Paysandú, Sábado 07 de Noviembre de 2015
Opinion | 31 Oct Un país de base esencialmente agropecuaria, como es el caso de Uruguay, depende en extremo de una serie de elementos que condicionan la situación del país, sobre todo en lo que refiere a precios de los productos que se exportan.
En épocas de vientos favorables para el agro, como se ha dado en la última década, en que los buenos precios y las inversiones consecuentes permitieron disimular falencias, contrastan con períodos de desaceleración o neutros, como el actual, en el que los condicionamientos se perciben con mucha mayor claridad porque atenazan la ecuación económica de productores y operadores, y es por lo tanto el momento en que empiezan a crujir las ineficiencias, los costos, la falta de infraestructura adecuada, de determinados controles, y naturalmente, lo gravoso del peso del Estado sobre quienes crean la riqueza.
Pero en todos los casos, cualquiera sea el período por el que se transite como derivación de los avatares económicos, el objetivo que no debe perderse nunca de vista es la preservación de los recursos naturales, que es un capital irreemplazable e irreparable cuando se destruye sin responsabilidad incluso por quienes lo explotan, muchas veces por no reinvertir y tratar de obtener la máxima rentabilidad posible en determinado período.
Se han dado casos en otros tiempos, fundamentalmente, cuando los controles se ignoraban, al igual que los consejos técnicos respecto a los monocultivos sin rotación, por ejemplo, o el uso inapropiado de determinadas prácticas agrícolas, caso de la arada inapropiada en desniveles que no contrarrestaban el arrastre del agua de lluvia, el uso indiscriminado de plaguicidas, la desprotección por falta de forestación, entre otros aspectos, que determinaron que se perdieran suelos muy valiosos o se agotaran sus nutrientes por largo tiempo.
Otro factor que no debe perderse de vista es que este peligro se maximiza cuando se trata de arrendamientos de predios con fines productivos, en los que es preciso obtener la máxima ganancia, y quien lo explota se ve ante una disyuntiva que en la que una alternativa puede ser no cumplir con normas elementales de preservación para hacer rendir más su dinero, teniendo en cuenta que su emprendimiento es temporal.
En este contexto corresponde evaluar en su importancia los foros que se realicen para analizar instrumentos y metodologías para optimizar la preservación del bien suelo en el Uruguay, con el aporte de técnicos, autoridades encargadas del control del cumplimiento de normas y los propios productores, los principales interesados en preservar y mejorar su patrimonio y fuente productiva, lo que naturalmente se corresponde con el interés general.
Paysandú ha sido sede esta semana del Simposio Nacional de Agricultura, y primer Encuentro Regional de Políticas de Conservación de Suelos, en el que se ha contado con la presencia de autoridades del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), el intendente Guillermo Caraballo y representantes de numerosas instituciones que apoyan este encuentro, en el que se han hecho presentes más de 350 especialistas de varios países, así como de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
El subsecretario del MGAP, Enzo Benech, evaluó que la presencia de más de 300 técnicos en el Salón Egeo, donde se ha desarrollado el evento, da la pauta de que los diagnósticos elaborados en su momento “se transformaron en políticas activas que se están ejecutando interinstitucionalmente junto al Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria y la Universidad de la República”.
Asimismo, destacó que las políticas de uso y conservación de suelo necesitan, para funcionar adecuadamente, “definiciones claras, rigor científico, compromiso político y marco legal con poder de fiscalización, porque todos somos buenos, pero si nos controlan, mejores”, al tiempo de evaluar que “Uruguay es ejemplo mundial en rotación de cultivos y protección de suelos”.
Pues bueno sería si no lo fuéramos, por cuanto en esta premisa nos va la vida, aunque no están lejanos los tiempos --todavía queda seguramente algún resabio-- en que la irresponsabilidad, la ignorancia o la desaprensión, tal vez creyendo que el recurso era inagotable y que no podía ser afectado por prácticas agresivas, determinó que se perdieran suelos muy valiosos por el fenómeno de la erosión y quedaran improductivos por largo tiempo.
Este objetivo es especialmente válido para la agricultura, por su explotación extensiva y que ha crecido sustancialmente en los últimos años, con preponderancia de explotaciones de monocultivos como la soja, así como grandes implantaciones forestales que tienen su incidencia global, pero las autoridades del MGAP hacen hincapié en que la vez que están en ejecución planes de este perfil para la agricultura, también comenzarán a ejecutarse en lechería, por cuanto en mayor o menor medida no hay explotación que no tenga su efecto sobre el recurso.
El punto es que a través de políticas dirigidas a la concientización de productores, innovación tecnológica aplicada, asesoramiento técnico permanente, normas específicas y controles consecuentes en cuanto a la preservación del recurso, el Uruguay ha avanzado en esta materia, y aún con mucho por hacer, naturalmente, esta mejora conlleva el desafío de seguir en este derrotero, con perseverancia, para no perder rueda y potenciar nuestra base de riqueza, de cara a un mundo que va a precisar cada vez más alimentos.
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