Paysandú, Jueves 14 de Enero de 2016
Opinion | 09 Ene Uruguay debe ser a esta altura el único país en el mundo en el que no se nota la caída histórica en el barril del crudo, y no es porque sí, sino que los uruguayos estamos sometidos al esquema perverso de monopolio que nos tiene a todos como clientes cautivos, sin opción, con sobrecostos por la ineficiencia de Ancap y encima con un déficit de 800 millones de dólares.
Ancap tendría margen para aplicar una rebaja del 11% en el precio de los combustibles a partir de este mes, ya que tanto el dólar como el barril de crudo Brent mostraron precios diferentes en el último trimestre a los que maneja la empresa en su paramétrica.
La actual paramétrica con la que Ancap fija el precio de los combustibles consta de un barril de crudo Brent a U$S 50,20 y al dólar en $ 29,60. Eso hace que el precio del barril sea de $ 1.486. El año pasado, la empresa pública resolvió revisar los precios de ambos componentes de la paramétrica cada tres meses y en base al resultado determinar ajustes en el precio de las naftas.
En último trimestre de 2015 --período que debe revisar Ancap ahora para tomar una decisión--, el dólar tuvo un valor promedio de $ 29,491. El barril de Brent, en tanto, promedió en U$S 44,69. Eso ubica al barril en $ 1.318, un 11,3% menos que la referencia de la paramétrica. Esa sería, entonces, la base para que el ente aplicara una rebaja en el precio de los combustibles, según se maneja por los economistas de los partidos de oposición, en base a números concretos.
Los promedios de los dos componentes principales de la paramétrica no favorecen a Ancap que cerró su balance con pérdidas por segundo año consecutivo, lo que motivó una capitalización de prácticamente U$S 900 millones (con una condonación de deuda del Ministerio de Economía por U$S 622 millones y un préstamo de la CAF por U$S 250 millones).
Ocurre que Ancap no traslada rebajas porque no tiene margen --cuando lo tuvo tampoco lo hizo-- pero sus directores y el mujiquismo le echan la culpa al Ministerio de Economía y Finanzas.
Eso no es novedoso en las empresas del Estado: mientras Antel se jacta de dar ganancias, en lugar de bajar las tarifas para beneficiar a los supuestos “dueños” de la empresa, o sea a los uruguayos, despilfarra millones de dólares en construir un estadio para que los montevideanos se sientan orgullosos de tener su “Arena”, como en Estados Unidos (paradójico en un gobierno anti yanqui, ¿no?). Lo mismo hace UTE: Uruguay tiene las tarifas de electricidad altas en comparación con la región, pero al ente le sobra plata. En tanto, la otra oveja negra, OSE, se da el gusto de tirar la mitad de lo que produce, agua, en pérdidas en el sistema de distribución. Y aún así tiene las cuentas bastante equilibradas. Obviamente es porque lo que cobra el servicio es un robo. Ninguna empresa puede sobrevivir si la mitad de su producción se esfuma por ineficiencia.
Pero todo eso es posible porque se trata del Estado. Hasta que pasa lo que pasó en Ancap, que dejó en evidencia una ineficiencia que ni siquiera el Estado puede sostener.
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