Paysandú, Sábado 05 de Diciembre de 2015

Lo que importa tras la década

Opinion | 05 Dic La década favorable que ha vivido Uruguay, así como la región, en ancas de elevados precios de los commodities, bajas tasas de interés y la llegada de capitales desde otras partes del mundo, seguirá dando que hablar por mucho tiempo, porque ha sido una oportunidad que difícilmente se repita en el corto plazo. Queda en análisis tanto lo que se hizo en cada país como lo que no se hizo en este período.
Cuando este escenario favorable ha ingresado en reversión y ya se perciben en algunas economías de la región las consecuencias de no haber pensado en el futuro en lugar de vivir solo el presente --Brasil es un claro ejemplo, aunque lo de Argentina es una mezcla de todo y no tiene parangón--, en esta evaluación hay diferentes opiniones, según se ponga énfasis en uno u otro aspecto. En algunos casos por opiniones interesadas desde el punto de vista político partidario, pero también corresponde traer a colación cómo se ve desde afuera, en los organismos internacionales.
A propósito del tema, un reciente informe del Banco Mundial (BM) destacó que Uruguay tuvo una “década de crecimiento económico sostenido” donde “casi erradicó la pobreza extrema”, redujo “de manera importante la desigualdad”, pero ahora se le plantea el “desafío” de “cómo sostener ese crecimiento económico con equidad” en un “entorno complejo”, con “tensiones” de corto y largo plazo. El informe “Los desafíos de crecer con equidad. Diagnóstico sistemático de país 2015”, fue presentado en el Banco Central por los técnicos del BM Alan Fuchs y Cristina Savescu, y motivó a la vez comentarios de jerarcas de gobierno, naturalmente desde la óptica del Poder Ejecutivo, según da cuenta El País.
Savescu señaló que Uruguay es un “país pequeño con apertura comercial” y con un “fuerte contrato social”, y recordó que tiene la “clase media más alta de la región”, con 60% de su población, y “la tasa de pobreza más baja”. Añadió que “los ingresos del 40% más pobre crecieron a una tasa de 7,8%, mientras que para el promedio (de la población) fue de 4,3%”. A su vez, dijo que con políticas de empleo ha logrado “la mejor calidad de empleo de la región”, ya que “la tasa de empleo vulnerable de 25% es de las más bajas”.
Por su lado, Fuchs consideró que el país alcanzó esos y otros “logros” por “factores externos”, pero también por “reformas” como la fiscal, de salud y laboral. En tanto ahora se le plantea el “desafío” de “cómo sostener el crecimiento económico necesario para proteger los avances en pobreza en un ambiente menos favorable”.
Esa es la interrogante que nos hemos planteado desde un principio, porque en las coyunturas favorables, cuando aumentan los ingresos por una mayor actividad económica, se pueden disimular falencias estructurales. Y por el hecho de ser de carácter estructural, precisamente, lo que quedó invisible con la bonanza reaparece tan pronto se va el agua y queda la espuma.
Volviendo al informe del BM, éste indicó que el “modelo” que implementó Uruguay de “generación de empleo a través de la expansión hacia mercados mundiales, aumentos salariales dirigidos a reducir la desigualdad de ingresos y la ampliación progresiva de un modelo de bienestar social que acompañe estos cambios, enfrenta varios desafíos”. El organismo ve cinco retos: condiciones externas menos favorables, “sostenibilidad financiera del modelo social al tener un crecimiento económico en declive” con una “sociedad que envejece”, “déficit en la educación y las competencias”, “calidad inadecuada de la infraestructura para el modelo de crecimiento” e “importante brecha de productividad”.
Dado el escenario externo más desafiante, “la política fiscal debe encontrar un delicado equilibrio entre el objetivo de promover el crecimiento y el de consolidar la estabilidad macroeconómica”, sostiene el documento. Además, “la persistencia de una tasa de inflación relativamente alta, aunque estable” es “otro aspecto importante para la estabilidad macroeconómica”, y que esté “por encima de la meta crea incertidumbre económica”, indica.
Para justificar esta situación, el presidente del Banco Central, Mario Bergara, consideró que “hay que tomar nota de condiciones globales que están cambiando, pero no todo es oscuro”, y mencionó entre otros aspectos que el cambio de modelo de crecimiento de China implica un “mayor peso del consumo doméstico” y eso impulsa la demanda por alimentos. A su vez, explicó que nadie podía pensar que “el dólar iba a estar por el suelo toda la vida, que las tasas de interés iban a ser cercanas a 0% toda la vida y que China crecería al 11% toda la vida”. Por eso, si bien el escenario externo no es el mismo de los últimos diez años, “no todo es en clave de desastre” y hay “oportunidades”, dijo.
Naturalmente, solo que en esta coyuntura de bonanza, con todas las mejoras que desde el punto de vista socioeconómico señala el informe del Banco Mundial, ha quedado de relieve una vez más el carácter temporal de las mejoras, porque siguen pendientes reformas básicas y además se ha recaído en viejos vicios, como gastar incluso más de lo que ha ingresado en tal período, al punto de que el déficit fiscal llega al 3,5 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) como saldo del esplendor de la década.
Se gastó todo y más aún, y el Estado se ha quedado sin margen de maniobra para atemperar los efectos del cambio del escenario internacional, porque como bien señaló el presidente del BCU, era impensable que dólar fuera a estar por el suelo toda la vida, como factor de ancla de la inflación, ya que las tasas de interés iban a seguir en el 0 por ciento, y también que China iba a seguir creciendo por encima del 10 por ciento toda la vida.
Y si eso se sabía, se debió pensar en el “después que”, para trabajar sobre la sustentabilidad que, sin entrar en tremendismos, está en tela de juicio, y hace que se esté hoy a los arañazos por recursos que se gastaron alegremente a lo largo de esta década, con los cortoplacismos que nos siguen condicionando una y otra vez.


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