Paysandú, Lunes 01 de Febrero de 2016
Opinion | 29 Ene En las últimas horas el presidente argentino Mauricio Macri hubo de beber un trago amargo inevitable y previsto ya desde antes de asumir cuando basó su propuesta en el sinceramiento de la economía, y adoptó la medida impopular de derogar los subsidios a las tarifas de electricidad, a cuenta de generar inversión en un sector estratégico clave para que la Argentina no se quede sin energía ya en el corto plazo.
Los subsidios son parte del legado nefasto del kirchnerismo, y fueron una de las columnas vertebrales del sistema populista que estableció un sistema financieramente insostenible, que terminó en una economía nacional ficticia, ajena al mundo y encerrada. La inviabilidad era tal que ya se sabía, desde antes de las elecciones, que la bomba estallaría en la cara del gobierno que asumiera el pasado 10 de diciembre.
En este caso, Macri ha debido asir el toro por las astas en los primeros días de su gobierno, cuando todavía tiene cierta carta de crédito que se extiende a todo presidente al inicio de su mandato, y es el momento en que asumiendo menores costos políticos --o por lo menos reversibles con resultados-- se puede hacer lo que se debe hacer, como es el caso, para intentar enmendar los entuertos.
El gobierno argentino eliminó el miércoles subsidios a la tarifa de electricidad aplicados en los 12 años de kirchnerismo y entidades de consumidores calcularon que puede haber alzas de entre 300% y 500% en las facturas. Al respecto, la administración Macri justificó la decisión en "el abandono (por el anterior gobierno) de criterios económicos en la definición de precios, que distorsionó las señales económicas, aumentando el costo del abastecimiento, desalentando la inversión privada", según el texto publicado en el Boletín Oficial.
"Los cuadros tarifarios aún no fueron difundidos. Se sabe que el costo de la energía mayorista aumenta 208%. Un consumidor puede pagar 28% más y otro casi 1.000% de alza, según la zona geográfica, impuestos, etcétera", dijo a la AFP el economista Fausto Spotorno, de la consultora Ferreres.
Al ajustar los precios de la energía, de hecho quedaron eliminados los subsidios que recibían millones de usuarios en sus boletas de pago. La medida alcanzará a unos 32 millones de usuarios residenciales, comerciales e industriales de todo el país. El gobierno no hizo anuncios en rueda de prensa y se espera que este viernes precise los valores, que según estimaciones de la prensa subirán entre 200% y 300% en promedio.
Por su lado el ministro de Economía, Alfonso Prat-Gay, había anticipado que el fin de los subsidios energéticos permitiría bajar 1,5% del déficit fiscal, estimado en casi 7% en 2015, desde que de esta forma tenderán a nivelarse las cuentas del Estado.
Ahora, este sinceramiento tendrá en su inicio un efecto traumático sobre todo para los sectores que durante años fueron beneficiarios de esta transferencia de recursos, y naturalmente, implicará un rebrote inflacionario que se unirá a los aumentos que se han registrado a partir de varios días previos al traspaso del mando, porque se creía inevitable el fin del cepo cambiario y un aumento del dólar que finalmente no fue tan significativo.
El reajuste inicial conlleva un golpe duro para sectores a los que se pretendía beneficiar creyendo que en economía se pueden hacer milagros, cuando hay una verdad absoluta: no hay almuerzos gratis ni mucho menos se puede financiarlos para siempre. Y ahora se pagan las consecuencias, puesto que terminar con la fiesta producirá además un incremento en la inflación debido a la fuerte incidencia de las tarifas en la medición del costo de vida.
Sin embargo aún no se tiene certeza del alcance de la inflación, puesto que el centro de estadísticas gubernamentales Indec suspendió hasta nuevo aviso --al menos seis meses-- la difusión de indicadores inflacionarios, entre otros. La razón dada por el gobierno fue la necesidad de reestructurar el organismo, cuyos índices eran dibujados a gusto por el gobierno “K”.
Los incrementos tarifarios alcanzarán en el primer trimestre también a las empresas que suministran gas y a los servicios de agua potable y aún se ignora cuándo regirá un anunciado ajuste en las tarifas de transporte, también debido a la quita de subsidios. Debe tenerse presente que los subsidios solamente a la tarifa de energía representaron una erogación para el erario público del equivalente a unos 8.500 millones de dólares en 2015.
Las tarifas eléctricas con mayores subsidios se aplicaban hasta ahora a residentes, comerciantes e industriales del área metropolitana, que abarca la ciudad de Buenos Aires y su poblada periferia con más de 13 millones de habitantes, y en tren comparativo una boleta de electricidad de una familia de clase media en la capital paga en verano el equivalente de 30 dólares, es decir tres o cuatro veces menos que en Uruguay, por efectos del subsidio.
Pero no se puede esquivar la realidad para siempre, y en el caso del gobierno de Mauricio Macri, optó por hacer detonar la bomba de tiempo que le dejó el kirchnerismo cuanto antes, para así contar con un tiempo lo más extenso posible para que la economía se vaya reacomodando a la realidad, reencauzarla y reinsertar al país en el mundo.
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