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Paysandú, Domingo 03 de Enero de 2016

Perdieron casi todo pero aún tienen esperanza de volver a empezar

Locales | 27 Dic Ojos tristes y cansados porque el trabajo ha sido agotador. Brazos, cuellos, espaldas y piernas calcinados por el calor. Las horas pasan y el río sigue apoderándose de aquello que, con tanto esfuerzo y sacrificio, muchos sanduceros han construido. Es que la creciente del paterno no ha dado respiro y las previsiones no terminan siendo tan alentadoras como uno quisiera escuchar.
La inundación, que llegó al pico máximo de 9,10 metros (ayer durante gran parte del día), según los datos oficiales aportados por el Cecoed, avanza poderosamente y atormenta a quienes la padecen, atentando sobre todo contra quienes --por no disponer de recursos económicos-- han tenido que abandonar sus viviendas en zonas bajas, contra la margen del río.
Una recorrida por diferentes zonas bastó para poder conocer la realidad que se está viviendo, donde más allá del reclamo, la necesidad y la incertidumbre son lo que golpea más fuerte.
SAN FÉLIX DEVASTADA
Pasado el mediodía, EL TELEGRAFO se trasladó hacia el Hipódromo de San Félix. Al ingresar por la principal vía de acceso al barrio (ya que la otra entrada, diagonal a San Félix, se encuentra cortada por el agua), nos encontramos con los primeros desplazados por el paterno. Sentada frente a uno de los studs, se encontraba doña Baccaro, conocida por quienes durante años han concurrido al escenario turfístico. Con su bisnieta de menos de un mes en brazos, contó que perdió muchas cosas porque el agua avanzó sin darle oportunidad para salir antes.
“Hace cuarenta años que vivo acá y nunca el agua había llegado tan adentro. En otras inundaciones sacamos las cosas pero con el agua a media pierna, y ahora está más alta. Yo tenía puestas las bolsas de avena y la ración de los caballos en altura, pero igual perdí muebles, un sillón cama que tenía y otras cosas”, contó. “Yo tengo gente conocida, estoy solita acá, pero la gente es un amor conmigo. Es como si fueran mis hijos, todos me ayudan, son gauchos, pero uno no tiene plata para darles. Mi nieto les compró unas aguas”, agregó.
“Han venido del Comité, pero acá es medio un rincón que nadie sabe quiénes viven”, dijo Tábarez, un vecino que junto con su familia vive frente a la entrada al Hipódromo y ahora han colocado carpas bajo los árboles que están cerca del box veterinario. “Si el río quiere crecer, que crezca, son cosas de la naturaleza. Seguiremos yendo para arriba”, indicó.
Heber Rodríguez, uno de los encargados del hipódromo (ex jockey), dijo que entre vecinos se dieron una mano para sacar las cosas. “El 23 de noche nos tuvimos que mudar. Andaba un avisador que decía que iba a crecer a 9,20 y a mi mujer casi le da un ataque, nunca estuvo cerca así de la creciente. Está todo bajo agua y sigue creciendo porque hoy de mañana (por ayer) el agua no había entrado a los boxes de antidopping y ahora está todo inundado”, precisó. En tanto, “la pista amaneció llena desde los 700 metros hasta la pista auxiliar y de competición”.
“Esta es mayor que la de 2009, porque en esa (creciente) el agua llegó a la curva, en la esquina, de la casa del encargado de aquel momento que era González y donde yo vivo el agua estaba al borde, pero ahora se vino todo para adentro. Esta es mayor”, dijo.
UNIDOS POR LA DESGRACIA
Otro de los puntos que se ha visto afectado es Park Way en su extensión desde Montevideo al oeste. Allí, Martín Campero dijo: “Nos ayudamos entre todos los vecinos. A nosotros nos sacó el 23, el día anterior tenía el agua por el fondo y al otro día se vino con todo”, comentó el hombre, que vive con su señora y sus dos hijos. “Esta es la tercera inundación que me saca, pero esta me parece que es más grande”.
“Reclamé al Cecoed porque desde el 23 de no habían venido pero hoy llegaron y pedimos algunas cosas que nos están faltando. Soy cortador de césped y no puedo salir a trabajar porque andan robando y una chapa que me saquen me hace demasiado gasto, encima de lo que se lleva el agua. Ayer correteé a dos que andaban por robar”, precisó.
Daniel Duré tiene su casa completamente bajo agua, en avenida Soriano y Ledesma, donde hay alrededor de diez familias en carpas. “Tengo un tallercito de herrería y metalúrgica y se me inundó todo, porque vino de repente”, expresó. “A mí me sacó el 23, no se puede estar porque es un peligro con el agua y las víboras que andan”.
Junto a su señora y su hija están viviendo en una improvisada carpa, hecha con nailon, montada sobre el cantero central de la avenida, a unos 70 metros de su casa. “Hay que cuidar, está fatal el tema de los robos”, mencionó. “Pusieron baños químicos y el comité ha venido, nos han asistido. Tenemos luz gracias a vecinos que nos dan, pero ya fuimos a hacer el trámite para que no le cobren a ellos”, dijo. Asimismo, expresó que para él no se está siendo certero en la información. “Están mintiendo con las cifras porque la otra vez llegó sólo hasta la esquina y si ahora dicen 9.10 y ya pasó la esquina, no puede ser”, sostuvo conocedor de las veces que ha tenido que abandonar su hogar.
EL PUNTO MÁS FRÁGIL
“La Intendencia se lavó las manos, vino un camión que no era de ellos a ayudar. Entre todos los vecinos del Curupí y del P-3 sacaron a la gente con chalanas que fueron apareciendo”, dijo un vecino que, con sus pies en el agua, miraba asombrado lo ocurrido en la zona de Libertad y Proyectada 72 Norte. Las casas del área conocida como bajo Curupí, quedaron complemente bajo agua.
“A algunas no se le ven ni los techos”, comentó Manuel Pintos. “En esta cuadra solo queda un vecino que no quiso salir y encima en medio de la tragedia no falta quien ande queriendo robar”. Mientras, frente al equipo de EL TELEGRAFO, un grupo de al menos diez jóvenes solicitaban permiso para pasar con una chalana y colaborar con vecinos que, en medio de la desesperación, querían sacar algunas pertenencias de sus hogares. En una improvisada carpa, ubicada a metros del agua, estaba Eladia Rivera junto a su familia. “El agua nos sacó y pudimos sacar pocas cosas. Lo que nos hace falta urgente es una cama y colchón para mi hija que está embarazada casi a término y no puede dormir en el suelo”.
Bajo el sol y un cálido resplandor, Eduardo Leiva, un padre de familia intentaba extender un nailon para ocupar luego junto a su esposa y sus siete hijos, la más pequeña de menos de un mes. No pudo evitar romper en llanto al contar que no pudo rescatar nada. “Nos quedamos sin ropa, solo con lo puesto. Si alguien puede ayudarnos, les agradecemos”, mencionó. “Esto nos agarró de sorpresa y nadie dijo nada. El agua vino de golpe, imposible sacar cosas. O sacábamos a los gurises para que no se ahogaran o sacábamos las cosas”, comentó el padre de familia. Los damnificados sanduceros esperan pacientemente, como otras veces lo ha hecho. Esperan, aunque también desesperan al ver como la furia de la naturaleza embate los sueños. Pero, en lo más íntimo de su corazón saben que nada podrá contra su esperanza. Porque como dice la canción: “Queda mucho por andar y mañana será un día nuevo bajo el sol. Volver a empezar”.


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