Paysandú, Jueves 31 de Diciembre de 2015
Opinion | 31 Dic Más de veinte mil personas desplazadas de sus hogares marcan el fin de año en un país que se da el lujo de gastar 900 millones de dólares para recomponer en parte las finanzas de Ancap y salvar a Sendic, Coya y los otros buenos muchachos (como el título de la película de Martín Scorsese) que la “chambonearon” y se patinaron 2.000 millones de dólares, pero apenas si puede destinar 9 millones de dólares para los gastos de recuperación de infraestructura una vez que las aguas que hoy inundan área habitadas, desciendan.
El fin de 2015 vuelve a encontrarnos en una etapa de promesas del poder político, dispuesto a levantar la copa por el futuro, porque es allá (dicen) donde estás las soluciones. Es que lo importante es sacarla de la zona caliente, impulsarla hacia adelante (a la pelota).
Este año --que también vivimos en peligro-- trajo más de una inundación, aunque ninguna tan grave como esta. Y fue el momento del cambio de gobierno nacional y de elección y cambio de gobiernos departamentales. También el año de un nuevo gobierno en Argentina, el “Chau chau” a Cristina y el “Hola, adelante” a Macri.
Estos 12 meses fueron recibidos con alegría en los Campos Eliseos en París, entre brindis y fuegos artificiales. La misma ciudad donde pocos días después mataban a 12 personas en la redacción de la revista Charlie Hebdo. Al final del año, los periodistas muertos en el ejercicio de su profesión, según Reporteros Sin Fronteras, sumaron 67. Y en este mismo año al que apenas le quedan horas, fue el de la ira de ALUR contra EL TELEGRAFO por demostrar con firmeza periodística una información que quisieron ocultar. Y el final fue un apercibimiento a esta empresa, como para que tenga cuidado en el futuro, que eso de informar la verdad no le interesa a todo el mundo.
En enero también el mundo comenzó a conocer el drama de millones de sirios desplazados por una guerra civil que no solo no cesa, sino que cada vez cobra más fuerzas. Durante el resto del año su dolor recorrió el orbe, sin que haya una solución cuando 2015 ensaya el “chau chau adiós”.
La crisis en Grecia, el escándalo de la FIFA, el reinicio de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, el derribo intencional de un avión de Germanwings con 150 personas a bordo, porque su copiloto andaba con los pájaros volados. Otro atentado en París, con 129 muertos y más de 200 heridos. Guerras, tsunamis, tornados, inundaciones y sequías. Un año que vivimos en peligro. Pero, ya lo cantaba Pablo Estramín, estamos acostumbrados.
En el vecindario, en un incidente cuyas causas aún están en proceso de investigación, Ancap derramó 260.000 litros (por lo menos) de combustible y no se apuró a avisar a OSE del peligro de contaminación de su red de agua potable. Los siniestros en el tránsito causaron otra vez demasiadas muertes.
El proyecto de fideicomiso sufrió un virus liliputiense y las obras que ahora se hacen, ahora se pagan, por decisión de la Junta Departamental, que en algunas sesiones pareció víctima de una invasión de bufones.
Dijeron adiós Galeano, Maggi, Ghiggia y José Luna. Despidieron a más de cien funcionarios contratados municipales e ingresaron otros tantos por sorteo. Los municipios vivieron una relación de amores y desencuentros con la intendencia.
Historias que fueron jalonando, junto a otras, este 2015 que se termina. Lo vivido ya es conocido y se recuerdan los éxitos como las desilusiones. 2016 es una incógnita, como lo fue un año atrás 2015. Lo desconocido genera esperanza cuando se trata de un nuevo año. Por eso quizás se lo recibe con bombas de estruendo, fuegos artificiales, brindis y todo lo que se pueda disfrutar en la mesa siempre cargada de fin de año.
En los primeros momentos de 2016 algunos comerán uvas, otros usarán ropa interior roja para atraer el amor y la pasión, amarilla para la suerte o rosada como sinónimo de buen augurio, otros saldrán por el barrio tirando de sus valijas de viaje. Ya casi no hay serenatas, pero aun se mantiene la costumbre de “ir a saludar”, recorriendo la ciudad y las casas de los familiares y amigos.
Un nuevo año llega, apenas un instante similar a cualquier otro, pero al que el ser humano le da especial significación. Como si se tratara de barajar para dar de nuevo, hay augurios, deseos, sueños, ilusiones. Con fuerzas renovadas, como cuando el futbolista inicia el segundo tiempo en procura de cambiar el score adverso, todos nos asomamos al año que comienza con la intención de que sea un buen tiempo por vivir en este mundo, en este país, en esta ciudad y en la casa de cada uno de nosotros.
Empero, hay algo diferente. Miles de sanduceros recibirán el año fuera de sus hogares, invadidos por las aguas del Uruguay. Unos en casas de familiares o amigos, otros en carpas, otros en sitios puestos a disposición por la organización de atención a emergencias. Y todavía otros que residen en un segundo piso, ven como el barrio se parece a Venecia mientras se niegan a retirarse.
Viven momentos de aflicción y para ellos el futuro es una enorme interrogante. Cuando las aguas desciendan se verán posibles daños estructurales, huellas de la visita de delincuentes; se verán las “cicatrices” de la inundación.
Probablemente, porque el ser humano tiene fuerza interior que se traduce en esperanza, incluso en medio de la aflicción, esos sanduceros también se sumarán al brindis y a los augurios de paz y prosperidad. Y así debe ser, porque vivir es esa maravilla que nos demuestra en cada amanecer como en cada atardecer que hay que hacerle frente a las cosas más brillantes como a las oscuridades.
La comunidad pone lo suyo en solidaridad, y el Estado por ahora solamente queda en la orilla, sin acciones profundas que solucionen el grave problema de las viviendas precarias en áreas bajas y cercanas a cursos de agua, o sin decidirse a construir defensas que reduzcan el impacto de las crecientes en áreas urbanas.
Lo bueno y lo malo vuelven a reunirse en una jornada especial. A lo largo del planeta se irán desarrollando los rituales de augurios a medida que llegue la medianoche. En esta nuestra ciudad, nuestro lugar en el mundo, llegará ese momento mágico. Y una vez más nos uniremos en un mismo deseo y en un mismo desafío, el de ser felices y de alcanzar nuestros objetivos. Que así sea. Feliz 2016.
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