Paysandú, Miércoles 18 de Noviembre de 2015
Opinion | 12 Nov El régimen del presidente venezolano Nicolás Maduro ha sido cuestionado en las últimas horas por el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), nuestro compatriota Luis Almagro, excanciller además del gobierno de José Mujica, lo que habla en buena medida de un cambio en la postura del diplomático respecto a cuando estaba al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores de nuestro país.
Bienvenido sea el cambio, porque indica de un reposicionamiento en el que seguramente el excanciller puede decir lo que piensa, en tanto al frente de un organismo internacional representa a los países de América.
El secretario general de la OEA,dirigió una carta a la presidenta del Consejo Nacional Electoral venezolano, Tibisay Lucena, quien rechazó el pedido de presencia de observadores de la Organización de Estados Americanos en los comicios legislativos del 6 de diciembre, que tendrán lugar en la nación caribeña. En tanto, Almagro denunció irregularidades que la autoridad “puede y debe corregir”.
Según el excanciller uruguayo, “las condiciones no están garantizadas al nivel de transparencia y justicia electoral que usted debe garantizar. Lamento además que el rechazo (a los observadores) se fundara en un posicionamiento político y no en los argumentos que hacen a la justicia y a las garantías necesarias para el desarrollo de un proceso electoral”.
La carta expresa, entre otros conceptos, que “si usted no dispone de mecanismos que aseguren una observación que tenga las más plenas garantías para su trabajo, usted está faltando a obligaciones que hacen a la esencia de las garantías que debe otorgar”.
Asimismo, una observación internacional, reclamada por los opositores en el país caribeño, “brindaría a todos los venezolanos mayor tranquilidad a la hora del conteo de los votos”, considera el secretario general de la OEA.
“Su trabajo es velar por elecciones justas y transparentes, que se desarrollen con las máximas garantías. Esto implica velar por esas garantías meses antes de las elecciones. Es lo necesario, y hacer lo necesario es una cuestión de justicia electoral”.
En el texto, Almagro acusa que “las dificultades solamente alcanzan a los partidos de oposición”. Y luego hace mención a “un terreno de juego desnivelado” en las condiciones en que se está desarrollando la campaña, pues hay desigual reparto de recursos financieros, distintas posibilidades de acceso a los medios de comunicación, confusión con las papeletas y cambios de las reglas de juego una vez que se lanzó el proceso.
Almagro también denuncia el impacto de los decretos de Estado de excepción en el proceso electoral, así como las restricciones a la libertad de prensa y de expresión o la injerencia del Poder Ejecutivo.
En las páginas se destaca asimismo que hay siete opositores proscritos, con acusaciones viciadas. Y se detiene en el juicio y condena a Leopoldo López. En este apartado, el uruguayo recuerda que el último caso de un gran líder opositor preso durante una elección fue precisamente el de Wilson Ferreira Aldunate en 1984.
A su entender, el fallo contra López “pone en manos de interpretaciones judiciales muy subjetivas la interpretación de los discursos políticos opositores y derecho de asociación que significa la constitución de movimientos políticos”. Es por eso que reclama la garantía del discurso opositor y el libre funcionamiento de los políticos no alineados.
Almagro también considera que la muerte de 43 personas en el marco de las protestas de comienzos de 2014 es “un horrendo crimen. Y es un horrendo crimen callar ante 43 muertos, ante 43 homicidios”.
“Es un horrendo crimen callar ante los estudiantes que permanecen encarcelados sin acusación fiscal por el mismo delito de manifestarse pacíficamente”, ejemplifica.
El tema venezolano fue casi un tabú durante mucho tiempo, y todavía lo es para la izquierda uruguaya y la fuerza de gobierno, tanto en el período del desaparecido Hugo Chávez como del actual mandatario Nicolás Maduro, por cuanto desde la época del excanciller Almagro a la actualidad había por medio determinadas afinidades ideológicas e intereses comerciales, como es también el caso actual, a partir de la colocación de lácteos en el mercado caribeño.
En la última sesión del Senado, en que en medio de la discusión se dio a conocer imprevistamente el contenido de la carta de Almagro que dejó descolocado al Frente Amplio por lo contundente de los argumentos, igualmente la izquierda se negó a debatir el tema y el senador Ernesto Agazzi levantó la sesión abruptamente para evitar que se promoviera una moción de adhesión a lo señalado por Almagro en su carácter de secretario general de la OEA.
De esta forma quedó de manifiesto --una vez más-- el doble discurso de la izquierda uruguaya, donde hay sectores para los cuales la democracia no es más que un instrumento para poder legitimar cualquier atropello al sistema republicano y la Constitución, y los derechos humanos, un argumento válido solamente contra los opositores. Pero ahora es el propio Almagro, pieza relevante del MPP, quien con total crudeza expone las arbitrariedades de la “revolución” chavista, por lo que será más difícil acusarlo de “lacayo del imperio”, como lo quiere hacer ver el presidente Maduro. Habrá que ver hasta dónde llega la venda ideológica.
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