Paysandú, Domingo 03 de Enero de 2016

Un drama repetido y sin respuestas

Opinion | 02 Ene El episodio de zozobra que vive Paysandú como consecuencia de las inundaciones, así como gran parte del litoral uruguayo-argentino, parte de Paraguay, Argentina y Brasil, ensombrece los augurios de buen año que igualmente formulamos a nuestros lectores, con la perspectiva de que lo que está por delante será mejor y quedarán atrás los malos momentos. Aunque, sin caer en el delirio de que todo vendrá solo y que no nos demandará esfuerzo y voluntad de superarnos.
Sería desconocer la realidad no hacer referencia a los alcances del drama que viven unas 20.000 personas en nuestro país y unas 200.000 en toda la región como consecuencia de los desbordes de los grandes ríos de la zona. Los expertos lo atribuyen al fenómeno natural El Niño, que genera la ocurrencia de precipitaciones por encima de lo normal, concentradas en varios meses, que saturan los cursos de agua del subcontinente. Como contrapartida, no sería raro que en poco tiempo se revierta el exceso para dar lugar a un déficit hídrico que lleve sequías a vastas áreas de la región, según indica la experiencia.
Centímetros más, centímetros menos, sin dudas en el caso de Paysandú a esta altura estamos en la segunda crecida en magnitud del río Uruguay de la que se tengan registros, con la del año 1959 encabezando el récord que tanto drama llevara al litoral uruguayo-argentino. Aquella crecida marcó un antes y un después en muchas familias, llevando a la estigmatización a un amplio sector de la ciudad, que fue perdiendo edificación y decayendo por la magnitud del desastre. Y lo que es peor: desde aquella vez no se han generado medidas posibles para contener el avance de las aguas. Desde dejar amplios sectores para parquización y esparcimiento, incluyendo construcción de defensas y terraplenes, hasta realojos masivos a través de amplios planes de construcción de viviendas –únicamente posibles con financiación nacional e internacional-- hasta la elaboración de proyectos sociales para evitar la instalación de asentamientos en lugares inundables, que luego multiplican la problemática social; son muchas las aristas de un problema que, indudablemente, volverá a repetirse.
Más de medio siglo después de aquel 1959, seguimos vulnerables. Si bien la represa de Salto Grande colabora en el control de los vaivenes del río, sin perder de vista que se trata de una obra cuyo objetivo es la producción de energía eléctrica, debe manejarse dentro de determinados límites para compatibilizar la hidrogeneración con el mantenimiento de los niveles aguas arriba y aguas debajo. Además, se maneja con previsiones de algunos días y eventualmente semanas para efectuar los movimientos de caudal y, por lo tanto, su capacidad de regulación se relativiza, porque puede recortar picos a costa de mantener niveles altos por más días que los que llevaría una oleada de crecida sin contención, como ocurrió en 1959.
Aunque se ha avanzado en despejar algunos sectores de las precarias edificaciones de otros tiempos, a la vez aparecen asentamientos marginales a la vera de los arroyos de la periferia y del propio río, que agravan las consecuencias de los desbordes.
Claro, si estamos en una magnitud de crecida de cerca de los diez metros a esta altura, estamos casi en el límite de edificación en la cota que establecen las ordenanzas municipales y convendremos en que, como sucede en todas las ciudades ubicadas a la vera del río, las evacuaciones son inevitables. Aunque, hay lugares como Concepción del Uruguay en donde se han creado defensas y obras que levantan los niveles de suelo para evitar el ingreso profundo de las aguas.
En el debe de las políticas nacionales permanece, entonces, un proyecto que encare alternativas para esta problemática. Pero a lo importante se lo posterga ante las urgencias, los recursos son siempre escasos y se utilizan mal muchas veces. También inciden factores culturales de muchas familias afectadas, que se instalan muy cerca del río porque tienen su medio de vida vinculado con actividades de pesca o de cría de animales en zonas fiscales, elaboración de ladrillos y otros menesteres que se resumen en una sola palabra: precariedad.
De allí la necesidad de políticas abarcadoras que combinen recursos con acciones de carácter social para abordar problemáticas muy complejas, en un marco de proyecto integral multidisciplinario, que no es precisamente una característica que se dé en nuestro país, tanto por la filosofía como por la búsqueda de recursos.
Más allá de eso y aunque no son respuestas de fondo ante los embates de la naturaleza, con o sin cambio climático, la solidaridad sanducera siempre deja ver que la esperanza late en los corazones de los habitantes de la Heroica, que anhelan que en este año el trabajo, el esfuerzo y la unidad les permitan cumplir sus sueños.


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