Paysandú, Domingo 27 de Diciembre de 2015

OPINIÓN

LA VOZ DEL PÚBLICO

Locales | 27 Dic MANEJEMOS MEJOR
Los viejos rezongones sumados a quienes de a poco y contra voluntad nos vamos convirtiendo en ello, advertimos el desmanejo creciente de la sociedad, en varios aspectos, lamentablemente.
Algunos exageran exclamando “¡ya no se puede vivir!” No da para tanto todavía, pensamos, pero --a este ritmo--, seguro ya lo veremos.
La realidad de que viejas y sanas costumbres ciudadanas hayan entrado en franco deterioro, justifica de alguna manera la exageración anterior.
Por ejemplo, ya no podemos salir a pasear por “18” tranquilos, como nos gusta a los sanduceros (para qué, no se sabe muy bien, pero nos gusta). Las veredas (nuevas) con baldosas rotas; las rejas de desagüe descalabradas, haciendo alarde de su condición de trampa para tropezones y/o caídas. Los lugares para sentarse, ocupados por vendedores casuales (clásicos impunes inhabilitados que aparecen como hongos). Súmele las papeleras mal usadas (¡no son para tirar cualquier cosa!) y mal cuidadas, los “palitos” rotos...
A todo esto se le agrega el imparable fenómeno social actual, del que nos hacen a todos responsables (¿?) dicho en el nuevo léxico: “el mangazo” recurrente.
¿Se podrá pasear algún día, sin toparse con “el pesito que le sobre, ‘patrón”? Pues, no somos patrones de nadie ni tenemos la obligación de tener siempre un monedero lleno de “pesitos que sobren” para hacer donaciones compulsivas, a un pedigüeño que utiliza cuanto recurso le sugiera su imaginación: desde “un viaje a Young de apuro”, hasta los clásicos “hijos enfermos” o “casa incendiada” o el siempre muy dudoso “para comer algo”. Mucho menos para la muy sincera “monedita para el vino”, o algún que otro porrito, de seguro.
Hablando de manejarnos mejor, ni nombremos estacionar. Se supone que quienes tenemos vehículo, ya sea por pura suerte o por mérito propio (léase romperse el alma trabajando), sabemos manejar y estamos habilitados por la IDP para ello. O sea, no necesitamos de nadie que nos guíe para estacionar (¡faltaba más!). Ni para encontrar lugar (cada vez más escaso). Si de verdad necesitáramos tutor para estacionar y/o no fuésemos capaces de advertir el lugar dónde hacerlo, deberíamos (en un arrebato de honestidad) devolver la libreta y sin reclamar devolución de lo que nos costó.
Entonces ¿por qué debemos soportar que tengamos la casi obligación de pagar el “servicio” de guía no solicitado, o andar explicando que sólo vamos a estacionar por un rato, o que “ya dimos recién”? Porque el encuentro indeseado con el cuidacoches (que a la postre no cuida nada y cada vez hay más robos) nos sorprende cada vez que estacionamos, así sea por enésima vez en el día.
Es un suplicio estacionar. Y ni que hablar si el único lugar disponible está (mal) ocupado por una moto, las más veces una sin patente ni luces, propiedad de alguien sin casco (y sin cabeza, ni moral).
Aclaramos que estas agradables situaciones se viven cuando hay sol. Ni hablemos de lo que sucede de noche. A este ritmo de “avance de obra”, vamos a convertir pronto el centro sanducero en un aguantadero de cualquier cosa. Una especie de zona anaranjada o roja donde todo vale...
Catalogamos las cosas en tres estados de existencia, a saber: aceptables, mediocres, y desastrosas. Si hicimos nada o poco para impedir que lo “aceptable” se transformara en “mediocre” (donde ahora estamos parados) y no hacemos nada --ya mismo-- para frenar su camino inexorable hacia la condición última de “desastre”, así nos irá y esta queja que hoy parece un grito exagerado pasará a ser apenas un chistido, un agujero en el agua.
Posible situación futura inmediata: cuando se inaugure la nueva Terminal, la gente, las familias, preferirán ir a pasear allí, donde van a encontrar aire acondicionado, pisos limpios y sanos, vidrieras “lindas”, sin ruidos molestos de escapes libres, y por supuesto cero “mangazo”, y estacionamiento gratis (oferta de paseo nada despreciable ¿no?).
¿Y el centro, por el que tanto queremos hacer, y decimos que tanto estamos haciendo, qué?
Aquellos que van a Colón no dejan de mencionar “lo lindo que está” y destacan sobre todo que no existen allí “guías de estacionamiento” ni “necesitados urgentes de un peso” (léase: “jeteros”). Dicen que este tipo de profesiones de moda están expresamente prohibidas, y por supuesto, todavía no se les ocurrió la “genialidad” de “regularizar” el jeteo y darles chaleco para que se vean mejor. Parece que vamos a tener que llegar a esos extremos (¿deberíamos?).
Hagan algo quienes tengan que hacerlo. Por el método de la persuasión o por el de la obligación. Utilicen el camino que sea más adecuado según los especialistas que cobran para encontrarle la vuelta a este desmanejo, y que todavía no la han hallado, según consta a ojos vista.
Y uno se pregunta y con razón, ¿cómo llegamos hasta aquí? ¿Qué hicimos mal quienes hicimos todo bien, o intentamos hacerlo?...
Quienes pagamos nuestros impuestos, quienes --además-- colaboramos en cuanto beneficio, rifa, venta de empanadas, pollos, fomentos de la escuelita, cuotas sociales, tipo teletones y etcétera ande por allí ¿acaso debemos sentirnos culpables y co-autores de este “mal manejo” del problema social?
¿No hay “conductores” oficiales para ello? Si hasta creamos un Ministerio aparte, con su Presupuesto (con mayúsculas), para atender este tema y “manejarlo” adecuadamente. Evidentemente lo están haciendo “no tan bien” por lo menos, si las cosas empeoran a este ritmo cuando la economía del país mejoró tanto.
Sr. Director, los rezongones, no estamos en contra de esa “repartición especial del Estado para atender la problemática social”. Debe existir, desde ya, tanto como que debe manejarse mejor, a juzgar por los resultados que todos vemos y que algunos parece no son capaces de hacerlo o no quieren.
Cuando empezó a funcionar el Mides, no había tanta gente pidiendo por deporte, como ahora. Ni drogándose a la vista de todos, como la cosa más natural del mundo.
En sana autocrítica, tal vez haya sido un error haber repartido más pescado que cañas. Y claro, tras las cañas viene la enseñanza para pescar. Y eso es dinero, y mucho, pero siempre será más redituable que seguir repartiendo pescado. Si en esta posición estamos como piojo en peluca y realmente se ha hecho mucho, por favor muéstrenlo de otra manera, porque no se ve. Todo lo hecho está pensado por especialistas. Dicen que si no existiera el Mides sería peor. Entonces, si es así, estamos muy jodidos. Porque si vamos al caso, nunca se ha visto tanta gente revolviendo volquetas...
El ejercicio de la tolerancia, para vivir en comunidad, debe existir. Y eso se traduce en que muchas veces aguantemos y/o comprendamos situaciones incómodas (un paro necesario, una manifestación justa, etcétera) y hasta podemos hacerle un agujero más al cinturón si el esfuerzo que nos pide el paquidérmico Don Estado es necesario. Pero de ahí a tener la “obligación” de pagarle a una persona que nos coloca un cartón en la moto (hasta cuando hay sombra) o a quien nos ayuda a estacionar cuando lo podemos hacer solos y sin mirar sus indicaciones, hay una distancia enorme.
¿No habrá otros trabajos para ocupar a esa gente? ¿Sus destinos serán mal limpiar vidrios en 25 segundos en una esquina, toda su vida, o directamente pararse en cualquier lado a pedir por pedir?
¿Será tan imposible buscar otra solución?
Para vivir en una ciudad medianamente organizados, debemos por lo menos cumplir con obligaciones: pagar impuestos, no tirar basura, respetar velocidades, no ocasionar ruidos molestos, respetar normas... respetar... siempre respetar. Al prójimo. (Parece mentira tener que estar recordando estas cosas elementales). Hablando de respeto y obligaciones, ¿acaso no es obligación trabajar para ganarse la vida? Eso está hasta en la Biblia, por las dudas. Y eso no es “laburo”, como tampoco lo es robar, dicho sea de paso, aunque muchos “pichis” (perdón Sr. Bonomi, “marginados sociales”), tengan esa confusión.
¿Cuántos de estos pedigüeños hay en Paysandú? ¿100? ¿200? ¿300?
Sugerimos una solución. Como por mezquindad política no le votaron a la Intendencia el permiso para endeudarse, no hay plata. Y encima la mitad de las motos no pagan nada, los autos un poco mejor, las contribuciones hasta ahí nomás, necesitamos que alguien nos regale 300 equipos formados por pala, escoba, par de guantes, sombrero, zapatos de seguridad y tacho con ruedas. Puede ser Antel, que dio ganancias millonarias en dólares (algo así como 90 millones). Ancap no porque fue al revés, porque... ¡bué! mejor ni hablamos.
¡Cuánto más limpia estaría la ciudad! Patrullas de limpieza. ¡Eso! Que recorran las volquetas desbordadas, ya sea por mal uso de la gente o de los recolectores...
Dr. Caraballo, propóngale un buen trato a los vecinos: que la gente que no paga sus impuestos, comience a hacerlo (y si no, póngase firme = cero convenio). De esta manera, a medida que vaya aumentando la recaudación, usted irá incorporando limpiadores, reciclando así vagos por gente útil que se va a ganar un sustento digno. Siempre van a tener algo para hacer. Mire ahora nomás, con la inundación... tendríamos 300 personas para ayudar, durante y después. ¿No es “negocio” para todos? Claro que después vendrán los reclamos, y hasta quizás le ocupen la Intendencia…
Manejemos mejor las cosas, con imaginación y audacia. De lo contrario, nos va a envolver la mediocridad de por vida y vamos a llorar sobre la leche derramada.
Juan el rezongón


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