Paysandú, Lunes 14 de Diciembre de 2015
Opinion | 14 Dic El sábado los asistentes a la Cumbre del Clima de París (COP21) aprobaron el que es considerado el primer acuerdo universal de lucha contra el cambio climático, en el que cerca de 200 países, tanto desarrollados como en desarrollo, se comprometen a transitar de manera conjunta hacia una economía baja en carbono, en procura de desandar en buena medida un período de deterioro de cientos de años de la atmósfera.
El presidente de la COP21, Laurent Fabius, anunció que se había dado el esperado consenso en el plenario de la cumbre y sostuvo que "acabamos de hacer una cosa grande", en medio de los aplausos y abrazos de los presentes.
Por su lado el presidente francés, François Hollande, se estrechó en un abrazo con el secretario de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, mientras el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, también se mostró visiblemente emocionado.
Es que para lograr el acuerdo que marca el inicio de un nuevo modelo de desarrollo que contemple la contaminación consecuente han transcurrido de hecho veintiún años de cumbres del clima y doce meses de los más intensos esfuerzos diplomáticos que se hayan hecho en la historia.
"Este es el acuerdo más complejo que se ha negociado nunca", han reconocido los secretarios tanto de Naciones Unidas como de la convención de cambio climático de la ONU, Christiana Figueres.
El acuerdo alcanzado este fin de semana tiene como objetivo fundamental “mantener la temperatura media mundial muy por debajo de dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales", aunque los países se comprometen a llevar a cabo "todos los esfuerzos necesarios" para que no rebase los 1,5 grados y evitar así "los impactos más catastróficos del cambio climático".
A efectos de lograr ese objetivo, recoge compromisos nacionales de lucha contra el cambio climático de cada una de las 196 partes del acuerdo y obliga a los países tanto a rendir cuentas de su cumplimiento como a renovar sus contribuciones al alza cada cinco años.
El texto, jurídicamente vinculante, deberá ser ratificado por todos los países la próxima primavera y no entrará en vigor hasta el 2020, y en este sentido los gobiernos se comprometen a alcanzar el techo de emisiones gases invernadero "lo antes posible" y a poner en marcha un mecanismo de financiación de 100.000 millones de dólares.
"La naturaleza nos está enviando un mensaje. La gente está amenazada. Tenemos que proteger el planeta que nos acoge", ha dicho Ban Ki-moon. "El final ya está a la vista. Déjennos terminar el trabajo. El mundo entero está mirando", sentenció. Hollande, por su parte, se unió a la invitación a cerrar un acuerdo que permita de una vez por todas comenzar a frenar el aumento de la temperatura global.
Desde adentro de la cumbre se ha indicado que el acuerdo contendría la mejor de las opciones posibles en cuanto al capítulo de Pérdidas y Daños, lo que supone una muy buena noticia para los países insulares y aquellos en vías de desarrollo que sufrirán en mayor medida los efectos del cambio climático sin haber sido responsables de las emisiones que lo causan.
Pero claro, tras la euforia de un momento trascendente en cuanto a lograr que se hayan limado las diferencias que aún subsistían horas antes de haberse alcanzado el acuerdo, queda de por medio el “aterrizar” en términos aceptables y realistas las etapas acordadas, lo que no es poco decir a esta altura y tras más de veinte años en que los intentos de llevar a cabo este glosario de buenas intenciones siempre ha aparecido algún factor que ha obstaculizado o por lo menos limitado el grado de compromiso entre los signatarios.
Igualmente, tras la primera semana de la COP21 y la clausura de la reunión con la firma de los acuerdos, como ocurre en estos foros internacionales, luego de la dificultosa tarea de acordar la letra, generalmente diluida para contemplar determinados intereses, comienza otra etapa tan o más difícil, habida cuenta de los antecedentes.
Pero en esta oportunidad, que según los observadores internacionales fue planteada como "la última oportunidad" para la Tierra, la COP21 tiene un apoyo político sin precedentes, al punto que nunca antes tantos líderes mundiales se habían concentrado en el mismo lugar al mismo tiempo, lo que ofrece una idea de la trascendencia de la llamada Conferencia de las Partes de la Convención marco de la ONU sobre el Cambio Climático, cuyo objetivo declarado es lograr que el acuerdo, que se aplicará a partir de 2020, inicie el proceso mundial de descarbonización.
Tras el acuerdo de mínimos de la cita de Copenhague en 2009, en esta ocasión se ha apuntado a evitar que para 2100 la temperatura del planeta aumente más de 2ºC, el límite recomendado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.
Igualmente hay razones para pensar que la Conferencia COP 21 de París, ya marca un antes y un después en la lucha contra el cambio climático, gracias a la consecución de un compromiso vinculante y definitivo para la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera a partir del año 2020. Hasta esa fecha durará el aplazamiento que desde la COP de Copenhague se hizo al Protocolo de Kyoto, el cual marcaba un recorte en las emisiones de CO2 del 15% para los países firmantes con respecto a lo emitido en 1990.
El “Acuerdo universal sobre el cambio climático” refleja que hay un cambio de situación y expectativas durante los últimos años, al superarse fuerte resistencia en cuanto a asumir compromisos reales para la limitación de emisiones y otros elementos agresivos, que conllevan fuertes inversiones y reconversión, por lo que este paso que ha llevado a la cristalización del acuerdo merece festejarse y alimentar expectativas bien fundamentadas de que por fin se está haciendo mucho más que sumar dialéctica contra el cambio climático y pocos hechos contundentes.
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