Paysandú, Viernes 25 de Diciembre de 2015

Oportunidades perdidas y desafíos

Opinion | 18 Dic El balance del desempeño de las economías latinoamericanas en el año que se cierra en pocos días no ha sido auspicioso, pero como en todos los órdenes de la vida, de los errores también se aprende si se toma debida nota y se establecen los correctivos para no repetirlos.
Pero en el caso de América Latina, lamentablemente, se repiten sucesivamente errores, y ello explica que se siga dependiendo en extremo de los ciclos de la economía mundial.
Así, la excesiva dependencia de las materias primas y el fortalecimiento del dólar pusieron en una difícil situación al subcontinente en 2015, tras una década de bonanza que vino caída del cielo, pero cuyos efectos ya se evaporaron en algunos países por hacer justamente lo contrario a lo que aconsejaba el sentido común, no ya los intrincados análisis de reputados economistas.
En conjunto la economía regional se contraerá un 0,8% este año, según dio a conocer Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), organismo que comenzó el año con previsiones positivas y las ha ido reduciendo paulatinamente hasta pasar al signo negativo.
Hay de todo, igualmente, en la región, con países que cerrarán el año con crecimiento pero a un ritmo menor que el pasado, algunos que mostrarán un estancamiento, como Argentina y Ecuador, y otros que sufrirán una contracción, como Brasil y Venezuela, debido fundamentalmente a la caída de los precios de las materias primas, la desaceleración en China y Europa y las perspectivas de un incremento en los tipos de interés en EE.UU., sumado a vulnerabilidades propias en cada caso.
Los analistas coinciden en que en términos generales, a la zona más cercana al Pacífico le va mejor que a la atlántica, una vez terminada la bonanza de la última década, que fue aprovechada de diversas formas por los beneficiarios, algunos pensando en el día después y otros viviendo solo el momento.
En el caso de estos últimos, hubo “fiesta”, como la definió el uruguayo Enrique Iglesias, expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), quien anunció su fin en agosto pasado, y destacó que ha dejado un regusto amargo y muchos comentarios acerca de si se trata de una nueva “década perdida” para la región, teniendo en cuenta la oportunidad para generar condiciones de economía sustentable y menos vulnerable.
Y cuando la fiesta se termina de repente, porque se cortan los recursos, los países que no hicieron las cosas bien deben rendir cuentas a su población, cuyo malestar puede aumentar a medida que sienta los efectos de los obligados ajustes, que han sido postergados en algunos países para no perjudicar a los respectivos gobiernos a la hora de comparecer en contiendas electorales. Ahora, que haya cesado la explosión de crecimiento, motivado por el alto precio de materias primas, no quiere decir que todo haya llegado a su fin, sino que los chinos han ingresado en desaceleración, pero no se ha cortado el flujo por completo. Igualmente, los expertos consideran que la reducción de la demanda por China y las perspectivas de un mayor fortalecimiento del dólar, si suben este mes las tasas de interés de Estados Unidos, auguran una debilidad sostenida en los mercados de materias primas.
Ahora, hay miradas distintas que si bien coinciden en evaluar que se ha desperdiciado una magnífica oportunidad para encarar reformas estructurales, es hora de mirar hacia adelante, asumir cuáles son los desafíos y cómo deben encararse, aunque no hay uniformidad entre las economías de América Latina.
Y aunque hay críticas generalizadas en el sentido de que los gobiernos latinoamericanos no han aprovechado la oportunidad para erradicar la pobreza en forma efectiva, a la vez se escuchan voces que son cautamente optimistas y que señalan que hay oportunidades potenciales que requieren identificarse y aprovecharse debidamente. En este sentido el ejecutivo de Merrill Lynch Juan Pablo Cuevas, en recientes declaraciones a El Nuevo Herald de Miami, señaló que el gran desafío de los países latinoamericanos es “mirar hacia delante” y estudiar ahora cómo hacer que sus economías se sustenten en una “mezcla más equilibrada” entre materias primas y “productos terminados”.
En un reciente informe, el grupo danés Maersk, líder mundial de transporte de carga, advirtió que la desaceleración que empezó a sentirse hace cuatro años no significa que “toda la región esté envuelta en una espiral de crecimiento negativo” y señaló que vislumbra a algunos países “lo bastante maduros como para liderar el cambio hacia economías sostenibles”.
No hay recetas seguras del éxito, teniendo en cuenta que diversificar las economías para hacerlas menos dependientes de las materias primas no es tarea fácil ni de un día, y no puede llevarse adelante a fuerza de voluntarismos.
Pero, “hay que coincidir en que el buscar nuevos mercados mediante la firma de acuerdos comerciales e invertir más en infraestructura, como son los ingredientes de la receta de Maersk para capear mejor el temporal”, según Omar Shamsie, presidente de Maersk Line en la región, están en sintonía con el rumbo a seguir.
Ahora, la cosa no va a ser fácil ni inmediata, porque en lo que tiene que ver con infraestructura lo que no se hizo cuando los recursos llegaban a manos llenas, difícilmente pueda hacerse en un tiempo más o menos mediato, cuando las economías se han desinflado.


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