Paysandú, Sábado 14 de Noviembre de 2015
Opinion | 14 Nov El panorama poco alentador --por ser cuidadosos con el término-- de los emprendimientos industriales signó la conmemoración, este jueves, del Día de la Industria en el Uruguay, la que refleja caída en términos relativos y absolutos como una constante, un aspecto que fue señalado con énfasis por los directivos de la Cámara de la Industria del Uruguay en un día que en esta oportunidad tuvo poco de celebración.
Era un día de festejo por el 117° aniversario de la Cámara de Industrias (CIU) y la inauguración del sitio de disposición final de residuos sólidos industriales, lo que igualmente no pudo cambiar el tono sombrío del discurso del presidente de la CIU, Washington Corallo, quien se centró en la descripción de un sombrío panorama en el sector.
Los principales problemas enumerados por el empresario fueron caída de actividad y del empleo, pérdida de competitividad, baja de exportaciones y ventas locales, así como elevados costos, por lo que los industriales reclamaron, como paliativo, un tipo de cambio más alto, alivio fiscal para las empresas, mayor inserción internacional del país y mesura y sensatez de los sindicatos en las negociaciones en los Consejos de Salarios, como ejes para empezar a trabajar en un contexto mucho más complejo de la trama socioeconómica del país.
El titular de la CIU señaló que el 66% de las ramas industriales tuvieron una caída de su producción durante el año, y el 80% verificó una baja de su personal ocupado. A la vez, previó que la producción (sin tomar en cuenta a Montes del Plata) caerá entre 3% y 4% este año debido a un menor nivel de exportaciones y de ventas internas.
Los números expuestos por el dirigente empresarial también permiten estimar que el empleo mostrará una baja de 6% respecto al año anterior. Corallo comparó el personal ocupado en 2011 con este año e indicó que el descenso se ubicará entre 13% y 14%, lo que significa más de 20.000 puestos de trabajo en retroceso. Igualmente y ante ese panorama difícil, sostuvo que los empresarios buscaron optimizar sus costos, diversificar mercados y también continuaron con inversiones.
Pero dado que no es posible competir con costos elevados, señaló que el gobierno debería aplicar medidas anticíclicas de alivio fiscal para las empresas, considerando que a su juicio "hay espacio para permitir un mayor deslizamiento del tipo de cambio. Somos conscientes que no es la única forma para mejorar la competitividad, pero sí es la que brinda una certeza rápida para ajustar sus parámetros", a la vez que evaluó pertinente una rebaja —temporal— de los aportes patronales.
El presidente de la CIU consideró que es necesario replantear el modelo de inserción internacional del país donde deberá tomarse en cuenta el estancamiento del Mercosur, mientras que entre los costos incluyó lo relacionado con la masa salarial, y sostuvo que "en momento como el actual es imprescindible mantener un escenario ideal para los Consejos de Salarios. Mesura, sensatez, cordura en las plataformas reivindicativas (de los sindicatos) son el primer paso hacia una negociación exitosa que debe concentrarse en lo salarial; donde el sector necesita que los negociadores del Ministerio de Trabajo mantengan ese rol de facilitadores con imprescindible grado de imparcialidad a la hora de intervenir en las negociaciones".
Como ya hemos señalado en más de una oportunidad, el Uruguay es un país caro para producir, porque todos los insumos son caros, y mucho más aún cuando se quiere competir con productos que tengan valor agregado, con una regla básica: cuanto más mano de obra tiene un producto exportable uruguayo, más difícil resulta competir, porque a los elevados costos de la masa salarial en dólares deben agregarse también una alta presión tributaria, energía y servicios caros, carencias logísticas y burocracia estatal que conspiran contra la corriente exportadora.
En resumidas cuentas, Uruguay está en condiciones de competir, por ahora, en áreas esencialmente agropecuarias en las que cuenta con ventajas relativas para producir, tratándose básicamente de commodities con escaso o nulo valor agregado. Cuando se le empieza a agregar mano de obra, se va perdiendo competitividad, y este es un aspecto absolutamente negativo, desde que se trata de empleo de calidad, con aplicación de tecnología, que no resulta atractivo, y ello explica que se sigan cerrando industrias, perdiendo empleos y fuentes de trabajo, retrocediendo en calidad y modernización, no solo cuando se sale a competir en el exterior, sino cuando se elaboran productos para competir con los importados en el mercado interno.
Y este es un aspecto que no se arregla con un alivio parcial de carga tributaria o medidas temporales, sino que estamos ante un problema serio, de carácter estructural.
El empresario argentino Eduardo Constantini, quien tiene negocios en nuestro país, en declaraciones a El Observador resumió que está viendo posibilidades de invertir en Brasil, por cuanto “Uruguay creo que sigue estando caro y a su vez el mercado inmobiliario está bastante parado debido a los altos costos. De manera que vamos a seguir esa dinámica”, y agregó que “me parece que Uruguay tiene que calibrar el nivel de los costos internos expresados en dólares, el valor del dólar, para alinearse a la devaluación que hubo en Argentina, a la devaluación que hubo en Brasil, a los precios que hay hoy en el mundo de los cereales. Y darle lugar también a otros sectores, no solamente al agropecuario.
Mi impresión de afuera, sin gran conocimiento, es que Uruguay podría lograr ser un poco más dinámico y eso llevaría a que el Estado tuviese menor peso en la economía. Tener menor cantidad de empleados públicos, que se transfieran a la actividad privada. Pero claro, si no hay demanda de empleo del sector privado, no hay transferencia posible. Por eso creo que el país tiene que tratar de ser más competitivo”.
Una visión plenamente compartible, que no es novedosa para quienes hace años venimos marcando dónde están los problemas, pero que los sucesivos gobiernos han soslayado al priorizar lo urgente sobre lo importante, al seguir gastando más de lo que se ha crecido y quedando por lo tanto sin recursos para tener margen de maniobra cuando cesa el viento de cola y crujen las estructuras deficientes, como ahora.
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