Opinion | 14 Nov París será escenario en diciembre de una nueva cumbre mundial sobre el cambio climático, tema que está en la agenda internacional --en algunos ámbitos con más fuerza que en otros-- y que tiene como eje el acordar acciones contundentes para enfrentar el desafío del calentamiento global.
Este es un aspecto que es controvertido incluso desde el punto de vista científico, porque los técnicos no están de acuerdo en lo que es posible esperar de este aumento de la temperatura promedio global, teniendo en cuenta además, como señalan muchos integrantes de la grey científica, que desde el inicio de los tiempos el globo ha pasado por cambios de este tipo. Un claro ejemplo la era glacial, por miles de años, para luego iniciarse el deshielo y, con pocos cambios, mantenerse hasta hoy.
El punto es que aún con reparos en cuanto a la exactitud del proceso, un calentamiento implicaría que continúe el deshielo en los polos y el consecuente aumento en el nivel de los océanos y mares en todo el mundo, y ello no es un problema menor.
Igualmente, están en discusión las causas, desde que mientras en las eras que se sucedieron en la antigüedad se ha tratado de procesos naturales inevitables, el calentamiento que se está registrando involucra la intervención del hombre, por los procesos industriales y la contaminación que, por ejemplo, han derivado en la perforación de la capa de ozono de la atmósfera en extensas áreas.
Asimismo, la lucha contra la contaminación tiene costos y responsabilidades distintas de acuerdo a los protagonistas, y es indudable que el mayor contaminante es el mundo industrializado, el que además de afectar directamente la atmósfera en los procesos industriales, vuelca sus desechos a países del tercer mundo con intervención de privados y gobiernos que hacen negocio con sus países haciendo las veces de basureros.
Paralelamente, se han instituido en base al Protocolo de Kyoto bonos de carbono para premiar y estimular a los países que desarrollan procesos amigables con el medio ambiente, como la forestación y generación de ciclos virtuosos para contribuir a despejar el planeta, en alguna medida, de agentes contaminantes.
A esta altura hay creciente evidencia –no seguridad-- sobre los cambios en el clima global, lo que debería haber convencido a los gobiernos de que es necesario lograr un acuerdo eficaz y obligatorio, que contenga el aumento de la temperatura promedio por debajo de los 2 grados centígrados para fines de este siglo, y es de esperar que en esta cumbre de París se logren avances significativos, con hechos contundentes en lugar de seguir hablando sobre lo que se debería hacer y no se hace.