Rurales | 31 Ene “Las condiciones del cultivo no son las ideales pero no nos podemos quejar”. Así definió a EL TELEGRAFO el ingeniero agrónomo Luis Simean el panorama de las sojas en la región, determinado por la ausencia de lluvias durante enero, pero en cierta forma contrarrestado por el “éxito” pluviométrico del último trimestre de 2015. De aquí en más, las precipitaciones que se registren en febrero serán fundamentales para el rendimiento final de los cultivos.
El gerente de la filial Paysandú de Copagran estableció que “las lluvias importantes llegaron en diciembre e incluso permitieron levantar sin inconvenientes la cosecha de invierno y cerrar una muy buena zafra en cuanto a calidad y rendimientos”. Acotó que “las lluvias también permitieron hacer en tiempo y forma las siembras de verano, lográndose buenas implantaciones y buen desarrollo de los cultivos”.
En la actualidad, “hay algunos casos de sufrimiento de estrés de la falta de precipitaciones en enero que se manifiesta en campos más limitados y superficiales o con algún afloramiento; son manchones que se observan en las chacras”, dijo el profesional sanducero.
Sostuvo que se ingresa en un momento fundamental de la fase reproductiva y más adelante el llenado de grano, donde “es elemental” que no les falte la lluvia. “Confiamos en que los pronósticos de agua anunciados para los meses de febrero y marzo permitirán consolidar los potenciales de rendimientos tanto en soja, como sorgo y maíz”, precisó.
Simean recordó que en los últimos años “hemos tenido de todo. En el verano 2011-2012 pasamos por una seca intensa en diciembre y enero que dábamos prácticamente por perdido los cultivos de soja y sin embargo no les faltó la lluvia en febrero y marzo (llovieron 474 milímetros en ambos meses) y los cultivos expresaron un potencial de rendimiento muy buenos”.
Todo al revés fue la acontecido el año pasado “con cultivos que venían muy bien hasta fines de enero y no había faltado lluvias (250 milímetros fue el registro de la Estación de Meteorología en ese mes), pero faltó el agua en febrero (solo 42 milímetros en un mes en donde el promedio es 135) y marzo (22 milímetros de 147 que es el promedio) y los rendimientos no fueron los esperados, llegándose a promedios de 2.000 a 2.200 kilos, cuando a fines de enero tenían un potencial de 3.000 a 3.500 kilos sin problemas”. Por tal motivo, consideró que “la etapa en donde se da la lluvia es fundamental”. No ocultó su optimismo de que “el estrés hídrico de este mes no va a afectar tanto, y si se dan las lluvias anunciadas, vamos a estar frente a una muy buena zafra de verano”.

MERCADOS
El panorama de mercado no ha tenido grandes cambios, dijo Simean: “La retracción que teníamos desde fines del año pasado se sigue consolidando y vamos acumulando pequeñas bajas que determinan que la soja, que es la gran referente, siga bajando”.
“Hoy los valores para la soja oscilan en U$S 300 la tonelada puesta en Nueva Palmira, y lamentablemente sin mucha expectativa de que esos precios sigan mejorando. La coyuntura general de evolución de los stocks, los informes del USDA, los problemas con la economía China y el fortalecimiento del dólar hacen que no se prevean mejoras en el precio de la soja”, sostuvo. A medida que van consolidando sus expectativas de rendimiento, los productores “van fijando posición para ir cubriendo el paquete de los costos de insumos que han tenido las chacras”, dijo. En cuanto a sorgo y maíz, manifestó que “la tendencia general a la baja que se da en los precios, hacen que los granos forrajeros también sean arrastrados por la caída de precios. En el caso del sorgo, la referencia es el negocio de ALUR, y nuevamente este año el precio se va a fijar sobre la base que fijó la empresa, que es de U$S 150 puesto en planta”. Acotó que la tendencia del maíz “seguirá siendo a la baja, porque sobre todo el trigo, que es el gran referente del mercado, al tener un precio a la baja y tener los mercados bastante pesados, arrastra al resto de los granos”.