Paysandú, Miércoles 09 de Diciembre de 2015
Rurales | 09 Dic En los últimos años, en algunos casos asociadas con la baja del stock de los lanares y con algún cambio en el régimen de precipitaciones, se observan aumentos típicos en malezas, leñosas y otras, como caraguatá. Es lo que fácilmente se comprobó en algunos campos de la zona de la colonia Juan Gutiérrez, que llevó a la sociedad fomento de esa localidad a adquirir una alfombra posicional para iniciar el control de las malezas.
Quien conoce muy bien el tema, que además se basa en experiencias propias, es el ingeniero agrónomo Hermes Morales, técnico del Instituto Plan Agropecuario. “En nuestro caso, tenemos experiencia en casos como chircas --especialmente la chirca negra--, que es una maleza que molesta bastante y será objeto de estudios en la colonia, sobre la que ya hay algunos antecedentes”, señaló en diálogo con EL TELEGRAFO.
“Básicamente, el tema con la chirca negra es que no es pastoreada por los vacunos. Entonces, crece de forma permanente y cuando vuelve, crece considerablemente, lo que perjudica el pastoreo desde muchos puntos de vista. Además, complica el manejo de los animales, porque llegado cierto punto, es difícil encontrarlos y buscarlos”, sostiene el profesional, quien agrega que “no es agradable ver los campos así, porque a todos nos gusta ver el pasto y todo limpio”.
En su caso personal, Morales tienen bastante experiencia con las alfombras posicionales, máquinas que están diseñadas solo para matar la maleza, “ya que la aplicación de herbicidas solo destruye la maleza alta y no en forma generalizada”, explica.
Se han logrado resultados interesantes con glifosato, “y por lo que sabemos, alguna mezcla de herbicidas pensada especialmente para leñosas y no tanto el glifosato que es muy específico”, acotó.
Lo que está claro es que los resultados son interesantes. “Los costos son aceptables y no son prohibitivos”. Puntualizó que no son baratos, “ya que los costos de herbicidas dependen de múltiples factores”, pero estimó “entre 10 y 20 dólares por hectárea de herbicida, o un poco menos, según el caso”. Aclaró que “es caro el combustible con el precio del gasoil que tenemos, y el tractor, porque no se puede andar muy ligero y rinde poco, lo que hace que sea un problema importante”.
Pero Hermes Morales es muy claro al indicar que “los químicos son los que permiten, a mi gusto, paliar la situación con un cierto costo, pero con cierta efectividad. Si pensamos en que el costo es de 40 a 50 dólares por hectárea cada 3 o 4 años, en el 20% del campo por ejemplo, estamos hablando de un aumento en el costo promedio de 4 o 5 dólares por hectárea, que hoy se pueden afrontar. Complican, pero razonablemente se puede”, subraya.
MANEJO Y ECOLOGÍA
En algunos casos, hay gente que aplica herbicidas selectivos como Tordón, con mosquitos y la capacidad de hacer centenares de hectáreas en un día, con gran rendimiento, pero el costo es un poco distinto. Estamos frente a una situación que tiene una mezcla de manejo y ecología. De manejo, porque si lo pudiéramos manejar con ovinos, esta maleza se controlaría. También hay otros, como caraguatá, que es susceptible a aplicaciones localizadas como estamos proponiendo.
Dijo que “es un problema que probablemente en los próximos años, debido al poco número de lanares y a cierta tendencia al aumento de las lluvias en verano --o sea la tropicalización del clima que muy paulatinamente se ha dado--, es muy probable que ocurra. Sabemos que los montes naturales han aumentado en el país y hay campos donde los problemas son molles o espinillos, que también se deben a la ausencia de ovinos y plantean otro tipo de desafíos, porque en ese caso, la limpieza es otra cosa”.
Para Morales, la eliminación total en los campos no se controla y no ocurre. “Un campo que se infestó, probablemente necesita aplicación periódica y no todos lo años, ya que cada tres años aproximadamente se puede hacer. De acuerdo con nuestra experiencia, no es posible darle a estas malezas un golpe para siempre; es un problema que vino para quedarse y en principio es un costo adicional que tenemos. Mientras el negocio dé, se podrá enfrentar; cuando nos compliquemos, veremos qué se hace”.
“Exceptuando algunos campos de la ruta 7, de la zona de sierras, o algunos campos de la costa del río Uruguay, donde el coronilla, molles y el espinillo y los campos se vuelven de muy difícil manejo. Tengo conocidos que poseen campos grandes, muy sucios con ese estilo de vegetación y hay ganado que no lo pueden sacar. Hay novillos que terminan con un tiro en la cabeza y van al freezer, porque una vez que los animales se ponen baqueanos, llegan a la puerta y vuelven corriendo. Ahí no se pueden enlazar y no pueden hacer nada, entonces termina sacrificándose al animal. Son situaciones especiales que no están muy extendidas”, agregó.
“La situación más extendida y complicada es el caso de chircas. Básicamente, están asociadas con el descenso del rubro ovino y el abigeato. En otros casos, como el caraguatá y el senecio, los daños y perjuicios que provocan, además de las dificultades de manejo, son inferiores a las chircas. Una vez que se hacen los controles mecánicos con fierros pesados, funcionan, pero no son sustentables, porque uno se aburre de romper fierros”, aclaró.
“El tema de la rotativa en las chircas tiene un problema enorme, porque la chirca queda con un montón de palos para arriba y a la siguiente pasada pincha los tractores. Eso hace imposible el trabajo, porque pinchás tres veces la cubierta de atrás y abandonás la actividad”, sintetiza el profesional. “Hay casos que son más generalizados y ocupan un área mayor en el campo y los costos son más importantes”.
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