Paysandú, Jueves 21 de Enero de 2016
Opinion | 15 Ene Miles de sanduceros pasaron Navidad y Año Nuevo desplazados de sus hogares, por efecto de la inundación que alcanzó 9,12 metros “oficiales” y que superó incluso a la de 2009. Fueron momentos de aflicción para toda la comunidad, porque no solamente alrededor de 7.000 coterráneos estaban lejos de sus casas, sino que el sentir sanducero estaba con ellos, no solo en el decir, sino en el hacer, con donaciones de tiempo, esfuerzo, alimentos y otros elementos.
Vivir a la vera el Uruguay tiene eso. Nos regala inolvidables momentos en su costa, con hermosos amaneceres y notables atardeceres. Nos da además una forma de ser particular, porque ver sus aguas en eterno movimiento nos hace reflexionar sobre la vida, sobre la importancia de cada instante y –además-- sobre esa vida que se renueva siempre, que sigue su camino, que asegura futuro en su andar incesante.
Pero al mismo tiempo, de tanto en tanto, cuando sale de cauce, provoca daños, incertidumbre y dolor. Quienes viven cerca de su costa saben que un día despertarán con la certeza que el paterno invadirá su espacio esencial, que lo ocupará y los hará emigrar hacia otras partes.
La ciudad tiene una estructura de emergencia preparada para estos casos, que a su vez se nutre de una establecida a nivel nacional. Tanto el Comité Departamental de Emergencias como el Sistema Nacional de Emergencias han trabajado con acierto en la administración de la situación generada por la inundación. Los más necesitados fueron evacuados y sostenidos con alimentos, apoyo sanitario, vestimenta y más.
Y aunque no es lo mismo tratar de mantener la vida cotidiana en condiciones de emergencia, el sistema funcionó adecuadamente y, más allá de errores, se alcanzó el objetivo de dar apoyo a todos y sostén al que lo necesitase.
Ahora que el río ha abandonado el área habitada, los desplazados han comenzado a retornar. Lo que encuentran es un sitio contaminado y con los restos de la inundación. Queda limpiar, ordenar y poco a poco restablecer la vida en el lugar elegido.
Es una tarea dura, que lleva muchas horas, pero que tiene como aliciente, como meta, volver al espacio al que se pertenece. No obstante, a veces el agua se ha llevado parte o toda la construcción. Y en ese caso la comunidad, representada por quienes gobiernan, vuelve a decir presente, con el aporte de materiales para que se recuperen los destrozos.
El Uruguay, seguramente, algún día volverá a salir de cauce. Será por El Niño o por otra causa. Pero entonces, igual que ahora, encontrará a la comunidad firme y pronta para dar apoyo y cobijo a quienes sean desplazados. La historia no se detendrá, las inundaciones, en cierta forma, endurecen el temple de quienes vivimos a la vera de los principales cursos de agua.
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