Paysandú, Miércoles 03 de Febrero de 2016

Cuando el petróleo no alcanza…

Opinion | 03 Feb En una de sus intervenciones tanto hacia adentro como hacia fuera de su país, el presidente Nicolás Maduro sorprendió a propios y extraños cuando apeló a cambiar el modelo de su país para no seguir dependiendo exclusivamente de las exportaciones de petróleo, que ha sido la constante desde que en la nación caribeña se descubrieron hace ya muchas décadas enormes reservas de crudo.
Es así que Nicolás Maduro pidió el fin de semana a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) apuntalar su plan de desarrollo nacional de nuevos proyectos de agricultura urbana y rural para construir una economía que no dependa solo del petróleo.
“Pido todo el apoyo de la FAO para desarrollar los proyectos productivos de la nueva Venezuela, lo pido y acepto todo el apoyo”, dijo en presencia del brasileño Marcelo Resende, jefe de la oficina de la FAO en el país caribeño, quien felicitó su iniciativa y comprometió su respaldo a “una agenda de cooperación conjunta” que extienda la actividad a la agricultura urbana.
Maduro encabezó el Primer Encuentro de Agricultura Urbana en un parque del centro de Caracas y pidió al vicepresidente del Ejecutivo, Aristóbulo Istúriz, y a los ministros de Agricultura y Agricultura Urbana, Willmar Castro Soteldo y Lorena Freitez, respectivamente, reunirse con Resende la próxima semana para abordar las opciones.
“Hagan una reunión inmediata si es posible hoy para que veamos todas las opciones de cooperación de la FAO en esta nueva etapa de Venezuela” y se definan planes de cooperación en semillas, tecnología, financiación para ayudar “a superar esta crisis, esta emergencia económica” que padece el país, ordenó Maduro, en su particular forma de gobernar a través de la pantalla de televisión, como que si de otra forma sus ministros no pudiesen entender.
La FAO premió el año pasado a Venezuela por reducir a la mitad el porcentaje de personas que sufren hambre entre 1990 y 2015 y por cumplir el criterio más estricto y reducir el hambre por debajo del 5% de la población nacional cercana a los 30 millones de personas.
Según el gobierno, el 62% de los ingresos de Venezuela se destina a inversión social y “durante estos últimos tres años de guerra económica y política de alta intensidad” contra Maduro “nada ni nadie ha logrado que nos alejemos de nuestros objetivos y metas sociales”. Pero además de la “guerra económica” que Maduro denuncia que le han declarado sus opositores para dar al traste con su gestión, su gobierno también atribuye la crisis nacional a la “desestabilización total del mercado petrolero”, su principal producto de exportación.
Maduro instó al país a impulsar las huertas urbanas con el objetivo de mejorar la producción de alimentos, mientras se registra un desabastecimiento de productos esenciales de bienes de consumo en los supermercados. "Vamos a retomar el concepto y llevarlo a todas las escalas", dijo el mandatario.
Pero no se trata de soplar y hacer botella, como sostiene el dicho, porque en el caso de Venezuela y específicamente a partir del acceso del chavismo, con la revolución bolivariana y la continuidad que a ésta le ha dado Maduro, se han promovido políticas populistas sostenidas en los recursos inmensos provenientes de un petróleo por arriba de los cien dólares el barril, que ahora está en la tercera parte. Ello ha hecho crujir una economía que no tiene aparato productivo y sacudir el escenario socioeconómico de un país que ni siquiera produce leche ni ningún otro insumo de base agropecuaria, que importa hasta el papel higiénico y las cosas más inverosímiles, en ancas de los recursos provenientes de su mar de petróleo.
Con una inflación anual estimada en el orden del 400 por ciento, un endeudamiento galopante y una crisis social que ha repercutido en el descontento popular que en recientes elecciones legislativas provocó que el oficialismo fuera arrasado en las urnas, evidentemente Maduro, sin dejar de responsabilizar a otros por la crisis, con sus apelaciones de siempre al imperialismo y a los golpistas, ha esbozado ante la FAO una idea, o más bien una expresión de deseos sobre lo que se debería hacer para tratar de llevar alguna dosis de sentido común a la economía del país caribeño.
El problema es que ha hecho esta formulación en plena crisis, como un manotón de ahogado, y lo hace demasiado tarde, porque para cambiar la pisada en Venezuela se necesita mucho más que una ilusión sobre lo que se debería hacer o se quiere hacer en un plazo que no mencionó, y con recursos que tampoco tiene en esta coyuntura. Por otra parte, el mayor problema de Venezuela está en su gobierno y en la corrupción, que impedirán cualquier progreso en el aparato productivo, porque el poder vive del caos en que está sumido el país.
El cambiar la pisada desde cero a un país de base productiva basada en recursos naturales, como es el caso de la agricultura, es una posibilidad que suele manejarse en tiempos de crisis, pero que requiere formación, apego a la tarea rutinaria en los cultivos, apoyo técnico, dedicación, y sobre todo, seriedad, palabra que Maduro desconoce el significado.
Además, hay un trasfondo cultural para cambiar que no se logra con arengas ni apelaciones, cuando se ha dependido tantos años de la comodidad de los recursos provenientes del petróleo.
En suma, lo que pretende o dice pretender Maduro es más bien un golpe de efecto de esos a los que el presidente parlanchín nos tiene acostumbrados, para desgracia de los venezolanos.


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