Paysandú, Sábado 02 de Enero de 2016
Opinion | 27 Dic La actual inundación provocada por el desborde del río Uruguay --generada por un conjunto de causas, entre ellas persistentes y copiosas lluvias en toda la cuenca al norte, con el lago de la represa de Salto Grande por encima de lo normal y sin tiempo de evacuar para reducir el impacto-- ha causado dolor y desasosiego entre los sanduceros. Lo mismo, claro, se repite en todo el litoral, con situaciones más complejas en --por ejemplo-- la ciudad de Concordia.
Pero también ha puesto de manifiesto la solidaridad de todos, que en mayor o menor medida estamos dispuestos a colaborar con quienes hoy están desplazados de sus hogares. En todas las ciudades afectadas, y en Paysandú en particular, decenas de personas colaboran de manera directa con el Cecoed en tareas de evacuación, en tanto muchos otros se organizan para dar su apoyo a través de actividades solidarias.
Tristemente, como ocurre siempre en estas situaciones de crisis, hay quienes dejan asomar lo peor de sí mismos y se dedican al saqueo de propiedades bajo el agua o a pasar casa por casa pidiendo donaciones en nombre de los inundados pero para provecho propio.
Es la condición humana aflorando en situaciones de crisis. Mientras unos extienden una mano para ayudar otros lo hacen para quedarse con cosas que no les pertenecen.
No obstante, en el caso particular de esta creciente, que se ha tornado más grave incluso que la de 2009 --recordada como la peor de los últimos años--, tiene también algunas características diferentes, que hacen también a la condición humana.
Por un lado, es la primera gran prueba para la aun nueva Administración municipal (más allá que algunos ya integraban los cuadros de dirección en 2009, en la Administración Pintos) y ciertamente la respuesta es adecuada y proporcional a las posibilidades de todos los organismos involucrados en la emergencia y reunidos en el Comité Departamental de Emergencias.
Pero quizás el hecho que distinguirá a esta emergencia será el enorme espacio que ocupa en las redes sociales, donde pueden leerse desde informaciones de gran utilidad hasta comentarios sin asidero alguno. Obviamente, no hay comentarios malintencionados --o son los menos-- pero hay muchos que no se ajustan a la realidad y que no están en línea con la información oficial desde los operadores nacionales y departamentales de emergencia, que son los que están en contacto permanente con los medios de comunicación.
Para algunos, las redes sociales sirven para solicitar con urgencia la presencia de equipos de evacuación, vituallas o elementos sanitarios. Pero en realidad, solicitar eso por cualquiera de las redes sociales no hará otra cosa que enlentecer la llegada de la ayuda. Hay un centro coordinador de emergencias y es ahí a donde debe llamarse. O en último caso, concurrir personalmente.
Quizás porque se trata de un fenómeno nuevo, hay todavía cierta confusión. Pero las redes sociales no son “medios de comunicación”, aunque sí son un nuevo canal de distribución que permite enlazar sus contenidos en función de lo que publique la audiencia.
Pero no pueden considerarse medios de comunicación. En ellas aparecen exclusivamente las informaciones que los usuarios deciden publicar.
No obstante, si tienen una característica que los asocia con los medios de comunicación y es el hecho de que si un usuario publica una información se produce un efecto cadena de ese contenido. Inmediatamente, esa información podrá ser vista por toda la red asociada de amigos del usuario que, a su vez, podrán también publicarlos en sus perfiles.
En el caso concreto de la actual inundación se ha leído de todo, desde que Paysandú no tendrá agua potable hasta que la represa de Salto Grande se partirá en dos. Hay supuestos eruditos que opinan a partir de conclusiones propias e incluso muestran fotos de 2009 y ahora para probar tal o cual cosa, desconociendo que en siete años algunas condiciones pueden haber variado.
Hay quienes publican con claros fines partidarios, criticando o tratando de demostrar cuánto se trabaja. Como nunca antes desde varias tiendas políticas se utiliza la inundación para tratar de sacar provecho propio. Tanto que parece que hubiera “Cecoeds” trabajando en paralelo pero sin mucha coordinación.
Puede apreciarse también una suerte de competencia para determinar quién o quiénes son más solidarios, pero organizan acciones de manera independiente, sin coordinar con las autoridades.
Están quienes gritan desde la urgencia y ante el dolor de ver sus casas a punto de ser inundadas. Y también quienes opinan desde la comodidad de Bulevar Artigas o aun más al Este.
Y todos confluyen en las redes sociales. Una suerte de Torre de Babel. Son, sin dudas, una fenomenal herramienta para la sociedad. De hecho EL TELEGRAFO actualiza su información en su propio Facebook varias veces al día. Pero siempre deberá tomarse en cuenta de quién proviene la información. No porque conscientemente se quiera emitir información incorrecta, sino porque se trata de opiniones que se multiplican sin sustento alguno. Porque en las redes se confunden las opiniones con los rumores y la información veraz, todo en una misma bolsa, y no son muchos los que se toman el tiempo y el trabajo de separar la paja del trigo, reproduciendo versiones disparatadas que contribuyen a la desinformación. Y eso puede tener serias consecuencias en una emergencia de estas características.La responsabilidad de transmitir la información correcta y verificada está en los medios de comunicación y es en ellos donde la población puede conocer la realidad. EL TELEGRAFO, con sus más de 105 años de diaria labor, ciertamente es el diario con mayor experiencia en el país, cuyos cronistas han reflejado innumerables crecientes, incluida la de 1959, cuando aguas abajo corrían 48.000 metros cúbicos por segundo. Muchísimos más que los actuales 31.000 que recibe Salto Grande, aunque “en el Facebook” muchos eruditos aseguren que esta es la mayor creciente de la historia.
Y hoy como entonces --y aún como mucho antes-- mantiene su responsabilidad informando en base a hechos reales y datos fidedignos. Aprovechando también las nuevas tecnologías y también publicando actualizaciones periodísticas en Facebook, acompañadas de documentos gráficos y videos, que son seguidas por decenas de miles de personas. Para que en las redes sociales también haya una voz confiable.
Las redes sociales tienen su incuestionable sitio en la sociedad y en situación de emergencia también. Pero deben ser usadas con tino y buen criterio. No para impulsar la difusión de informaciones carentes de veracidad ni usándolas para fines personales cubiertos por la piel de la solidaridad. Porque la desinformación en situaciones de emergencia puede ser como la nafta en un incendio.
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