Paysandú, Martes 12 de Enero de 2016

Vayamos ya al Paysandú del Siglo XXI, consensuando hoy

Opinion | 09 Ene Si nos detenemos un segundo a observar la ciudad de Paysandú rápidamente llegamos a la conclusión de que no sólo se ha estancado sino que, en muchos aspectos, ha retrocedido. En otras palabras, llegamos inmediatamente a la conclusión que esto que vemos no es lo que esperaban algunos y quieren otros. Es duro tener que decirlo, pero como hubiese expresado Perogrullo, la realidad es real.
Todo hace pensar que debemos implementar un gran impulso y dar un fuerte golpe de timón.
Pensemos, desde el punto de vista de la ciudad, lo que viene en el futuro cercano: la inauguración de una nueva terminal, la esperanza de que la Universidad de la República cree un campus donde hoy se apresta a cerrar el edificio con el más grande techo “volado” y muy poco o nada más.
Sin entrar en detalles ni polémicas, resulta claro que la ciudad no avanza, no soluciona sus problemas, no aborda obras de futuro.
Recientemente, fue planteada una idea que naufragó en las torrentosas aguas del debate político donde el principal punto era quien ganaba y quien perdía. No debemos opinar sobre un hecho laudado pero si tenemos la obligación de plantear la situación y proponer un plan que, sería más que beneficioso imprescindible para Paysandú.
No será tarea fácil pero, recordemos, a los sanduceros nos gustan las “bravas”.
Conformemos un grupo de trabajo integrado por representantes de todos los partidos políticos, que en definitiva representan a todos los sanduceros. Hagamos que estos delegados se saquen la “camiseta”, se pongan ropa de trabajo y elaboren un proyecto consensuado; repetimos: por consenso.
El plan de referencia debería abordar los diferentes aspectos que se consideren de más importancia o relevancia para el futuro de la ciudad y que su financiación sería encarada a través de un fideicomiso a largo plazo, lo más largo posible, obviamente a través de la Intendencia Departamental pero, no confundamos, la Intendencia tiene sus obligaciones puntuales y su recursos presupuestados, dentro de los cuales debería agregarse la amortización del préstamo aludido.
Repasemos algunos puntos que son de obvia notoriedad y que sin lugar a dudas deberían ser considerados.
Por tratarse de un tema de lamentable actualidad comencemos con las inundaciones causadas por el desborde del río Uruguay y el arroyo Sacra. Algún día, algún gobierno departamental corregirá los gruesos errores, casi disparates, de las administraciones municipales sobre la prevención de inundaciones. Luego de las tremendas crecientes de abril de 1959, se estableció una norma que establecía la prohibición de edificar por debajo de la cota 12, luego se bajó a cota 10 y posteriormente a 8, es decir que en estos momentos dicha cota fue superada por el río en más de un metro y medio y las pocas, poquísimas construcciones que respetaron la disposición observaron la actual creciente “tan campantes”. Pero la verdadera responsabilidad radica en que los gobiernos departamentales, uno tras otro, aprobaron excepciones una tras otra y casi siempre miraron para otro lado cuando se formaban asentamientos cada vez más precarios y más cerca de las aguas del Uruguay y el Sacra. Y vamos a decirlo claramente: el problema no es que se construya en zonas “inundables”, el problema está en los asentamientos, en que quien se hace su casita precaria o para subsistir, siempre dependerá de la Intendencia y el apoyo de terceros cada vez que el agua se lleve lo poco que tenga, y además habrá que asistirlos con alimentos, pañales, etcétera. No generan un problema aquellos que tienen recursos suficientes para autoevacuarse, pagar un cuidador, arreglar lo que el agua destruya, conseguir un camión para llevar las cosas, mantenerse, etcétera. Por lo tanto no se trata de “prohibir” así porque si, porque en definitiva la zona portuaria o la costa por ejemplo tienen un gran potencial urbanístico. En cambio, lo que es totalmente inadmisible es que el propio Estado “regularice” con el dinero de todos los uruguayos un barrio entero en zona inundable, como se hizo con el Curupí.
Ante esta situación, la única alternativa es reubicar centenares de familias radicadas en lugares fácilmente inundables, de esas que siempre hay que asistir cuando el agua llega a sus puertas, y actuar con absoluta firmeza en cuanto a las intenciones de “ubicarse” en esos lugares.
Esto implica que en este punto el plan debe ser la obtención de terrenos convenientes y el establecimiento de nuevos lugares para asentamientos adecuados y ordenados así como una normativa más clara y efectiva para evitar que en el futuro gran parte de la responsabilidad de la aparición de damnificados no recaiga directamente sobre el gobierno.
Directamente relacionado se encuentra la necesidad de recuperar el arroyo Sacra comenzando con el alejamiento de sus costas de las viviendas precarias que hoy cubren su margen norte.
Otro de los temas que debe ser solucionado es el referente a la nula disponibilidad de espacio para las oficinas municipales y en ese sentido el proyectar y comenzar a construir un nuevo y gran edificio, en la escala de nuestra ciudad, o la ampliación moderna del actual Palacio es algo que no puede faltar.
También es necesario encarar la construcción del Centro Cultural que se ha proyectado crear en torno al recuperado Teatro Florencio Sánchez y que, junto a la peatonal y una mejora de 18 de Julio, transformará el centro sanducero.
La construcción de un acceso práctico y seguro, si bien debería corresponder a organismos nacionales, podría ser no sólo un elemento de criteriosa mejora urbanística sino que en la parte costera de su trazado puede ser un elemento de defensa contra la arremetida de las aguas. Muchas son, seguramente, las obras que omitimos en este planteo pero en esta oportunidad sólo deseamos ejemplificar lo que, pensamos, debería incluir un proyecto de las características que planteamos y que sería elaborado por un grupo de trabajo multipartidario procurando un consenso que culminaría en el esperanzador hecho de que fuera aprobado por unanimidad en la Junta Departamental de Paysandú.
Así, la Intendencia Departamental podría contratar un fideicomiso amortizable con una parte relativamente poco significativa de su presupuesto y hasta el mismo grupo que elabore el proyecto podría proponer al Gobierno Departamental la creación de organismo que controle la realización de los trabajos propuestos.
Imaginemos cómo transformaría esto a la ciudad de Paysandú y cuán orgullosos podríamos sentirnos de saber que fue propuesto y realizado por todos, todos, los sanduceros.


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