Paysandú, Miércoles 28 de Octubre de 2015
Opinion | 28 Oct Con un consumo per cápita anual de 98,6 kilos, según datos del Instituto Nacional de Carnes (INAC), Uruguay ciertamente no puede permanecer indiferente ante el informe dado a conocer en las últimas horas por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) que evalúa el consumo de carne roja y procesada y su relación con el riesgo de cáncer.
La afirmación del instituto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que “el riesgo (de tener cáncer) aumenta con la cantidad de carne consumida” puede tener en Uruguay impacto como en pocos otros países, desde que el año pasado, en promedio, consumimos 58,6 kilos de carne vacuna, 4,1 kilos de carne de cordero, 15,8 de carne de cerdo y 20,1 kilos de carne aviar, para ese total consignado de 98,6 kilos.
No obstante, la recomendación de disminuir el consumo de carnes procesadas y rojas no es una novedad respecto a su papel en los distintos tipos de cáncer. Tanto la World Cancer Research Found como el American Institute for Cancer Research (dos de las instituciones científicas más reconocidas en lo que a cáncer se refiere) tienen publicado un documento desde 2007 periódicamente actualizado al respecto. Claramente se establece que el consumo de ambos tipos de carnes aumenta el riesgo de contraer la enfermedad.
Ahora bien, intentar reducir el consumo en un país como el nuestro, donde la carne --especialmente vacuna-- es el alimento preferido, donde los domingos se pueden apreciar a simple vista cómo las familias preparan su asado familiar, resulta complejo sin dudas.
Reducir el consumo es reducir riesgos y aumentar la calidad de vida. Por tanto, como coinciden todos los expertos, es algo razonable. Aumentar el consumo de verduras y frutas, por otro lado, es algo saludable. Pero también hay que tener en claro que los distintos tipos de cáncer tiene una etiología multicausal (genética, ambiental y de hábitos de vida, entre otros). El propio comunicado del IARC, que ha levantado revuelo de manera instantánea, saliendo los grupos productores a exponer su disenso, afirma que el riesgo individual de desarrollar cáncer colorrectal por el consumo de carne procesada sigue siendo pequeño, pero la repetida exposición en frecuencia y cantidad al elemento cancerígeno incrementa las posibilidades de riesgo.
Ergo, pensar que se trata de que los fiambres, embutidos, frankfurters, panceta y el afamado asado son cancerígenos no es lo que afirma la OMS. Aunque los hay, resulta difícil imaginar un uruguayo que no sea consumidor habitual de carne, tanto roja como procesada.
Hay que aumentar los cuidados, cierto es, desde que por diferentes razones aumentan las posibilidades de enfermedades tan complejas como el cáncer. Pero la clave está también en elegir consumir buenos productos, aquellos producidos con estrictas normas de sanidad y calidad.
El informe no promueve el alarmismo, sino que llama la atención a maneras más saludables de vida. Y eso siempre debe ser bienvenido.
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