Paysandú, Sábado 13 de Febrero de 2016
Opinion | 12 Feb Existe un hilo conductor en gobiernos populistas, en cuanto a la prisa por una proclamada “justicia” social en base a redistribución discrecional de la riqueza, sin siquiera evaluar si esa riqueza realmente existe o es una burbuja, y sobre todo si lo que se está redistribuyendo es sustentable, es decir que se puede regenerar, o si las arcas quedarán vacías sin perspectivas de retorno de recursos.
Bueno, como es sabido, el socialismo se sostiene hasta que se termina el dinero de los otros y debe buscarse luego la forma de reponer y generar la riqueza que se repartió alegremente. Pues de eso se trata en la economía, de hacer que la sustancia prime sobre la espuma, sobre la demagogia y las técnicas de repetir eslóganes para atrapar incautos, como ha sido el escenario que hemos vivido en gobiernos del Cono Sur, alimentados por una bonanza sustentada en muy buenos precios de las materias primas y bajas tasas internacionales de interés.
Es decir que el golpe de efecto puede ser muy significativo en el corto plazo, pero falla en generar políticas de sustentabilidad, en asegurar que la calidad de vida que se mejoró por esa redistribución pueda durar, y no ser devorada por inflación y el desempleo, con falta de recursos para continuar con políticas sociales asistencialistas, debido a una economía que se estanca o retrocede en la generación de riqueza.
Sobran ejemplos en América Latina de estas políticas voluntaristas, en contraste además con gobiernos que llevaron a cabo lo que se denominaron gobiernos neoliberales que pusieron énfasis en la regulación por el mercado, sin intervención del Estado, en el otro extremo, y sobre todo sin los controles debidos cuando se genera participación de grandes empresas.
Cada país tiene su propia problemática, naturalmente, pero en economía hay reglas básicas que deben seguirse para no terminar en frustraciones cuando se creía tener logros sólidos. El eje en todos los casos es la creación de condiciones para conjugar crecimiento con desarrollo y sobre todo bases estructurales que aseguren un mínimo de sustentabilidad.
Bueno, si hay una región donde ha sobrado la espuma es precisamente la del Cono Sur latinoamericano con el advenimiento de gobiernos populistas con un común denominador en políticas, desde la payasesca revolución socialista bolivariana en Venezuela, pasando por los de Evo Morales en Bolivia, los gobiernos K en Argentina y gobiernos de Lula y su sucesora en Brasil.
Ahora, por encima de errores, y teniendo presente que nunca nada es seguro en la economía, la premisa a cumplir refiere a que sea sincera, transparente, que se sepa de dónde viene y hacia dónde va el dinero, cómo se financia, que el gobierno sea austero en el gasto y que se tenga una disciplina fiscal que evite la tentación de gastar lo que no se tiene, porque se termina en endeudamiento, inflación, pérdida de calidad de vida y desempleo.
Y las consecuencias del encerramiento de la economía, del engaño, de esa bicicleta sin salida la tenemos aquí cerca en la Argentina y el legado nefasto que ha tenido el presidente Mauricio Macri, con serias consecuencia para el país y encima con costos políticos para quienes recién acceden al gobierno, por el descalabro que hicieron quienes le precedieron, en este caso los gobiernos K.
El economista argentino Ricardo López Murphy sostiene que el gobierno del presidente Mauricio Macri se encuentra bajo condiciones externas negativas. “Los descalabros que tenemos son serios. Vamos a tener que enfrentarlos. Hay que aceptar que los problemas existen. Pero hemos construido un escenario complicado, no tanto como el venezolano, parecido al que tiene Brasil en términos de desequilibrio. Con los problemas políticos que genera el hecho de corregir esos desequilibrios”, dijo a El País.
Reflexionó que “si hubiera ganado (Daniel) Scioli tendría que haber pagado la cuenta. Lo que hizo Dilma Rousseff --que no hizo Scioli-- fue que quedó en el gobierno. Y el que se queda paga. Cristina Fernández se escapó a tiempo”.
Pues no le falta razón al exsecretario de Estado: el que da la cara --y paga los costos políticos ante los argentinos-- es Macri, el que debió sincerar las tarifas públicas con aumentos para suplir subsidios insostenibles para la economía argentina, que debió además eliminar el cepo cambiario y dejar que el dólar alcance el valor que debe tener, a la vez de desarmar la telaraña en comercio exterior que montó el nefasto operador kirchnerista Guillermo Moreno.
Ello ocurrió en términos traumáticos y abiertamente expuestos porque hubo cambio de partido en el poder, pero en Uruguay el expresidente José Mujica también le dejó varios “paquetes” atados a su sucesor Tabaré Vázquez, incluyendo el déficit de mil millones de dólares en Ancap, y un déficit fiscal desmesurado, lo que se está tratando de disimular para no generar serios problemas en la interna del partido de gobierno.
Es que la verdad termina por imponerse, porque hacerse trampas al solitario puede resultar justificado para quien lo hace pero no pasa de ser un autoengaño, y va por cuenta de quien lo practica. Pero cuando está de por medio la suerte de otros, de un país, la cosa pasa por otros parámetros, con el agregado de que como dice López Murphy “el que corrige, es el que paga el costo de lo que heredó”, ante la opinión pública.
Y encima los corporativismos pasan la factura, como suele suceder, porque los grupos de interés no esperan.
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