Paysandú, Viernes 11 de Diciembre de 2015
Opinion | 11 Dic Desapercibida al punto que ni siquiera la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) lo recordó, se cumplieron en la víspera 40 años de la inauguración del primer puente internacional sobre el río Uruguay, el Paysandú-Colón, que desde el 10 de diciembre de 1975 une a estas dos ciudades y además sirve de vínculo latinoamericano para personas y cargas.
En julio de 1968 un Convenio Puente Paysandú–Colón y un Protocolo Adicional fueron firmados en Buenos Aires. Establecía que la obra vial sería propiedad común e indivisible de ambos países en toda la extensión de su obra de arte y atendida y explotada con igualdad de derechos y obligaciones mediante el régimen de peaje, manteniéndose para los ingresos y las erogaciones la proporcionalidad determinada por el hecho que cada país financia en el tramo de su jurisdicción, la obra de vinculación vial.
En estas cuatro décadas el puente ha aumentado las posibilidades de comercio internacional en la medida que se ha hecho más fácil el traslado de carga -por ejemplo- desde el puerto de Montevideo a su destino en Paraguay. Y es solo un ejemplo, porque hay muchos otros.
No obstante, en lo que refiere al tránsito de personas, aún no se ha podido encontrar una solución definitiva, en parte porque el Área de Control Integrada (ACI) fue diseñada para otras necesidades que han sido notoriamente superadas en los últimos años, y en parte porque no existe una clara voluntad política de facilitar ese tránsito. No existe inconveniente alguno --conviene aclarar-- con el mero tránsito de personas, pero en el caso de una frontera, donde siempre hay precios más atractivos en bienes y servicios en una orilla que en la otra, se han considerado otros aspectos por encima de una real integración.
Y es que la defensa del comercio del lado uruguayo ha primado en la medida que en general --salvo períodos de excepción-- el costo más bajo de productos similares siempre ha estado (y está aún) del lado argentino.
La solución encontrada para Paysandú no se aplica en todos los pasos fronterizos por igual, a veces porque resulta impracticable --como el caso Rivera-Livramento-- y en otros porque la propia población es la que depende de la compra en el extranjero, como es el caso de Artigas-Quaraí o los motoquileros en Melo.
Más allá de estas cuestiones, en una fecha tan trascendente --aunque en ella no se haya reparado debidamente-- como el cuadragésimo aniversario, sigue siendo una certeza que la idea de aquellos soñadores de comienzos de los sesenta, que primero pensaron en un puente flotante y luego se adhirieron a la idea de uno de hormigón pretensado, sigue manteniendo vigencia, probablemente mucho más ahora que entonces.
Después llegaron otros puentes internacionales sobre el Uruguay y ahora se estudia otro que una Bella Unión y Montecaseros. Pero este, el “General Artigas” marcó el camino y permitió comprobar que hoy como desde el fondo de la historia, lo que importa es la integración regional.
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