Paysandú, Miércoles 23 de Diciembre de 2015

Los vientos soplan fuerte en Brasil

Opinion | 20 Dic Los cambios político-electorales en la vecina Argentina, con el advenimiento de un presidente no peronista al poder, en sustitución de la problemática Cristina Fernández en la seguidilla de gobiernos “K”, que naturalmente atañe muy de cerca a Uruguay, por algún tiempo nos hizo perder de vista lo que ocurre con Brasil, nuestro gran vecino del norte, afectado por una seria crisis económica y política, con la presidenta Dilma Rousseff en la cuerda floja y con un juicio político en suspenso pero con reanudación inminente.
Y en Brasil, uno de nuestros principales socios comerciales --con mucho mayor intercambio que el que tenemos con Argentina, por cierto-- la crisis no da signos de reversión, en ninguno de los dos aspectos, al punto que el gigante norteño ha perdido grado inversor de otra consultora internacional, y las señales que vienen desde el norte no son muy alentadoras.
Como consecuencia de estos avatares, precisamente, siguen saltando fusibles, y esta vez le tocó nada menos que al ministro de Economía, naturalmente el foco de atención en plena crisis y quien a juicio del gobierno ha adoptado medidas o barajado alternativas que no han generado respuestas en los operadores y la población.
Es así que ha asumido como ministro de Hacienda Nelson Barbosa, quien al acceder al cargo prometió trabajar para conseguir estabilidad fiscal, reducir la inflación y sacar al país de la recesión, en un mensaje tranquilizador para los mercados. “Solo con estabilidad fiscal vamos a tener un crecimiento sustentable (...) Vamos a promover el equilibrio fiscal, el control de la inflación y el crecimiento de la economía”, dijo Barbosa en conferencia de prensa.
Horas antes, el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff había anunciado la salida del economista Joaquim Levy del Ministerio de Hacienda, quien conducía la cartera de Planificación. Levy es un economista que respeta las leyes del mercado y es además exfuncionario del Fondo Monetario Internacional (FMI), quien hasta ahora parecía aislado en el gobierno e incluso había dado claras señales de que su tiempo en el gabinete de la izquierdista exguerrillera Rousseff podía darse por terminado.
Barbosa, a la vez, aparece como un economista más afín a las ideas desarrollistas y a una política fiscal menos restrictiva, y tendrá ante sí el reto de conducir un país que proyecta una contracción del 3,1% este año y del 1,9% el próximo, con desempleo creciente y una inflación anualizada que alcanza al 10,48 %.
El nuevo secretario de Estado enfatizó que “el foco de la política económica sigue siendo promover el reequilibrio fiscal, elevando el resultado primario de la Unión. Porque la estabilidad fiscal es una condición necesaria para retomar el crecimiento”, y aseguró asimismo que es preciso continuar el esfuerzo para hacer reformas de largo plazo, “no solo el ajuste fiscal, sino la reforma fiscal” y controlar los denominados “gastos obligatorios” fijados por ley o enmienda constitucional, por ejemplo la previsión social, que representa un 47% del gasto primario federal.
“Tengo la total confianza que la economía brasileña, que es la séptima del mundo y tiene 204 millones de habitantes, tiene capital humano, capital físico y expertise para superar los desafíos”, afirmó el ministro de 46 años. Barbosa será reemplazado a su vez en el ministerio de Planificación por Valdir Moysés Simão.
Pero como señalábamos, los ministros son fusibles que se reemplazan cuando las cosas no salen bien, para evitar que se desencadene un desastre peor y proteger a los “grandes” que se quiere preservar del daño, que es en este caso el gobierno en su conjunto y sobre todo la presidenta Rousseff.
En este contexto, es valedero traer a colación comentarios de los analistas políticos del vecino país, que aportan conceptos como “Joaquim Levy es el ministro de Hacienda que la presidenta Rousseff designó pero nunca quiso escuchar”, frase que resume el parecer de la economista Miriam Leitao, desde su columna en el diario O Globo.
Durante su mandato, Levy intentó hacer varias reformas, pero los indicadores empeoraron: el PBI entró en recesión en el segundo trimestre, la inflación superó el 10%, el desempleo creció y la meta fiscal de 2015 fue reducida cinco veces este año, pasando de un superávit fiscal primario de 1,2% a un déficit primario que podría llegar al 2%.
En tanto, la agencia de calificación internacional Standard&Poor’s quitó a Brasil el grado de inversión en setiembre, cuando el gobierno presentó al Congreso un presupuesto para 2016 en rojo por primera vez en la historia pese a la oposición de Levy (Rousseff luego dio marcha atrás), y la agencia Fitch Ratings siguió sus pasos hace pocos días.
Levy “sacrificó su vida personal por el país, aceptando ganar menos y mudarse lejos de su familia, pero consiguió hacer muy poco. Es una pena. Fue muy desprestigiado, todo lo que intentó hacer nunca tuvo el apoyo de la presidenta, que privilegió a otros ministros que querían hacer más gastos. Y le tocó en 2015 una crisis política sin precedentes que paralizó al país”, dijo André Leite, analista de TAG Investimentos.
Lo que nos reafirma en conceptos que vertimos en esta página, que refieren a que tarde o temprano la fiesta se termina --la de gastar a cuenta de dinero que no se tiene-- como es el distintivo de gobiernos populistas que aseguran tener la receta para erradicar la pobreza a fuerza de decreto y de repartir lo que no se tiene, cuando la receta inevitable es trabajo, productividad, favorecer inversiones, reglas de juego claras, educación y disciplina fiscal.
Y lo que vale para la Argentina, que está desandando ese camino con Mauricio Macri, debería ser el camino a recorrer por Venezuela y ahora por Brasil.


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