Opinion | 29 Nov A una semana del histórico balotaje en Argentina que ganó el candidato de Cambiemos, Mauricio Macri, el espectro político uruguayo manifestó de uno y otro extremo sus opiniones basadas en un resultado inesperado, tras doce años del kirchnerismo.
Y los variados enfoques se encontraron incluso desde dentro del progresismo uruguayo. Mientras el presidente Tabaré Vázquez pidió un aplauso para el “hermano pueblo argentino” que “otra vez nos dio una muestra de madurez cívica y tuvieron una excelente jornada electoral”, el senador José Mujica precisó que el de Mauricio Macri será “un gobierno que no va a tener Parlamento”.
El exmandatario agregó: “Mis temores tienen que ver con la estabilidad institucional de la República Argentina, en un dibujo político que no es fácil, no es sencillo, pero ojalá que esta desconfianza, también hija de la historia, no se confirme y acontezca lo contrario, de todo corazón”, declaró.
A esto se suman las variopintas opiniones captadas en las redes sociales, que desestimaron con inusitada rigurosidad el “gusto a poco” que dejó el debate previo entre Daniel Scioli y Macri, tal como si en Uruguay estas instancias se desplegaran con normalidad, cuando en realidad el entonces candidato Vázquez no habilitó un intercambio porque no lo consideró “útil” y sobre ese dudoso argumento se encolumnó su dirigencia.
Sin embargo, el ministro de Economía Danilo Astori, con visiones tecnócratas y de socialdemocracia, mantiene su esperanza aperturista en el futuro presidente para que encamine al Mercosur --actualmente blindado por las políticas proteccionistas de los dos grandes-- y logre una real inserción internacional, ante los vaivenes globales.
Las exposiciones presentaron una visión de esperanza o de temerarios pronósticos de crisis institucionales, que por el momento no se avecinan pero sirven para reflexionar acerca del panorama de intolerancia y patoterismo verbal que atravesaría Uruguay, ante resultados similares en próximas instancias.
La incontinencia de algunos referentes políticos que viajan por el mundo y se presentan bajo el halo de gurúes internacionales que presagian --de acuerdo a sus ideologías y sin tomar en cuenta la idiosincrasia o el deseo de cada país-- escenarios más o menos apocalípticos, terminan reafirmando su fanatismo y terquedad, en tiempos de transformaciones constantes que no miran hacia atrás.