Paysandú, Sábado 28 de Noviembre de 2015
Opinion | 28 Nov En el marco de un evento sobre actualidad económica, en el que coincidieron varios consultores de esta área, una de las preguntas centrales que se formuló a los panelistas fue el hecho de que comparativamente Uruguay es un país caro, y no solo en la región, sino en el mundo, comparando valores incluso con países desarrollados, pero donde naturalmente la relación de ingresos - precios es muy superior a la del Uruguay, tanto en sectores asalariados como en la rentabilidad de las empresas.
Precisamente según da cuenta El Observador, “¿por qué somos tan caros?” fue la pregunta central que intentaron responder dos economistas, un sindicalista y un representante del sector empresarial en la Casa del Partido Nacional, cuando a lo largo de casi una hora y media los panelistas dieron su punto de vista sobre el costo de vida en Uruguay.
Así, el economista de CPA Ferrere, Gabriel Oddone, sostuvo que Uruguay es un país que tiene “todas las condiciones” para ser caro por ser una economía pequeña, de mercados poco competitivos y con escaso incentivo para incorporar tecnología, lo que genera un “ambiente bajo” para la eficiencia. El economista recordó que Uruguay es un país de inflación muy elevada a lo largo de su historia y de mucha volatilidad de los precios en dólares.
“Hay momentos que nos volvemos baratos y otros intensamente caros”, apuntó Oddone, quien además valoró de forma positiva la apertura que ha tenido el país para fomentar la competencia, aumentar la escala y promover una mayor eficiencia. Igualmente evaluó como un problema “que cuando nos abrimos” fue con dos mercados inestables y volátiles como Argentina y Brasil.
Puntualizó paralelamente que si los salarios crecen por encima de la productividad en mercados poco competitivos eso genera presiones de costos que luego son trasladados a precios. Oddone también criticó la política monetaria y dijo que la alta dolarización hace que hoy esté “mutilada”.
Por su lado el dirigente del sindicato de la bebida, Richard Read, indicó que responder si Uruguay es caro es “muy difícil” y que ello eso depende de cada bolsillo. “Si es caro, ¿por qué tanto consumo, por qué se junta más gente en un shopping que en una playa en verano?”, se preguntó.
Read indicó que toda la sociedad debe hacer “el mayor de los esfuerzos” para mejorar el nivel de productividad en todas las áreas. “Todos deberíamos hacer un esfuerzo por ser muy buenos laburadores y el empresario que arriesgue, que no la saque afuera del país”, sostuvo.
Por su parte, la economista Azucena Arbeleche coincidió con que Uruguay es un país caro. En ese sentido, mencionó que es caro consumir porque es caro producir y remarcó aspectos como los precios de la energía y la mala infraestructura que encarecen el transporte. También se refirió a la ineficiencia del Estado, que dijo “pide dinero pero no retribuye como debería”, y al déficit fiscal que, según dijo, en los niveles actuales va a “repercutir” en el deterioro del tipo de cambio real.
En tanto, la secretaria de la Unión de Exportadores del Uruguay, Teresa Aishemberg, dijo que cada año los precios aumentan cerca de 9% y el tipo de cambio real cae.
A modo de ejemplo, sostuvo que desde 2004 la baja acumulada es de 47%. La empresaria recordó que hace 11 meses que las exportaciones están cayendo, por lo que reclamó que el gobierno tome medidas para ayudar al sector.
Es indudable que los representantes de los respectivos sectores de actividad hicieron honor al dicho de que cada uno habla según le va en la feria, contrariamente a los economistas, que han dado una visión general sobre una problemática muy compleja, pero que en resumidas cuentas determina que Uruguay es un país comparativamente caro, por lo que también tiene que vender caro, y ello conspira abiertamente contra nuestra capacidad exportadora, a la vez que conlleva una presión sobre la masa destinada a salarios y afecta tanto la rentabilidad de las empresas como los costos fijos del Estado. Este a la vez detrae recursos de los sectores productivos para poder funcionar y hacer frente sus compromisos en marco de la calesita de la economía.
Hay claves que hay que tener en cuenta en este análisis, y sí, por un lado es muy cierto que el hecho de ser una economía pequeña, con reducido mercado interno, determina que se produzca a una escala menor y por ende con precios finales superiores a los que corresponden a emprendimientos de mayor envergadura, ni más ni menos que los que se dan en países vecinos de economías de mayor tamaño, como Brasil y Argentina, por remitirnos a la región.
Pero también en esta carrera los salarios son caros en dólares, principalmente porque la productividad media del trabajador uruguayo es muy baja en comparación con los países del primer mundo, y todo producto que requiera mano de obra agregada también adquiere costos de elaboración muy potenciados, que los deja fuera por regla general de competencia de los mercados. Por lo tanto la competitividad posible se remite solo a producciones primarias sin valor agregado o muy bajo, lo que determina menos ingresos por unidad y encarecimiento de fletes por tratarse de materias primas de gran volumen y bajo valor relativo.
Paralelamente, tenemos un Estado que consume más recursos que los que devuelve a la sociedad, --como bien sostiene la economista Arbeleche--, porque está sobredimensionado, es altamente burocrático y tenemos empresas públicas ineficientes, que en su monopolio fijan tarifas elevadas de energía y servicios, contribuyendo al alza de costos.
Por si fuera poco, la productividad, que es baja en el sector privado, en el Estado es nula, ya sea administración central como empresas, lo que determina que haya un exceso de funcionarios estatales, que además haya descoordinación, y lentitud exasperante en los trámites.
En este esquema perverso el margen de maniobra es muy acotado, y como lo señalara Oddone, los ciclos hacen que tengamos períodos en nos encarecemos aún más y en otros nos abaratamos.
Quedamos en que somos un país de ciclos económicos, tomador de situaciones internacionales, con déficit de infraestructura y baja productividad, signado por altibajos que suelen depender de las variables en el tipo de cambio y el precio de las materias primas en los mercados internacionales, recayendo una y otra vez en los mismos errores y dejando pasar las oportunidades de bonanza para hacer los correctivos.
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