.
A mediados del siglo XIX el primer molino harinero de Paysandú funcionaba con la energía de las aguas del arroyo Sacra en la zona donde hoy se encuentra el puente de la Ruta 3.
En 1880 operaba a pleno, en las costas de la desembocadura en el río Uruguay el Saladero de Sacra. “Ese magnífico establecimiento construido a todo costo en un terreno de 113 cuadras superficiales y admirablemente preparado con los útiles necesarios, puede faenar de 800 a 1.000 animales diarios”, según establecía un aviso publicado en 1889.
“Hace como cincuenta años, en verano íbamos todas las tardes a bañarnos en la piscina del Sacra, en el Parque, nos comentó un vecino que ha vivido siempre a unas cinco cuadras del arroyo. En realidad se trataba de un embalse que había sido construido por la Intendencia que formaba un espejo de agua y contaba con “playas” y una terraza de material.
Las conexiones clandestinas de pozos negros a cursos de agua y desagües pluviales que van a dar a las cuencas de la Zanja de Arana y del arroyo La Curtiembre, entre otras zonas de la ciudad, así como caños de la red cloacal que se derivan hacia los pluviales de la red cloacal, son un factor que afecta seriamente la calidad de cursos de agua como el arroyo Sacra y La Curtiembre, así como el río Uruguay, además de constituir riesgo potencial para transmisión de enfermedades en la propia planta urbana, señalaron a EL TELEGRAFO autoridades municipales.
Así, brevemente, hemos querido ejemplificar que el arroyo Sacra no es un límite de la ciudad, ni una vía que separa un territorio de otro sino que indudablemente es parte de Paysandú, una parte muy importante porque aporta, o mejor dicho aportaba, agua limpia, aire puro, vegetación y esparcimiento. Era como suele decirse, un pulmón, un enorme pulmón de la ciudad.
Y hoy, ese pulmón está enfermo, herido, contaminado, casi moribundo por lo que resulta evidente que algo hay que hacer inmediatamente.
Alcanza con “dar una vuelta por ahí” para comprobar que su cauce transporta los residuos, la basura que se le ocurra, los desperdicios más increíbles, los restos más peligrosos. Sus costas han sido socavadas al extremo que los árboles que no cayeron por esa causa debieron ser talados por el potencial peligro que representaban. Las construcciones que se han levantado a lo largo del arroyo son, en la mayoría de los casos, definitivamente indecorosas.
Ante este panorama, en principio aparecen dos soluciones posibles: una es entubar esa corriente de agua, constreñirla en una voluminosa estructura de hormigón. La otra es recuperar el hermoso arroyo que acariciaba la ciudad.
Sólo para informarnos de lo que pasa en otras latitudes veamos dos párrafos de un informe sobre el tema en la capital mexicana: “En otros tiempos la Ciudad de México fue la ciudad de los lagos, bañada por agua, y con tres grandes caminos. Muchas haciendas se beneficiaron de sus ríos y gracias a ellos se desarrollaron importantes industrias. Hoy no queda nada; los ríos se entubaron y por encima de ellos se construyeron ejes viales: así desaparecieron de la vista aproximadamente 83 kilómetros de cauces de ríos”. “Un ambicioso proyecto devolverá a la Ciudad de México lo que otras grandes metrópolis disfrutan cotidianamente: un río de cauce abierto, limpio, que alimente espacios verdes y contribuya a mejorar el abastecimiento de agua”.
Y eso es precisamente lo que entendemos debe hacerse pero, ¡claro!, el lector se estará preguntando si nos olvidamos de la parte humana del problema. Por supuesto que no. Este planteo pone en primer lugar la situación de todos aquellos que viven en las márgenes del Sacra, desde los niños que duermen en pisos de barro arrebujados en viejas y gastadas mantas hasta los que han logrado construirse “edificios” de dos plantas, muchas veces con ladrillos que ellos mismos hacen.
Esto quiere decir que una parte muy importante del proyecto será la reubicación --o no-- de muchísimas familias porque resulta evidente que en muchas zonas de las márgenes del Sacra se deberá prohibir la construcción de viviendas de cualquier tipo.
No avancemos más en aspectos del proyecto, establezcamos sí que debe encararse de inmediato para que lo antes posible se inicie la tarea que, seguramente demandará el lapso de dos o tres administraciones departamentales.
Por esto, consideramos que la recuperación del arroyo Sacra debe ser un punto de la “política de estado” que consideramos debe tener el Gobierno Departamental de Paysandú.
Obviamente consideramos que los técnicos municipales están plenamente capacitados para planificar el emprendimiento y estimar las necesidades económicas que generará pero, si hay razones de exceso de trabajo o falta de tiempo, recordemos que hace unos días se anunció por parte de la Intendencia Departamental que recibirá “un millón de pesos de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) para contratar técnicos que analicen las posibilidades de desarrollar actividades productivas, de infraestructura o en los temas que la Intendencia entienda conveniente para el crecimiento del departamento”.
No será para hoy pero, parafraseando dichos populares, el peor proyecto es el que no se formula y el peor trabajo es el que no se hace.
Esperemos que nuestros hijos, en algunos casos, nuestros nietos en otros puedan volver a disfrutar de un arroyo Sacra de aguas cristalinas, costas con montes acogedores y, en definitiva, un lugar casi idílico para todos los sanduceros.
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