Opinion | 21 Feb Los fuertes reproches y lesiones internas que presenta el Frente Amplio como fuerza política, a raíz de los resultados obtenidos por la comisión investigadora de Ancap que desnudó dificultades en la gestión de una empresa monopólica durante la década de mayor crecimiento económico, sostienen una visibilidad inusitada y amplió la brecha --ya existente-- entre algunos sectores con claras diferencias conceptuales de raigambre económica.
Con el claro objetivo de “barajar y dar de nuevo”, el presidente Tabaré Vázquez resolvió que Marta Jara Otero, una ejecutiva completamente ajena al sistema político, con vasta trayectoria internacional y escaso pasado en Uruguay, sea la presidenta de un organismo instalado en el ojo de la tormenta y con amplia disposición de la oposición a que permanezca allí. Jara, calificada por una revista económica como una de las 50 mujeres más poderosas de México tras asumir su cargo al frente de la Shell, es persona de confianza de la ministra de Industria, Carolina Cosse, y posee vinculaciones con el gobierno de Mauricio Macri, que el mandatario uruguayo tuvo muy en cuenta al momento de adoptar una decisión política.
Mientras tanto, el vicepresidente Raúl Sendic permanece en la Feria del Libro de La Habana en representación de Uruguay y en claro aprovechamiento de una circunstancia que, a pesar de responder a una invitación extendida con anterioridad a las instancias legislativas, le ha servido a la fuerza política para ayudar --al menos un poco-- a cuidar su imagen hacia un futuro electoral y evitar que los dedos acusadores apunten al líder de la Lista 711 y expresidente del ente petrolero.
Paralelamente, Vázquez se ha mantenido al margen de las discusiones entre astoristas y sendiquistas, en tanto representan para él a dos ámbitos relevantes: uno rige los destinos económicos del país y el restante representa una continuidad del modelo, a pesar de las dificultades actuales.
Sin embargo, la oposición cuestiona a Jara que ha ejercido como gerenta general de Gas Sayago, una empresa que ha presentado retrasos en sus obras.
Con un Parlamento con mayoría de yeso, abroquelado y a la defensiva ante cualquier acusación, no es difícil predecir lo que ocurrirá en los próximos meses. De hecho, la capacidad de sorpresa ha sido colmada ante el uso y abuso de los medios de comunicación y redes sociales para acusarse ferozmente o quitarse responsabilidades, e incluso presentarse imperturbables ante una herramienta que representa la madurez política de un sistema, como los llamados a sala y que hoy son claramente bastardeados.
Aunque una tecnócrata presida un ente altamente politizado, no lo quitará de las aguas turbulentas que navega ni tampoco atenuará la duda instalada en la opinión pública, basada en algunos hechos que cuesta definir entre “ilicitudes” o “irregularidades”, como afirma la oposición, o “dificultades en la gestión financiera”, como insiste el partido de gobierno.