Paysandú, Viernes 26 de Febrero de 2016
Opinion | 20 Feb El sector lechero de nuestro país ha pasado buenos, regulares y malos momentos, pero la actualidad y expectativas futuras encierran una infinidad de interrogantes y malas noticias para un rubro que dentro de la agropecuaria ha sido adoptada por el gobierno como de prioridades, por el arraigo de familias al sector.
Mientras el tambero sabe que a los actuales valores de remisión de leche --los que envían su producto a PILI en Paysandú cobran $ 5,80 por litro-- es imposible ser rentable, la industria reconoce que a precios que coloca sus productos en el exterior --U$S 2.300 por tonelada para sus quesos-- es imposible mantener por más tiempo ese precio. Incluso los que envían a la Cooperativa Nacional de Productores de Leche (Conaprole) y cobran por encima de los $ 7 están en el límite de la rentabilidad.
Mientras se especula si Venezuela paga lo que adeuda a las industrias o el gobierno uruguayo decide solucionar el problema de las empresas que produjeron quesos a un precio de U$S 5.000 --que están en las cámaras de frío y que en noviembre expira su vencimiento--, de ahí en más las industrias solo logran colocar su producción a no más de U$S 2.300 la tonelada.
En las últimas horas se informó que el Banco República le prestará 66 millones de dólares a cuatro empresas lácteas afectadas por el no pago por parte de Venezuela de sus productos para ayudarlas a mitigar la complicada situación que atraviesan. Información extraoficial que ni siquiera ha sido confirmada a los propios industriales.
Se pretende que los desembolsos permitan a las industrias mantener el precio que pagan a los remitentes, que por otra parte ya está en niveles que no les permiten cubrir sus costos, pero la medida del gobierno en definitiva representa un endeudamiento para las ya complicadas industrias.
La productora remitente a Claldy Carolina Banchero señaló días atrás a EL TELEGRAFO que “a nosotros no nos soluciona nada que Venezuela pague. Soluciona desde el punto de vista del precio de la leche, pero el problema nuestro es que no somos competitivos. Necesitamos que bajen el gasoil y la electricidad para poder competir a nivel internacional con nuestra producción”.
Y fue más clara aún: “todos nuestros productos los compramos en dólares. Si vamos a la veterinaria, los remedios son en dólares, las raciones y las sales también. Esto es inviable, nosotros mantenemos el tambo y con la gente, pero que está preocupada por el temor a quedar sin trabajo”.
La productora precisó que “lo vemos como un problema social muy feo, que no sé si el gobierno todavía se dio cuenta. Para mí es muy importante, porque la lechería es la única que afinca a la familia en el medio rural”.
Hasta fin de año los productores sostenían que a pesar de los tiempos adversos, ellos continúan siendo lecheros porque es el único rubro del sector en que se hace caja a fin de mes. Hoy, a estos valores, la cuenta es en rojo todos los meses y producir mes a mes a pérdida, ya no es negocio.
“Si quisiera hoy vender mis vacas en producción y próximas --que deberían pagarse en el entorno de U$S 1.200 a U$S 1.400 por su genética y los años de selección-- para llegar a un animal de alta producción, no me darían seguramente más de U$S 800”, manifestó a EL TELEGRAFO el gerente de la Asociación de Productores de Leche de Paysandú, el licenciado Andrés Ariano.
Ahí surge el primer problema. En una posible reconversión del productor a otro rubro, ya de entrada debería “mal vender” su ganado para iniciar el proceso. A eso se suma lo que recibiría por la venta de la máquina de ordeñe, equipo de frío y otras herramientas relacionadas directamente al rubro, que hoy nadie quiere comprar.
Pero el gran dilema para quienes han adoptado el tambo como su forma de vida es qué hacer para adelante. Para un lechero, que conoce de pasturas, racionamiento, utilización de eléctricos y manejo del ganado, el rubro más rentable y que se puede adaptar más rápidamente a su emprendimiento productivo es el ovino.
Más allá de los vaivenes de mercados a los que todos los rubros están insertos, la carne ovina mantiene su buena rentabilidad a través del cordero pesado. Utilizar razas prolíficas que puedan dar dos corderos por parición, similar dedicación que al tambo y la utilización de perros, llamas o burros californiano de guardia para combatir depredadores y el abigeato son las nuevas modalidades a las que deberá someterse. Pero hay muchos desafíos en el horizonte. Por ejemplo, puede resultar muy frustrante tener que enfrentar el abigeato en zonas cercanas a las urbanizaciones.
Por otra parte, el sector lechero ha hecho grandes esfuerzos para tecnificarse y lograr la mayor eficiencia, y todo lo que se pierda puede llevar años para recuperarse, en caso de que la actual coyuntura sea superada en el mediano plazo. Y si eso ocurre, el que pierde es el país en su conjunto, porque habrá tirado por la borda años de trabajo, conocimiento, infraestructuras y esfuerzos por no haber hecho lo posible para mantener sus tambos.
En todo caso, éstos son momentos de cambios. La disyuntiva puede estar en seguir produciendo a pérdida ante la inviabilidad futura del sector y las malas noticias que llegan tras cada remate de Fonterra que marca la tendencia del mercado internacional, o apostar a un nuevo rubro productivo que permita rentabilidad y el sueño de no dejar el campo como modo de vida para la familia y las nuevas generaciones.
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