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Paysandú, Lunes 07 de Diciembre de 2015

La guerra con Argentina es aún una herida abierta

Locales | 01 Dic PORT STANLEY, FALKLAND ISLANDS, 30. (Por Enrique Julio Sánchez). Han pasado 33 años, pero la herida sigue abierta. La guerra con Argentina es un tema a flor de piel y muchos hablan abiertamente del tema, especialmente quienes nacieron aquí. No tanto los latinos inmigrantes, que tienen mucho mayor cuidado para expresarse sobre el asunto.
Muchos recuerdan aquella noche del 14 de junio de 1982 cuando después de seis batallas decisivas la fuerza de combate británica --la Task Force-- finalmente entró en Port Stanley y recobró la plaza. Fue una noche de alivio, pero sin exhibiciones populares. Para los falkland islanders fueron tiempos duros, nunca habían imaginado algo así. Y solamente se enteraron que “podía ocurrir” una invasión argentina apenas pocas horas antes.
Cuando Gran Bretaña retomó el control de las islas, hubo alivio. Y descanso. Solamente días después se realizó desfile y fiesta. Ahora, cada 14 de junio se celebra también con un desfile de liberación. Y se discute si debe ser de mayor importancia que el 8 de diciembre. Ese día de 1914 ocurrió la batalla de las Falkland Islands. Entonces, la Marina inglesa destruyó la flota del almirante alemán Von Spee, con lo que retuvo el control en el Atlántico sur.
Para muchos, eso ya es historia antigua. La de la guerra con Argentina es reciente, los tuvo como actores --lo que en teatro serían figurantes-- y aún duele.
Recuerdan la incertidumbre de aquellos primeros días, cuando las tropas argentinas tomaron Stanley. Los unos no entendían a los otros, pero los argentinos tenían las armas. Y no se sabía cuál iba a ser la actitud de Gran Bretaña. Bien pudo dejarlos librados a su suerte. Cada falkland islander con que se habla que vivió aquella época recuerda aquellas horas de terror. No temían por la comida, porque siempre tienen guardado para meses dado el lugar donde viven y las diferentes condiciones meteorológicas a las que pueden verse enfrentados. Tampoco que los argentinos comieran sus reservas, pues trajeron las propias. Temían perder la vida como la conocían.
Entonces, el servicio mundial de la BBC, en onda corta “con mucho ruido en la radio”, como dijo uno de los isleños, dio la noticia que se había decidido el envío de una Task Force para dar batalla y “devolver a los argentinos al mar”.
No fue muy larga la contienda, pero sí trajo mucha aflicción a los que aquí vivían, en aquel entonces menos de mil personas, porque aunque la población en las islas era similar a la actual, no estaba tan concentrada en Stanley como ahora.
El fin de la guerra trajo alegría, un revivir. Al mismo tiempo, puso a Falkland Islands en foco. Todo el mundo sabía entonces dónde estaban, por la guerra. Eso hizo que paulatinamente aumentara el turismo y que hubiera más inversiones. Lo que no mata, fortifica, ya se sabe. Buena prueba de ello son las Falkland.
No obstante, restos de la guerra todavía pueden apreciarse. El de mayor preocupación es las miles de minas antipersonales que siguen sembradas por los campos, en especial en derredor de Stanley, pero no solamente.
Decenas de personas, la mayoría de Kenia y Zimbawe, pero también algunos británicos, trabajan todos los días para desactivarlas.
En los lugares donde se desarrollaron las principales batallas, también cerca de Stanley, hay restos de las refriegas. Y algunas placas que las recuerdan y hacen énfasis en la acción británica.
La guerra con Argentina no es pasado, pues se recuerda todos los días. Los isleños continúan adelante con sus vidas, pero saben del hostigamiento constante de Argentina, para evitarles una vida mejor. Desde dificultar líneas de aviación hasta presionar a posibles exportadores de bienes hacia las islas.
Cristina Fernández, la presidenta argentina saliente, es llamada aquí “la bruja” y hay contento porque abandona su cargo. Es señalada como culpable del endurecimiento del hostigamiento argentino en los últimos años. “Si no somos argentinos, no existimos para la bruja; una estupidez”, aseguró un isleño mientras caminaba bajando el cerro. Pero aquí, como en el resto del mundo, el sol sale para todos y la vida continúa.

ISLEÑAS
** Alfredo Mesa, el fotógrafo que integra el equipo de la RTC sintió una molestia en sus ojos. Abrió uno, aunque solo quería dormir. Un fuerte rayo de sol le dio de lleno. “Me dormí, deben ser como las 10 de la mañana, se fueron, me dejaron”. Todo en tropel. Miró el reloj: 4.10 de la madrugada. “Se me rompió el cel, qué disparate”, se dijo mientras saltaba de la cama. Prendió su computadora solo para comprobar la hora: 4.10 de la madrugada. Así son las cosas cuando está despejado, el sol aparece muy temprano en el horizonte. Y su luz solo se apaga sobre las 22.
** El grupo ha iniciado la búsqueda de suvenires para poder llevar a sus seres queridos. En el West Store, un supermercado bajando el cerro desde The Paddock, los hay, comenzando por los pingüinos de peluche. Solo un pequeño detalle: son Made in China. Viva la globalización.
** Cuando alguien de Falkland Islands desea viajar a Argentina, no le es sencillo. Porque si llega directamente a territorio argentino con su pasaporte británico, como el lugar de salida está en las Falkland, los oficiales argentinos se rehúsan a sellar su pasaporte. Quedan en el limbo. Lo que hacen entonces es viajar primero a un país que tenga acuerdo con Argentina. Uruguay, por ejemplo. Una vez que llegan a territorio uruguayo y su pasaporte es sellado por Migraciones, como ha viajado a Uruguay primero, Argentina no puede rehusar aceptarlo en su territorio y sellarle el pasaporte.
** La energía eléctrica se obtiene por dos diferentes fuentes. El 70% es generado por combustible y el 30% restante por energía eólica, con el uso de seis molinos de tecnología alemana. Su costo al usuario es elevado, pero no hay mayores quejas. Mensualmente, el costo promedio es de 100 libras esterlinas (5.600 pesos). El isleño tiene claro dónde vive y sabe que aquí “todo es caro”.
** Cuando llega un argentino a un restaurante y pregunta si la carne que ofrecen es de buena calidad, al menos a veces, los lugareños responden: “Sí, tenemos muy buena carne uruguaya”. No tienen problemas que lleguen turistas argentinos, pero realmente por ellos --en general-- no tienen afecto, así que no desaprovechan oportunidad para demostrárselo, aunque claro, con el estilo falkland.
** Cierta vez, un turista argentino le dijo a su guía que en Stanley debía haber una estatua del general Galtieri, la cabeza política de la invasión a las islas en abril de 1982. Eso sorprendió al guía, quien rápidamente preguntó por qué. “Pues, ustedes tienen mucho más turismo ahora que antes de la guerra. Y eso es gracias a Galtieri”. El guía pensó un momento y no pudo menos que aceptar que era una razón muy valedera. “Pero de todas formas, no habrá una estatua de Galtieri”, aseguró.


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