Paysandú, Jueves 24 de Diciembre de 2015
Opinion | 24 Dic La actitud emprendedora es una virtud elogiable tanto en bonanza como en crisis, pero naturalmente se revitaliza en este último caso, cuando el riesgo se acrecienta y el escenario no es generalmente el más propicio para llevar a cabo emprendimientos en mercados difíciles y poco receptivos, cuando reina la incertidumbre y prima la cautela generalizada.
Bueno, el escenario actual en América Latina debería revalorizar esta actitud, que se necesita para generar condiciones que dinamicen las economías debilitadas por el cese del viento de cola del escenario internacional, y corresponde a los respectivos gobiernos tener la habilidad y visión de incorporar elementos catalizadores para quienes arriesgan en momentos de dificultades.
En este contexto, corresponde traer a colación aportes de la Secretaría General Iberoamericana (Segib) que apuesta por el fomento de la innovación y el emprendimiento como herramientas complementarias a la educación para el desarrollo de América Latina, según indicó la titular de ese organismo, Rebeca Grynspan.
“La cultura de la innovación y la cultura del emprendimiento requieren un cambio de mentalidad, o sea, requieren un cambio cultural en una sociedad y eso está en la base de lo que debemos hacer para cambiar nuestro modelo de producción”, sostuvo.
Grynspan destacó el peso de la innovación y el emprendimiento en las políticas de la Segib al hacer un balance de la reunión de cancilleres de los países iberoamericanos celebrada el pasado fin de semana en Cartagena de Indias, a la cual asistieron ministros de 12 de los 22 países que integran esta comunidad.
“La idea es poder tener una sociedad de emprendedores, que no es lo mismo que tener una sociedad de empresarios”, aclaró la titular de la Segib, al subrayar que el cambio cultural procura que la población, y especialmente los jóvenes, tengan “una actitud mucho más creativa, mucho más proactiva” pues en el futuro “esta actitud, esta cultura de innovación y emprendimiento va a ser fundamental” para la competitividad de los respectivos países.
"Tenemos que tratar de incentivar eso y por supuesto que en algunos casos en que sea oportuno también apoyar la creación de empresas con ideas innovadoras, con incubadoras de empresas y con espacios en los que se pueda manifestar la capacidad emprendedora, especialmente de los jóvenes, pero realmente de toda la sociedad”, añadió.
Bueno, en nuestro país están en marcha programas, con apoyo oficial o directamente a través del Estado, que han procurado la inserción laboral de pequeños emprendedores a través de las PYME y empresas a menudo unipersonales, haciendo las veces de incubadoras en las que inicialmente se comparten recursos y servicios, hasta tanto se generan condiciones para el despegue de cada emprendimiento, lo que por supuesto no es fácil, porque puede haber espíritu emprendedor pero dificultades en identificar lo que quiere el mercado y como lograrlo. Además, están de por medio aspectos como la financiación del proyecto y eventualmente, conjugar la capacidad de producción de bienes y servicios con la gestión empresarial, que no siempre van de la mano.
Ello es parte de la explicación, en la relación efecto-causa, de que para la mayoría de los uruguayos el ideal sigue siendo un puesto en el Estado, que conjuga escasas exigencias y buena remuneración, con inamovilidad hasta la edad jubilatoria.
Es decir que la actitud emprendedora no es la regla, sino la excepción en Uruguay, que tiene que ver con aspectos culturales que vienen desde muchas décadas atrás, con un Estado paternalista que da seguridades y porque además la realidad indica que de alguna forma o de otra, el Estado se mantiene incólume a través de los recursos que detrae de los sectores activos de la sociedad.
Grynspan explicó que “hay varios ejemplos muy positivos en la región iberoamericana”, y que el desafío ahora está en “densificar esa experiencia” para que la innovación y el emprendimiento “no sean solo de unos pocos. Nosotros hemos incrementado los laboratorios de innovación social, donde proveemos un espacio a los jóvenes que se proponen resolver problemas sociales determinados. Escogemos las mejores ideas y además conformamos grupos de trabajo iberoamericanos que coadyuvan a buscar la solución que se ha propuesto. Este tipo de cosas hay que hacerlo mucho más”, dijo.
La importancia del emprendimiento para el desarrollo regional quedó manifiesta en la aprobación por consenso que los cancilleres dieron al tema “Juventud, Emprendimiento y Educación”, elegido por Colombia para la XXV Cumbre Iberoamericana que se celebrará en Cartagena a finales de 2016.
Pero hay aspectos culturales que son común denominador en la región que hacen que el emprendedurismo no se contagie, por fenómenos socioculturales, tradiciones y condiciones en cada país que no favorecen el despliegue del esfuerzo individual o colectivo por abrirse paso con iniciativas de riesgo.
Incluso el éxito es mal visto en muchos sectores de nuestra sociedad, tal vez por envidia y a menudo por la desconfianza acerca de los medios que pudieron haberse empleado para abrirse paso en la vida, cuando precisamente de eso se trata, de ser emprendedor, de identificar oportunidades y arriesgarse donde otros prefieren abstenerse.
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