Paysandú, Martes 05 de Enero de 2016
Opinion | 29 Dic Desde mediados de octubre una vasta zona de Brasil se encontraba en estado de emergencia ante las fuertes precipitaciones que azotaban el estado de Río Grande del Sur, con vendavales que causaban grandes destrozos por aquellos días. Los pronósticos de intensas precipitaciones en una de sus principales cuencas, provocaba desconfianza en algunos reportes que presagiaban un incremento en el caudal de los ríos, que sumado a la intensa erosión y deforestación de una amplia área, no alcanzarían a contener tanto volumen de agua.
Mientras tanto, las poblaciones comenzaban a ser desalojadas de las riberas paraguaya y brasileña, al tiempo que los pronósticos no eran halagüeños aguas abajo. Hasta que la realidad comenzó a tocar el territorio uruguayo, con el Cuareim, el Uruguay y la represa que debió contener un nivel histórico en su embalse, sin precedentes hasta el momento.
Desde allí a la realidad actual solo transcurrieron unos pocos días. Estas inundaciones desplazaron a más de 16.000 personas en el litoral y los memoriosos solo recuerdan algo peor ocurrido entre marzo y abril de 1959.
La gravedad de la situación social ameritó que la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y el mandatario argentino, Mauricio Macri, sobrevolaran los territorios afectados, se reunieran con su pueblo y sintieran de cerca los reclamos de quienes han perdido lo poco que poseían.
En Uruguay, las coordinaciones se llevan adelante a través del Sistema Nacional de Emergencia (Sinae), que preside el prosecretario de la Presidencia, Juan Andrés Roballo, y se canalizan en las intendencias departamentales. Sin embargo, con la llegada de referentes políticos del Partido Nacional, las críticas no se hicieron esperar y las confrontaciones se fogonearon desde los altos niveles del gobierno.
Lo extraño, inaceptable e injurioso es que el presidente Tabaré Vázquez desvíe su atención, se fije en las conductas de los representantes nacionales y emita juicios desde su investidura, cuando --en realidad-- debería permanecer por encima de cualquier acción y visitar personalmente los lugares afectados, demostrando sensibilidad con el drama que vive el pueblo.
En el año 2007, Vázquez visitó Durazno tras las inundaciones que desplazaron a más de 10.000 personas en el centro del país y las tomas gráficas lo muestran compartiendo una olla popular con vecinos afectados y reunido con el intendente Carmelo Vidalín al borde del agua. En aquel momento no importaba posar para los medios, pero ahora sí; y se critica.
Por eso, esto no es una bronca entre “nosotros” y “ellos”, porque ni los monarcas se enredan en semejantes diatribas. Cuando la tragedia es grande, no es bueno mantenerse aislado en un pedestal. El presidente debe mostrar empatía con la gente que los votó y los que no. La mitad del país está sufriendo la peor crisis natural en 50 años. Estamos a una hora de avión o helicóptero de Montevideo: ¿tan poco le importa el norte al presidente de todos los uruguayos? Señor presidente: no deje que se lo cuenten. Venga al norte y véalo usted mismo.
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