Paysandú, Martes 12 de Enero de 2016

Cualquiera puede gerenciar

Opinion | 08 Ene “Perdón por poner al frente de empresas públicas gente sin ninguna credencial o experiencia en administrar un kiosco, simplemente porque son nuestros”, es una de las reflexiones que volcó públicamente Esteban Valenti, exdirigente comunista, integrante del Frente Líber Seregni del Frente Amplio y uno de los asesores y operadores políticos del grupo que orienta el actual ministro de Economía y Finanzas, a propósito de la vergüenza que –dijo-- siente por la actitud de su partido a propósito del déficit y la recapitalización de Ancap sin remover siquiera a uno de los directores que participó, prohijó u ocultó la situación económico financiera del ente.
Pero si bien Valenti es uno de los pocos --si no el único-- dirigente oficialista que pidió ¡25 veces! perdón en una nota por lo que pasó en Ancap, el tema que menciona es fundamental para tratar de entender por qué las empresas públicas son lo que son en el Uruguay, y por qué tenemos un Estado ineficiente, burocrático y sobredimensionado, que da escasas respuestas y devora mucho más recursos que los que devuelve a la sociedad.
No es casual tampoco que, según informa Búsqueda, un técnico como Pedro Apezteguía renuncie al Partido Socialista, harto de compañeros que entorpecen la gestión de Gobierno con “una irresponsabilidad producto del infantilismo”.
Pero el tema Ancap es muy sensible para la opinión pública y acaso podría producir cambios. Esto es así porque ningún ciudadano puede concebir que una empresa monopólica que vende los combustibles más caros de la región cuando están prácticamente regalando el petróleo en los mercados internacionales, pueda perder ochocientos millones de dólares. Y encima nadie es responsable.
El amiguismo en política, un viejo mal que aqueja al Uruguay, no fue inventado por el Frente Amplio ni nada que se parezca, sino que ha sido una constante en nuestro sistema político, tanto en el gobierno nacional como en las intendencias. Pero la izquierda llegó al poder en ancas del discurso de poner a los más capaces en el puesto adecuado, pero al llegar al poder ha hecho exactamente lo mismo que los partidos tradicionales. Las pérdidas que generaron en tan solo 10 años superan los peores irregularidades de los gobiernos anteriores, para empezar por lo que fue el caso Pluna, los Casinos, y ahora Ancap, con récord histórico de plata tirada.
Es cierto, todo gobernante recién llegado o que repite gestión partidaria es presionado por los grupos que trabajaron o hicieron el lobby para llegar al poder o retenerlo, y hay leyes y compromisos no escritos que hacen que desde puestos en el Estado, muchos ellos de confianza, se premie la militancia o la obsecuencia. Por eso es que se utilizan los cargos en las empresas públicas y en la administración como premios consuelo para los que no resultaron electos.
Por cierto que con la izquierda se han multiplicado los “asesores” en ministerios y otras dependencias del Estado, y no tiene nada que envidiar a la forma displicente y discrecional con que se movieron también gobiernos de los partidos tradicionales, por lo que ya podría decirse que el Frente Amplio es un partido tradicional más. Solo que lamentablemente ha utilizado las mayorías parlamentarias para apoyar causas indefendibles con un mínimo de sentido común.
Como bien manifiesta Valenti, que ha recibido ácidas críticas de muchos de sus compañeros de partido, fueron puestos en cargos de dirección de empresas del Estado, pero también en la cancillería, en otros ministerios y dependencias personas que no sabrían ni “gestionar un kiosco”, pero tenían el mérito de la militancia, y este déficit en capacitación se ha pagado las más de las veces con mala gestión o gestión no profesional, con criterios político-ideológicos en las decisiones, que no precisamente responden al interés general.
Hemos tenido así durante el gobierno de José Mujica la mayor proporción de embajadores que no son de carrera, convertidos en embajadores políticos y premiados por su inclinación ideológica o amistad, y al frente de empresas estatales en puestos directrices --no todos-- personas sin capacitación ni perfil para dirigir una empresa, haciendo gala de voluntarismo y manejo dispendioso del dinero ajeno, como ocurrió en Ancap, o por decisiones políticas con interés lectoral, como la decisión del anterior Directorio de Antel de construir el Antel Arena.
Y si bien en términos de amiguismos en política no hay nada nuevo bajo el Sol, tal vez, y solo tal vez, el episodio de Ancap, como tantos otros, a la luz del resultado nefasto en el Estado, influya para que se asuma en la dirigencia política la necesidad de hacer una autocrítica, reflexionar y actuar en consecuencia, apostando a los más capaces, a los buenos administradores, a los mejor formados y capacitados, provengan de donde provengan, porque es la suerte del país y la de todos los ciudadanos la que está en juego.


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