Paysandú, Sábado 16 de Enero de 2016
Opinion | 16 Ene Desde hace años, sobre todo a partir del convencimiento de que el cambio climático será un problema serio si no se adoptan medidas de contención y reducción de la emisión de gases de efecto invernadero hacia la atmósfera, entre otras acciones, han surgido intentos valederos de promover la reconversión hacia energías amigables con el medio ambiente. Entre las alternativas que más se manejan está lograr una mayor generación eléctrica reduciendo el uso de derivados del petróleo, así como promover energéticos “verdes” en una diversidad de actividades que son grandes consumidoras y contaminantes, como el transporte, o hasta incluso lograr una mayor eficiencia en los motores actuales, así como promover un uso racional del parque de tracción, entre otras posibilidades.
Uno de estos instrumentos a disposición es la habilitación de líneas de crédito para financiar proyectos sobre energías renovables, los que requieren condiciones especiales teniendo en cuenta el elevado costo inicial de las nuevas tecnologías, por lo que se trata de líneas que tienen sentido desde el punto de vista preservacionista.
Es por supuesto una oportunidad para generar proyectos para países que no disponen de posibilidades financieras propias, como es el caso de las naciones de América Latina, y a la vez también de captar capitales que están en danza en todo el mundo para volcarse a determinadas áreas estratégicas, al amparo de condiciones especiales por ser amigables con el medio ambiente.
En este contexto debe evaluarse la postura de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que destacó en las últimas horas la oportunidad que tienen los países de la región de aprovechar la inversión extranjera para "descarbonizar" sus economías, expandiendo su producto bruto interno y reduciendo el impacto del crecimiento en el medio ambiente.
"Por sobre todo se necesita IED (inversión extranjera directa) que contribuya a la diversificación de las estructuras productivas, así como al desarrollo de nuevas industrias con menor impacto ambiental", dijo Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, en un foro del Comité de Inversiones Extranjeras de Chile, que reunió a ejecutivos de 26 países con interés en invertir en el país.
La Cepal estima que las exportaciones regionales cayeron 14% en 2015, mientras que la inversión extranjera directa (IED) disminuyó 21% en el primer semestre del año pasado en la región, lo que es un indicativo de los nuevos tiempos tras el declive o el cese de la bonanza de la última década, en la que las condiciones internacionales favorecieron la radicación de capitales en la región.
Refiriéndose a la inversión extranjera directa, Bárcena dijo que los países de la región requieren entradas netas de capital en divisas (ingresos mayores a egresos por rentas), creación de empleo directo e indirecto y equilibrio entre las estrategias empresariales y los objetivos de desarrollo nacionales. En tanto, explicó que la inversión extranjera directa que se dirige hacia las energías renovables, la agricultura y el mercado digital puede hacer la diferencia en materia de desarrollo sostenible. En cuanto a los sectores de destino de la IED, subrayó las posibilidades de energías como la solar.
"El mayor reto estructural de la región es diversificar el patrón exportador y reducir la dependencia de las materias primas", enfatizó al indicar que, en "este mismo sentido, resulta crucial articular la inversión extranjera directa con políticas industriales y sociales para cerrar brechas estructurales".
Mencionó además cambios que se observan actualmente en el mundo, desde la reorganización de la economía global en bloques comerciales hasta la amenaza del cambio climático, pasando por la revolución tecnológica, la transición demográfica y la urbanización, entre otros, en cuyo contexto señaló la importancia de potenciar el comercio intrarregional y la integración de las cadenas de valor y entregó algunos ejemplos de encadenamientos que podrían fomentarse.
Pues de lo que se trata es de identificar las oportunidades allí donde se presenten. La inserción en programas crediticios que promueven la radicación de inversiones en energías renovables, la de “descarbonizar” la región, debería ser ya parte esencial en el esquema de desarrollo regional, más allá de matices en cada país, porque es un escenario propicio para maximizar el uso de recursos naturales, reducir dependencias y aportar a la reconversión que contribuye a evitar el deterioro ambiental, además de reciclar recursos en la región y tender a una mejor calidad de vida y sustentabilidad.
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