Paysandú, Jueves 26 de Noviembre de 2015
Opinion | 23 Nov Cuando a fin de mes se inicie la nueva cumbre del cambio climático en París, ciudad capital todavía convulsionada por los cruentos atentados del Estado Islámico, uno de los aspectos puestos sobre la mesa serán los avances logrados y eventuales retrocesos desde el último encuentro, así como el grado de cumplimiento de los compromisos contraídos por los países signatarios.
No hay muchas cosas para celebrar, al fin de cuentas, pues las discusiones sobre responsabilidades y alternativas siguen, y además, es notorio que el mal uso y abuso de los recursos naturales se sigue manifestando en las acciones para revertir el proceso de calentamiento global, incluyendo la deforestación de bosques naturales, sobre todo en zonas clave como la Amazonia, a lo que se agrega el uso de elementos contaminantes derivados de productos comúnmente utilizados en la vida moderna.
Pero acaso sí hay algo para celebrar: el lento pero irreversible –esperamos– avance en el empleo de energías alternativas, más allá de que la caída del precio del petróleo no es un buen aliciente para la investigación, la inversión y búsqueda de nuevos proyectos. El año pasado, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), fue el mejor año para la capacidad nueva de energía, y en este contexto la inversión mundial en energías renovables --impulsada por la solar y la eólica-- creció 17 por ciento el año pasado respecto al 2013, hasta alcanzar 270.000 millones de dólares.
El repunte de la inversión, tras dos años de descenso y del desafío que implican los bajos precios del petróleo, permitió una capacidad adicional de generación de 103 gigavatios, equivalente a la energía producida por las plantas nucleares de Estados Unidos en su conjunto, de acuerdo a este informe.
El trabajo del Centro de Cooperación Escuela de Frankfurt-Pnumay por Bloomberg New Energy Finance da cuenta que el constante y brusco descenso en los costos de la tecnología, sobre todo en la energía solar pero también en la eólica, implica que cada dólar invertido en energía renovable adquirió una capacidad significativamente mayor de generación, lo que es una buena noticia.
Así, en los últimos años se ha registrado un significativo descenso de los precios de generación de energías renovables, lo que representa un estímulo para los inversores en los respectivos proyectos, para la investigación y también para los países que se muestran dispuestos a incorporar estas tecnologías para renovar la matriz energética, aun teniendo en cuenta el factor negativo para estos proyectos de la caída en los valores del crudo.
Uruguay no ha sido una excepción en esta tendencia global, sino que por el contrario se ha perfilado como un abanderado en la región en el marco de esta reconversión a energéticos no fósiles y no contaminantes, incluyendo inversiones significativas en proyectos de parques eólicos y energía de origen solar. En tanto los emprendimientos en base a biomasa han sido restringidos a proyectos concatenados con los grandes productores y procesadores de madera, como las plantas de celulosa, donde se utiliza el desecho de los procesos como impulsor y hasta se venden excedentes de electricidad a UTE.
En el escenario internacional, según el informe del Pnuma, se ha registrado “un año de avances llamativos para la energía renovable”. Señala que las energías eólica, solar, geotérmica, marina, de biomasa y de pequeñas centrales hidroeléctricas contribuyeron con 9,1 por ciento de la generación mundial de electricidad en 2014, frente a 8,5 por ciento en 2013, lo que indica que los sistemas de electricidad del mundo emitieron 1,3 gigatoneladas de dióxido de carbono, aproximadamente el doble de las emisiones de los aviones comerciales, pero menos de lo emitido si ese 9,1 por ciento hubiera sido producido por la misma mezcla de combustibles fósiles, que generan el 90,9 por ciento restante de la energía mundial.
Es decir que en un mundo necesitado de energía, todavía la gran mayoría es suministrada por combustibles fósiles, grandes contaminantes del medio ambiente. Pero lo positivo es lo que surge en proyectos de generación nuevos, donde el porcentaje es muy distinto, desde que en el último año las energías renovables componen casi la mitad de la capacidad de energía neta agregada en todo el mundo.
Achim Steiner, director ejecutivo del Pnuma, consideró que estas tecnologías energéticas respetuosas con el clima “ahora son un componente indispensable de la matriz energética mundial y su importancia no hará más que aumentar a medida que los mercados maduren, los precios de la tecnología sigan cayendo y la necesidad de frenar las emisiones de carbono se haga cada vez más urgente”.
Este aspecto al que hace referencia el jerarca es muy importante, porque tanto en términos relativos como absolutos, hoy resulta más barato instalar un parque eólico que hace una década. Además, los generadores resultan más eficientes, lo que implica un mejor retorno en la ecuación económica para los inversores, y el aumento de la demanda y mejores tecnologías permiten fabricar los componentes a menor costo que hasta hace unos pocos años.
Es sumamente auspicioso a la vez que la mayor inversión en energía renovable en 2014 tuvo lugar en China, con un récord de 83.300 millones de dólares, un aumento de 39 por ciento frente a 2013. Estados Unidos le siguió con 38.300 millones de dólares, lo que equivale a un incremento de 7 por ciento en el año, aunque por debajo de su máximo histórico alcanzado en 2011. En tercer lugar quedó Japón, con 35.700 millones de dólares, 10 por ciento más que en 2013 y su mayor marca histórica.
Pero una característica destacada fue la rápida expansión de las energías renovables en los mercados del sur en desarrollo, donde las inversiones dieron un salto de 36 por ciento a 131.300 millones de dólares, nada menos, en un mercado hasta ahora reticente en estos emprendimientos. Esto da la pauta de que, más allá de avatares, también en el mundo subdesarrollado se están dando pasos importantes en esta materia, y hay que celebrarlo a cuenta de la expectativa de un futuro con mejor calidad de vida.
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