Paysandú, Lunes 16 de Noviembre de 2015
Opinion | 10 Nov Aunque todavía no integra un perfil prioritario en la agenda del acuerdo regional Mercosur, cuya tranquilidad es pasmosa en cuanto a la búsqueda de logros e innovación en el intercambio comercial, es ostensible el movimiento en el tablero internacional a través de la búsqueda de alianzas entre bloques y entre países que permiten ingresos de productos a tasas preferenciales y por ende priorizando intercambios bilaterales respecto a los productores que están al margen de los acuerdos.
Es decir que quien no se integre a estos acuerdos corre el serio riesgo de quedar marginado de los grandes mercados y de los centros de decisión, y lamentablemente en lo que al Mercosur refiere, no solo hay serios problemas en el intercambio interno, con vigencia de proteccionismos y trabas encubiertas, sino que tampoco como bloque ha podido concretar acuerdos preferenciales, ni siquiera a través de negociaciones con la Unión Europea.
Estas ya llevan casi veinte años, sin que se haya logrado avanzar en algunos temas puntuales por actitudes proteccionistas de algunos países europeos en determinados casos, pero sobre todo por la resistencia, imprevisibilidad y anarquía proteccionista de la política económica argentina de la última década.
Un cuadro de situación en esta problemática surge de reflexiones del presidente del Consejo de Comercio Exterior de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo, Rubens Barbosa, quien en artículo publicado en El País da cuenta de que después de largos y difíciles entendimientos, la conclusión del Acuerdo de Asociación Transpacífico (conocido por sus siglas en inglés TPP) entre doce países, con acceso al Pacífico, incluso EE.UU y Japón, que representan 40% de la producción mundial, abre una nueva etapa en las negociaciones comerciales.
Ocurre que El TPP va más allá de un acuerdo de libre comercio internacional limitado a la reducción o a la eliminación de aranceles y al análisis de las barreras arancelarias y no arancelarias (subsidios, antidumping) controladas en las fronteras. El TPP y otros entendimientos, como el acuerdo entre EE.UU y la Unión Europea, inauguran una forma de interdependencia económico-comercial regional más profunda respecto a la relación que comúnmente se daba hasta el presente.
Según Barboza, esos acuerdos permitirán ampliar las cadenas productivas globales, donde el foco, al contrario de los acuerdos negociados hasta ahora, son reglas existentes dentro del territorio de cada país miembro, relacionadas con el comercio, caso de competitividad, inversión, propiedad intelectual, servicios, laborales, medio ambiente y que deberán ser armonizadas.
Estos elementos traídos a colación nos permiten contrastar la óptica y acciones que se desarrollan en otras latitudes, aunque muchas de ellas acá nomás en la región, en el área del Pacífico, con la parsimonia y visión hemipléjica que ha sido la constante en el Mercosur, donde existen corsés para habilitar acuerdos bilaterales de sus socios y encima tampoco hay apertura en bloque hacía el mundo, por lo que no se es ni se deja ser.
Tras veinte años de vigencia del Mercosur, el TPP es la primera negociación importante en las últimas décadas, llevada a cabo por motivos geopolíticos. Este acuerdo Transpacífico, liderado por Estados Unidos, amplió los intereses y la visibilidad norteamericana en Asia y excluyó a China, con el objetivo de responder a la creciente presencia del país y al temor de los países de la región de una eventual amenaza de Pekín.
Según analistas internacionales, el TPP va a impactar fuertemente en el sistema multilateral de comercio, aunque los países no participantes podrán intentar revivir la Organización Mundial de Comercio (OMC), aunque con Washington aún menos interesado en salvar a la OMC y más propenso a acelerar el acuerdo con la Unión Europea.
No es aventurado evaluar que las nuevas reglas del acuerdo TPP serán gradualmente extendidas a aquellos países que tengan interés en unirse a los nuevos megabloques, lo que deja a los países del Mercosur como Uruguay, que siempre ha abogado por la diversificación, en una situación incómoda y de notoria insatisfacción, cuando quiere y no puede integrarse a estas corrientes de acuerdos y sigue atrapado en el pantano regional.
Es cierto que en la fuerza de gobierno no se actúa en forma monolítica, sino que hay sectores que han abogado por abrirse a nuevos acuerdos y tratados preferenciales, pero el país está gobernado por las bases del Frente Amplio, que imponen su voluntad y se oponen a todo lo que pueda significar apertura, a excepción de algún que otro acuerdo por motivaciones ideológicas.
Como bien lo señala el presidente del Consejo de Comercio Exterior de la Federación de Industrias de Sao Paulo, se están estableciendo nuevos patrones para el comercio internacional y ello tendrá implicaciones para todos los países, teniendo en cuenta que esos patrones podrán influenciar sobre los otros acuerdos que sean examinados con miembros o no del TPP y sobre la negociación de acuerdos plurilaterales fuera del ámbito de la OMC, como el de servicios.
En cuanto al Mercosur, si bien es prematuro evaluar como podría repercutir la entrada en vigencia del TPP, no es aventurado suponer que la quietud extrema del bloque será un factor agravante en cuanto a afectar negativamente los intereses comerciales de los países miembros.
A ello debe agregarse que paralelamente las nuevas reglas impactarán en las futuras negociaciones del Mercosur, comenzando con la Unión Europea, y por otro lado la asociación EE.UU.-Unión Europea, cuando sea aprobada, dejará aún más evidente el aislamiento del Mercosur de las negociaciones que envuelven los flujos principales del comercio global. Esa nueva forma de intercambio comercial, que hoy representa casi el 70% del intercambio mundial, se desarrolla por medio de las cadenas productivas globales en las que el Mercosur ocupa una posición marginal por su baja competitividad en bienes y servicios.
En este contexto debe evaluarse como positivo que durante el viaje en curso del presidente Tabaré Vázquez se esté en tratativas para la firma de un acuerdo preferencial con Japón, que sería un buen paso a cuenta de otros posibles, si es que desde el propio Mercosur no se veta este intento de explorar nuevas posibilidades de intercambio comercial para el país.
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