Paysandú, Miércoles 27 de Enero de 2016
Opinion | 27 Ene Hoy es el Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto, que este año se centra, según lo determinado por las Naciones Unidas en “El Holocausto y la dignidad humana”.
Eso establece un vínculo entre la recordación del Holocausto y los principios fundacionales de las Naciones Unidas y reafirma la fe en la dignidad y la valía de todas las personas que se destaca en la Carta del organismo, así como el derecho de aquellas a vivir sin discriminación y gozar de igual protección ante la ley, derecho consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos. El Holocausto, que supuso el exterminio de casi dos tercios de la población judía europea, sigue siendo uno de los más dolorosos recordatorios del fracaso de la comunidad internacional en proteger a tal población.
Sin dudas, no ha sido el único Holocausto, pero ha sido tomado como ejemplo de la maldad que puede alcanzar el ser humano en nombre de nacionalismos, etnias y ansias de poder. Lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial, aunque han pasado décadas, sigue siendo una herida abierta en la sociedad humana, que ve allí uno de sus grandes fracasos, en la medida que hubo un grupo de personas que estuvieron de acuerdo en que ese era el mejor camino para terminar con la “cuestión judía”, cuando no se pretendía otra cosa que su exterminio.
Han pasado décadas y la raza humana sigue siendo igualmente inhumana porque no ha sido capaz de tomar ese horrendo ejemplo para a partir de él convertir en realidad --aunque más no fuera por una sola vez-- el nunca más que tanto se pregona pero nunca se cumple. Porque una y otra vez aparecen actos horrendos de lesa humanidad que se aprovechan de los desvalidos, de los derrotados, de los que no tienen posibilidades de defensa.
De ahí la trascendencia de no olvidar. Lo que no puede permitirse la comunidad internacional --cuando menos-- es el olvido. Ni de este ni de ningún otro Holocausto. Para eso se hacen necesarias acciones que lastimosamente parece que las propias naciones que integran la organización mundial no están dispuestas a tomar. Porque la venta de armas sigue siendo un enorme negocio y porque por las armas y la prepotencia se siguen matando y persiguiendo a millones de personas.
Se hace imprescindible elaborar programas educativos que inculquen a las generaciones futuras las enseñanzas del Holocausto con el fin de ayudar a prevenir actos de genocidio en el futuro.
Quizás parezca una acción menor, pero no lo es. Hay que enseñar la paz, porque hay demasiadas tentaciones para los violentos. Hay que crecer “desde el pie” como cantara Zitarrosa para alcanzar la cabeza del demonio y arrancarla.
Nos merecemos un mundo en el que todos tengamos un espacio, el nuestro. Donde nadie suponga tener el derecho de determinar quién puede vivir y quien debe morir. Hoy es una fecha en la que es bueno reflexionar sobre el horror ya vivido, con la ilusión de no volver a vivirlo. Al menos hoy.
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