Paysandú, Jueves 11 de Febrero de 2016
Rurales | 06 Feb Crítica situación viven los apicultores de Paysandú y la región, quienes se encuentran a principios de febrero sin obtener “ni siquiera un kilo de miel”, sintiendo fuertemente el atraso de la recolección pues en años anteriores, en esta fecha, ya realizaban la segunda cosecha, sostuvo a EL TELEGRAFO el presidente de la Cooperativa Agropecuaria de Responsabilidad Suplementada de Apicultores Sanduceros (Calapis), José Rivero.
“Estamos pasando por momentos muy difíciles”, pero el tema es general, “porque en diálogo con productores del sur del país --que en otras oportunidades andaban muy bien-- cuentan que también para ellos viene siendo desastrosa la cosecha”, confió el titular de la cooperativa y productor apícola.
Se refirió a la problemática de los agroquímicos, indicando que debido a las escasas lluvias del mes de enero “no se ha fumigado, pero sabemos que ni bien llueva van a comenzar las aplicaciones”. Aseguró que “lo peor de esto” es que hay una ley que rige a nivel del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), que establece que “se debe curar con determinados productos que son tóxicos para las abejas. Pero también sabemos que muchos ingenieros agrónomos están aconsejando que se utilice el remedio que les parezca a los propios productores”.
Rivero entiende que “esto es malo porque se está perjudicando al productor y fundamentalmente en estos momentos de la importante etapa de la producción apícola y en plena cosecha, que nos maten las abejas sería una injusticia”. Sostuvo que el gobierno “debería poner más control en este tema, incluso en donde los propios técnicos están saliendo a aconsejar a los productores que echen cualquier remedio, lo que es muy malo y preocupante”.
Recordó su mala experiencia vivida hace dos años y oportunamente documentada por EL TELEGRAFO, cuando a causa de la aplicación de agroquímicos en una chacra de soja se le murió el 100 por ciento de sus abejas. “Más allá de que no fue la primera ni la única vez que me mataron colmenas, fue de las peores veces y en donde estuve a punto de abandonar el sector porque perdí 60 cajones de colmenas, que son más de U$S 8.000, perdiendo toda la producción porque al estar la miel contaminada no la pude recolectar”, consideró.
Desde el MGAP “me tuvieron a cuento porque demoró de siete a ocho meses para que llegara la respuesta y siempre fue negativa”. Enfatizó que “hay una falencia bastante grande de parte del gobierno que no maneja estas cosas y el hilo se corta por lo más fino y nosotros los apicultores somos pequeños, y eso al Estado no les interesa”.
Al tiempo que remarcó “no recibir apoyo ninguno”, explicó que el año pasado realizó la denuncia por las aplicaciones que se hacían en un campo cercano de Paysandú y próximo a un barrio con varias familias afincadas. Aclaró que la soja “estaba camino por medio, y vinieron los técnicos de los Servicios Agrícolas del MGAP para observar la situación. Tiempo después me envían una carta diciéndome que la soja estaba a más de 250 metros. Les contesté la carta y repetí lo que les había mandado oportunamente porque me dio hasta vergüenza que me dijeran eso, porque no estaba enterado que una calle tuviera más de 250 metros. Porque la distancia era menor a 40 metros”.
En las casas cercanas “había unos niños que eran asmáticos y la madre los tuvo que llevar al médico”, dijo el presidente de Calapis, sumamente molesto por lo que está sucediendo. “Esto está descontrolado y el gobierno no le da importancia y el ministro tampoco, y si no cambia esto, para nosotros la mano viene complicada”.
En cuanto a la cooperativa, “si bien tenemos en Calapis algunos problemas económicos, no son graves, pero en estos momentos hay poca producción y los precios están muy por debajo de los esperados; aguardamos U$S 2 cuando el año pasado se alcanzó a vender a U$S 3,40 el pico”, indicó.
De todas maneras, afirmó que “es vergonzoso lo de la competencia, que le está pagando a los pobres productores U$S 1,50, que es como cortarle la cabeza. El costo del gasoil se nos fue por las nubes, y si tenemos en cuenta que el año pasado vendimos a poco más de 3 dólares, hoy que le ofrezcan U$S 1,50 es muy vergonzoso”.
ALGO DIFERENTE
Quien no solo opina sino que lo lleva a cabo en su predio, procurando proteger al sector apícola e implementando un sistema muy interesante, es el productor Washington Rottini, quien en su establecimiento de la zona de Cangüé siembra variedades de soja de escasa aplicación y con sectores sin plantar para cuidar el medio ambiente.
“Lo que yo hago es que el apicultor que tiene colmenas en mi predio me mire en lo que hago, para que él esté seguro de que lo que se está haciendo está bien, porque al ritmo que se viene trabajando en Uruguay, la mitad de las abejas están muertas, el 25% está enferma y solo el 25% está sana”, sostuvo. Fue muy claro en manifestar que “el sol sale para todos en las mañanas, y hay productores que cuando van a ver sus abejas están todas muertas por las aplicaciones que se realizan para los cultivos de soja, y el resto está apestada porque la abeja no tiene comida y aparecen los parásitos en las colmenas”.
El manejo de campo en el predio de Rottini se va dando de acuerdo a la rotación. Además del cambio de parcelas cada tiempo determinado, “protegemos a las abejas tratando de no entrar con floración, no entrar con rocío porque la abeja en días de calor toma el agua de las hojas; solo hay que tener cuidado --no existe misterio en esto-- y poner atención”.
El productor comentó que invitó a varios representantes y técnicos de empresas para que el día que EL TELEGRAFO visitó su campo ellos pudieran hablar sobre el tema. “Como usted puede apreciar no vino ninguno”, dijo sumamente molesto. Entiende que esto ocurre “porque no hay ninguna legislación en Uruguay que proteja la abeja a los apicultores y no existe ningún papel que diga que no tengo que matar las abejas que están en la chacra”.
Utiliza para la siembra de soja variedades Erro “que ya abren la cura y se ahorran tres aplicaciones que son las que están cerca de mi casa y de la de los vecinos. No tengo que curarla tanto y le hago solo una aplicación de glifosato, además de realizarlo cuando el viento está en contra y además de cuidar la abeja”.
CUIDAR LA ABEJA
Para defender y cuidar a la abeja, Rottini no hecha productos durante la floración. “Cuando usted va dentro de la floración, la abeja entra por el polen ya que no hay más remedio porque no hay más nada para sacar”. “Le dejo un refugio para esos días, ya que tengo lotus y les dejo 15 a 20 hectáreas al lado para que aprovechen y vayan directo al lotus sin necesidad de ir a la soja”, acotó.
También dejó cinco hectáreas libres sin plantar soja “para que se junte dormilón”. Lo hace porque “el dormilón de noche vuela y la chinche no, y por eso no sale y no afecta el cultivo. Otro competidor del vuelo de la mariposa es la golondrina que hoy casi no se ve y desaparece a un ritmo alarmante y es la que come la mariposa, y todo a causa de la soja”, explicó.
LA MALA EXPERIENCIA
Miriam Bodeant comenzó a notar, como familia apicultora hace diez años en su chacra ubicada a tres kilómetros de Guichón, “la decadencia en las colmenas y la baja de la producción, y en los diferentes comportamientos de colmenas populosas y la calidad de la miel”.
Explicó a EL TELEGRAFO que se apreciaba “cómo las abejas venían volando y planeaban sobre la tapa de la colmena y sobre todo de lomo. Nos informamos de lo que sucedía y apreciamos que es similar a lo que le sucede al ser humano que viene siendo intoxicado letalmente a causa de la aplicación de agroquímicos en los cultivos de soja”.
En setiembre de 2013, Bodeant vivió en carne propia cómo una nube de pesticida arrasaba con sus abejas y cerdos. A dos años y medio de ese penoso momento, hoy tiene una rinitis crónica (inflamación y picor nasal) producto de aquella intoxicación. Es que su vecino echó el producto con su mosquito, “esos tractores con brazos enormes a los costados”, recordó, en una plantación de soja. Era un día de viento en los que, por normativa, está prohibido realizar esa tarea. Y, como agravante, a pocos metros hay una escuela rural.
A Bodeant le diagnosticaron “alergia”, por lo que optó por hacer la denuncia a Servicios Agrícolas. “El ingeniero que tomó muestras enseguida me dijo que estaba intoxicada”, manifestó. Lo concreto es que las abejas murieron y también una cerda. Luego de un año y medio de trámites “burocráticos, idas y venidas desde Guichón a Montevideo”, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca sancionó a la empresa que fumigó y le aplicó una multa, debido a la utilización de agroquímicos un día de viento y cerca de una escuela.
“Mi familia sigue al día de hoy con algunas colmenas, pero yo fui fumigada en persona al igual que mis colmenas y fueron muertas por el agroquímico. Invertí mi vida en tener planta de extracción, preparándonos como generadores de crías de reinas, sacadores de jalea real”, recordó a EL TELEGRAFO. Aclaró que “se invirtió mucho tiempo y dinero y la empresa se cerró dejando todo por el camino”.
“Fui afectada en la salud y Salud Pública demoró tres años en dar el visto bueno de que estoy afectada por agroquímicos y es muy preocupante. Tenemos soja calle por medio en todos lados, estando los pueblos rodeados de forestación y de soja y la gente se está comiendo el tóxico y se demora tanto para detectar esta intoxicación… El pueblo uruguayo está en el horno”, sostuvo Bodeant.
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